Cartas a Gracia

¿Qué se tendría que hacer en las escuelas o en el sistema educativo nacional para abonar al logro de la igualdad sustantiva? En la carta que te envié el lunes 27 de mayo rescatamos las dos primeras líneas del parágrafo 4 del artículo 3º Constitucional reformado (la educación se basará en el respeto irrestricto a la dignidad de las personas, el enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva), olvidando sentencias repetidas antaño por un connotado maestro, escritor y poeta, quien como docente en una escuela normal oficial, calificaba a sus alumnas como prófugas del metate. Una definición del término igualdad sustantiva en boca de las Senadoras Martha Lucía Mícher y Alicia Caraveo (suscriptoras del Dictamen de las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales para la Igualdad de Género; y de Estudios legislativos, con proyecto de decreto por el que se reforman diversos artículos de la Constitución) pretendería que “ninguna mujer sea doblemente discriminada por razones de preferencia o condición sexual, étnicas, etarias, de discapacidad, o cualquier otra que comprometa el pleno ejercicio de sus derechos humanos, incluidos sus derechos políticos” y, una definición incluida en “Los derechos que debes conocer”, publicada en la web por la CNDH refiere como Igualdad Sustantiva: el acceso al mismo trato y oportunidades para el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales (Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres). La igualdad sustantiva se da cuando los derechos plasmados en la ley se concretan mediante la igualdad de oportunidades.

Vuelvo a insistir Gracia con la pregunta: ¿qué tendrían que hacer maestras, maestros, personal directivo, de apoyo a la educación, madres y padres de familia con la sentencia “respeto irrestricto […] y de igualdad sustantiva” que aprobaron en el Senado, en la Cámara de Diputados y en los Congresos Locales, y que constituye un elemento central del Acuerdo Educativo Nacional? Seguramente me contestarías que, en primer lugar, quienes son actores del quehacer educativo tendrían que saber más del tema y de la normatividad aplicable a una cuestión que concierne en el ámbito escolar, tanto a las autoridades educativas locales y federales como a quienes se encargan de las direcciones de escuela, supervisiones escolares y jefaturas de sector, lo mismo que a quienes integran la planta docente de cada plantel que a quienes detentan la patria potestad, quienes toman las decisiones y a quienes se desempeñan frente a grupo. Cada quien con su cada cual.

Un dato publicado por el Banco Mundial señala que el porcentaje de maestras en primaria en 2017, asciende al 68 por ciento de total de quienes se dedican a la docencia; dato corroborado por el INEE (Los docentes en México, 2015). Las cifras de maestros y de directores en el nivel secundaria mostrado por el SIRE del mismo instituto (https://www.inee.edu.mx/evaluaciones/sire/sire-bases-de-datos/), concuerdan con los anotados en el informe rendido a la Cámara de Diputados en el 2015. Mientras que el perfil laboral de los docentes de educación secundaria señalaría que el 47.2 por ciento (promedio nacional) de quienes ejercieran la docencia en este nivel en el ciclo escolar 2016-2017 fueron hombres con excepción de 9 entidades; el perfil laboral de quienes ejercen la función de director de plantel se inclina de manera favorable hacia los hombres (58.4 por ciento); 4 de cada 10 directores son mujeres. El perfil docente en media superior inclina la balanza en 1.4 por ciento a favor de los hombres y el directivo en un 22 por ciento. Casi 4 de cada 5 personas que desempeñan la función de dirección en las escuelas del nivel medio superior son hombres. Las supervisiones escolares, mandos intermedios de las Secretarías de Educación, reproducen estructuras de poder sustentadas en género. De acuerdo al Panorama Educativo de México 2017 publicado por el INEE, solo el 4.5% de quienes ocupan una supervisión escolar en preescolar son hombres; en primaria se presenta una situación inversa, el 63 por ciento son hombres debido, entre otras cuestiones, a que quienes participaron en el otorgamiento de su nombramiento son también en su mayoría, hombres incrustados en las dependencias educativas y en las organizaciones gremiales. En secundaria y en el año citado, 3 de cada 4 supervisiones era ocupada por hombres. El 82.9 por ciento de quienes ocupan las supervisiones de las escuelas multinivel -adivinaste Gracia- son hombres.

Las estadísticas de educación superior que te permitirían estar al tanto cuántas mujeres se desempeñan en la docencia y la investigación en licenciatura y en posgrado, brillan por su ausencia; y de la misma forma, es difícil conocer el número de quienes desempeñan niveles de dirección en escuelas y facultades; sin embargo, un dato tomado de un artículo publicado en Redalycseñala que en el nivel III del sistema nacional de investigadores de Conacyt, el 85.8 por ciento son hombres y solo el 14.2 por ciento son mujeres. Solo cuando revisas las estadísticas con perspectiva de género, te percatas sobre la falta de desagregación de muchas variables. Por cierto Gracia que, a mayores niveles de responsabilidad en el sector público, menor el número de mujeres como sucede en la SEP federal, dependencia en la que 4 de 4 subsecretarios son hombres, aunque la presencia de mujeres en el gabinete sea importante, situación que como lo haces notar, se repite en las rectorías de las más importantes instituciones públicas de educación superior del país (UNAM, UAM, UdG, UAP, UdNL), las que, salvo en el Instituto Politécnico Nacional, permanentemente han sido conducidas por hombres.

Contestas mi pregunta cuando señalas que una de las tareas importantes del personal docente en las escuelas de educación obligatoria se relaciona con cambiar la visión del mundo y de la vida para que la igualdad y la paridad de género se logren. Terminar, por lo menos en el ámbito escolar incluidas las escuelas para madres y padres, con la violencia escolar en contra de las niñas y con todos los estereotipos de género -presentes todavía en planes y programas de estudio- que “son atribuidos y esperados de hombre y mujer a partir de las construcciones culturales y sociales e históricamente la han colocado en una situación de desventaja” y que generan barreras estructurales (Techo de cristal, Suelo pegajoso, Techo de cemento). A las escuelas les toca: promover que sus docentes cuenten con herramientas básicas para visualizar el fenómeno educativo con perspectiva de género, para evitar que las asimetrías que la cultura y tradiciones de la cotidianidad imponen y no mermen la participación de las mujeres e incluso, alientes que las niñas y las jóvenes participen más en ciencias y política y en todas actividades las relacionadas a fortalecer su actuación en los asuntos sociales, públicos y productivos.

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