Por Carlos Ramírez

Tres semanas antes de su asesinato, Luis Donaldo Colosio se preparó a fondo para una entrevista con el periodista Elías Chávez de Proceso. Entre las preguntas difíciles que el candidato había anotado como previsible había una interesante: ¿qué hará con Córdoba Montoya, el súper asesor salinista? La respuesta que daría Colosio era sencilla: el doctor Córdoba colaborará con el gobierno hasta el 30 de noviembre.

La pregunta no se hizo porque el interés de la revista era Chiapas, la guerrilla zapatista y el subcomandante Marcos. De todos modos, en las agendas de algunos columnistas estaba la presión permanente como supervisor personal de la campaña de Colosio, en nombre del presidente Carlos Salinas de Gortari.

La ruptura de Colosio con Salinas ocurrió con el discurso del 6 de marzo. Lo de menos fue que Colosio, en horas de la madrugada del 6, hubiera enviado a Los Pinos copia del discurso. En letras, lo escrito aparecía en medio de elogios a Salinas y algunas frases sobre el costo social de la crisis preocuparon un poco. Pero ya frente al micrófono, la vehemencia de locutor nocturno de la voz profunda y rítmica de Colosio sacudió la casa presidencial.

El discurso del 6 de marzo fue, sin decirlo de manera explícita, un párrafo de la carta de Zedillo a Colosio del 19 de marzo. Zedillo le sugirió al candidato: “cada vez que haya que señalar tareas pendientes y deficiencias del gobierno, mediará notificación previa y se será receptivo a observaciones sobre la forma de decirlo”. Es decir, no más sorpresas discursivas como el 6 de marzo. Por tanto, Salinas de Gortari quedó enojado con Colosio por ese discurso, contrario a lo que dice en su carta del 5 de diciembre sobre una amistad y relación estrechísima.

En un debate inusitado de Córdoba con diputados del PRD que lo acusaban de haber fraguado la conspiración del asesinato del candidato, realizado el 30 de octubre de 1996, Córdoba aportó elementos interesantes sobre ese discurso. Lo formal: que era usual tener copia, que lo envió entre la 1 y 2 de la mañana del 6, que lo leyó al día siguiente a las 8 de la mañana y que lo comentó con Salinas. Córdoba era escaso en inflexiones de voz.

Pero de todos modos aportó un dato que debe leerse en el escenario del complot del poder (transcripción textual):

“Lo único que me comentó (el presidente Salinas fue): tal vez es innecesario que Colosio haga una cierta crítica al presidencialismo”, no porque lo tomará como algo personal, sino, me dijo, y lo recuerdo: bueno, que espere a llegar a ser presidente y luego verá cómo quiere ejercer el poder presidencial”.

Días más tarde, Colosio le preguntó a Córdoba la recepción en Los Pinos del texto del discurso.

–¿Cómo viste el discurso? –preguntó Colosio a Córdoba.

–Muy bien –respondió el súper asesor.

–¿El presidente comentó algo? –quiso saber Colosio.

–Sí –respondió Córdoba–, me comentó pues que era innecesario, en su juicio, que hicieras comentario negativo alguno sobre el presidencialismo.

Córdoba agregó: “me dijo Donaldo: fíjate no era esa la parte más sentida de mi discurso. La verdad, esa frase. No la tenía en el discurso original, en los primeros borradores, pero atendiendo a un comentario de Enrique Krauze la incorporé”.

Luego Córdoba refirió, en su debate con diputados del PRD, su percepción de la pregunta sobre el “entorno político” del asesinato en Lomas Taurinas. “El 23 de marzo yo me desempeñaba como jefe de la oficina de la presidencia pues obviamente en ese carácter yo tenía mucha información de lo que ocurría en el país, en todos los ámbitos, incluido el político”.

En su posición de súper asesor salinista, Córdoba vivió el incidente del 10 de enero: “el presidente Salinas anunció el nombramiento honorario (sin salario y sin pertenecer al gobierno, por tanto, con posibilidades de ser candidato presidencial), el mismo día de arranque de la campaña de Colosio”. El candidato se quejó con Córdoba que en los medios Camacho le había quitado espacio al candidato.

El criterio de Córdoba fue que Salinas de Gortari tenia que actuar como presidente y por ello pudo tomar decisiones que afectaron a Colosio. Se lo dijo con claridad Salinas a Colosio en una charla telefónica. Pero el dato interpretativo revela que las relaciones de Salinas con Colosio no eran buenas y que Colosio le reclamaba a Salinas demasiado control para subordinar al candidato a las prioridades política de gobierno. Es decir, que a partir de enero las relaciones de Salinas con Colosio no eran tan cordiales como las declaró Salinas en su carta del 5 de diciembre.

Córdoba dijo ante diputados del PRD: “los climas políticos no disparan; yo tengo la firme convicción de que el licenciado Camacho no tiene absolutamente nada que ver con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Yo creo que él (Camacho) sí contribuyó a crear ese clima”. Y agregó: “el presidente Salinas lo toleró (el ambiente de Camacho) en forma excesiva”.

Salinas había hecho candidato a Colosio; una vez asesinado, Salinas designó a Zedillo como candidato suplente, pero éste era el candidato de Córdoba. Así que Salinas no pudo poner presidente y Córdoba sí.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...