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La feria de los votos

Rodolfo Ruiz en su columna La Corte de los Milagros, publicada en E-consulta, indica que ¿Con cuántos votos Luis Miguel Barbosa Huerta ganará las elecciones extraordinarias de gobernador? ¿Conseguirá superar las votaciones de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso Hidalgo? ¿Podrá al menos obtener el millón 31 mil 43 sufragios que obtuvo en los comicios del 2018?

Los más optimistas creen, basándose la ventaja de 30 puntos o de 3 a 1 que le otorgan algunas encuestadoras como el BEAP y Mas Data sobre su más cercano contendiente Enrique Cárdenas, que el candidato de coalición Juntos Haremos Historia podría convertirse en el gobernador más votado en la historia política de la entidad.

Es decir, que el 2 de junio Miguel Barbosa podría rebasar la votación de un millón 111 mil sufragios de Rafael Moreno Valle en 2010, y de un millón 153 mil sufragios de Martha Erika Alonso en los controvertidos comicios locales de 2018.

Personalmente creo que este hipotético escenario es poco o nada realista, pues para darse tendría que haber una participación de al menos el 50% y que el abanderado de Morena, el PT y el PVEM obtuviera uno de cada dos votos emitidos en las urnas.

Para un diagnóstico más realista habría que partir de que el listado nominal del estado de Puebla es de 4 millones 589 mil 367 electores, y que los expertos prevén que en los comicios extraordinarios apenas y votará el 50%, es decir, más o menos 2 millones 292 mil ciudadanos.

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No soy de aquí ni soy de allá, ¿el lema de Cárdenas?

Enrique Núñez en su columna Contracara, publicada en Intolerancia Diario, señala que la elección extraordinaria en Puebla continúa aletargada. Enrique Cárdenas de quien se esperaba mayor fuerza no ha logrado ni siquiera hacerle sombra al candidato de Morena, Miguel Barbosa.

Y no se crea que es la falta de experiencia o el perfil lo que le estorba al ex rector de la Universidad de las Américas Puebla, pero estamos llegando al primer mes de campaña y el académico aún no logra entender que es un candidato postulado por partidos políticos, por tres para ser precisos.

Si bien todos sabemos que el sueño de Cárdenas Sánchez era aparecer en la boleta como un candidato ciudadano, Enrique debe reconocer que al final en esta elección accedió ser el representante de tres partidos: Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano.

El día 2 de junio, cuando los poblanos salgan a votar, tendrán en sus manos una boleta donde el rostro de Enrique Cárdenas aparecerá tres veces, siempre al lado de los logotipos que identifican a los partidos que le prestaron la franquicia y que además respaldan financieramente su campaña.

Esos tres partidos también cuentan con una estructura propia, con votos duros y con líderes o representantes que ayudan a fortalecer la estrategia para acumular sufragios.

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Líder del PRI intensifica proselitismo, pero no a favor del candidato a la gubernatura, sino de su hijo

Fermín Alejandro García en su columna Cuitlatlán, publicada en La Jornada de Oriente, señala que lo que parecería ser una muy buena noticia en el PRI, no lo acabó siendo tanto. Resulta que el presidente estatal del partido, Lorenzo Rivera Sosa, en los últimos días ha intensificado con mucho ahínco las labores de proselitismo para mejorar la presencia del instituto político priista entre el electorado, pero sorpresivamente ese activismo no está dirigido para intentar hacer ganar en la actual contienda al abanderado tricolor, Alberto Jiménez Merino, sino es para apuntalar al hijo del propio dirigente, a Lorenzo Rivera Nava, quien desde ahora ya se promueve como futuro aspirante a diputado federal por un distrito de la Sierra Norte.

En el PRI crearon una serie de actos proselitistas que han llamado “campaña sin candidato”, consistente en difundir las propuestas y mensajes de Alberto Jiménez Merino sin su presencia. Es un recurso necesario toda vez que el abanderado tricolor es quien tiene el índice más bajo de conocimiento de parte del electorado y de intención del voto de entre los tres contendientes de la presente disputa por la gubernatura de Puebla.

Uno de los encargados de esa labor, es Lorenzo Rivera Nava, quien hasta hace poco ocupaba la presidencia de la Red de Jóvenes por México y es hijo del presidente estatal del PRI.

No habría ningún problema en la participación de Lorenzo Rivera hijo, si no fuera porque sus actos proselitistas los concentra en la región de la Sierra Norte, cuando tendría que ser en todo el estado. Y es que esa zona de la entidad poblana –que se concentra en Chignahuapan y Zacatlán– es donde su familia tiene una alta influencia política.

Para nadie es un secreto que Lorenzo Rivera Nava se anda apuntando para ser candidato a legislador federal en 2021 y que su padre lo anda promoviendo, para que siga vivo el dominio político de su familia, luego de que el segundo de ellos ya fue edil de Chignahuapan, así como diputado por los distritos de Tetela de Ocampo y de Zacatlán.

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Los renglones torcidos de Morena

Alejandro Mondragón en su columna Al Portador, publicada en Status Puebla, indica que todos los pleitos en Morena conducen al 2024. La presencia de Ricardo Monreal en la ríspida reunión entre el candidato Luis Miguel Barbosa y el senador Alejandro Armenta confirman el padrinazgo del primero con el último.

La ausencia de Yeidckol Polevnsky establece que el encuentro nocturno en las oficinas del coordinador morenista en la Cámara Alta no significa, bajo ninguna circunstancia, la renconciliación, sólo es una tregua.

La lideresa ha sido muy clara: “a Ricardo (Monreal) le urge el control del partido para no estar en desventaja frente a Claudia (Sheinbaum) y Marcelo (Ebrard) rumbo al 2024”.

Las gubernaturas de Puebla y Baja California con sus aliados, tampoco le garantizan la fuerza que requiere Yeidckol al interior de Morena. Necesita de más adeptos.

El problema es que Andrés Manuel López Obrador ya tiene su carta marcada para el relevo de Polevnsky. Engaña con la verdad, como siempre.

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Roto, el pacto de impunidad

Valentín Varillas en su columna La Tempestad, publicada en Status Puebla, señala que una negociación de tipo político marcó el derrotero legal del caso Lydia Cacho y tuvo como consecuencia que, la mayoría de los entonces ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, declarara inocente al gobernador Mario Marín por “violaciones graves a los derechos humanos” de la periodista.

De esta manera, con la venia e intervención calderonista, se pavimentaba el camino a Casa Puebla de Rafael Moreno Valle y la llegada de un gobierno “panista” a la entidad.

A cambio, Marín y su equipo transitarían sin mayor problema el resto de su sexenio, con el compromiso adicional de que, él y su grupo más cercano, tendrían que quemar naves y retirarse de la política activa poblana.

Llegado el momento, habría también que darle pan y circo a la masa.

Una supuesta cruzada en contra de personajes corruptos de la administración marinista, que tuvo como única consecuencia tangible el encarcelamiento de Alfredo Arango, un perfil prescindible y negociable que jamás fue parte de la famosa burbuja.

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El error histórico de Claudia Ruiz Massieu al elegir candidato del PRI

Arturo Rueda en su columna Tiempos de Nigromante, publicada Diario Cambio, indica que la bondad en política casi siempre paga mal. Sucesivamente, Enrique Agüera, Blanca Alcalá y Enrique Doger Guerrero fueron desalmados al expulsar a Mario Marín de sus campañas en 2013, 2016 y 2018 para evitar contagiarse del desprestigio eterno que acompaña al ex gobernador poblano.

Alberto Jiménez Merino, hombre agradecido, permitió al ‘precioso’ reaparecer políticamente y sumarlo a su campaña a la gubernatura como una forma de agradecer a quien, en su momento, lo hizo secretario de Desarrollo Rural y luego diputado federal. Hoy debe estar sumamente arrepentido de ese acto de bondad. Debió ser desalmado como lo fueron en su momento Agüera, Blanca y Doger.

No es culpa de Jiménez Merino, pero su campaña se fue a pique el día que el Primer Tribunal Unitario de Quintana Roo liberó la orden de aprehensión en contra de Mario Marín, Kamel Nacif y Adolfo Karam. Hoy, el candidato tricolor deambula por aquí y por allá, sin una agenda creíble, pues no puede deslindarse del prófugo de la justicia. Su participación en la elección 2019 es intrascendente.

No se sabe qué llevó a Claudia Ruiz Massieu a designarlo candidato del PRI a la gubernatura en detrimento de Enrique Doger, pues en posicionamiento los separa un abismo. Mientras que al ex titular de Desarrollo Rural lo conoce apenas un 11 por ciento de los poblanos, al ex alcalde un 88 por ciento. A todas luces, Doger era más competitivo que Jiménez Merino.

El error histórico puede atribuirse a Ruiz Massieu, que se dejó llevar por los cantos de la sirena marinista, quienes deseaban en primera instancia a Ricardo Urzúa, pero luego se decantaron por Jiménez Merino, pese a que los dos eran igual de irrelevantes frente al posicionamiento de Doger, quien ipso facto anunció que no apoyaría la campaña del ex titular de Desarrollo Rural precisamente por sus vínculos con el nefasto ex gobernador.

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El Olor de la Victoria, el Olor de la Derrota (¿Qué huelen los Candidatos?)

Mario Alberto Mejía en su columna La Quinta Columna, publicada en 24 Horas Puebla, señala que las victorias, está clarísimo, se huelen.

También las derrotas.

Pero el olor de las victorias es vibrante, lleno de matices, similar al cielo redondo del verano.

Las derrotas huelen a cloaca, a rata mojada a la mitad de un cuarto oscuro, a comida echada a perder.

Miguel Barbosa Huerta le dijo a quien esto escribe que en la elección pasada olió la victoria muchas veces.

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