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Por Carlos Ramírez (*)

El debate sobre la incorporación de policías militares y navales a la Guardia Nacional se está encarando mal: no se trata de imponer el enfoque militar de enemigos mortales de una guerra convencional, sino introducir en los cuerpos civiles de seguridad los tres valores castrenses: disciplina, lealtad y patriotismo.

La participación militar en las fuerzas civiles de seguridad durante los dos sexenios de ofensiva contra los cárteles del crimen organizado no militarizó a las policías; en realidad, los operativos contra las bandas fueron civiles y los militares apoyaron. Y los casos más visibles de acusaciones de abuso de fuerza se dieron en situaciones de ataques de bandas criminales contra patrullas del ejército.

Las fuerzas armadas no sustituyeron a las fuerzas ni las reglas civiles de lucha contra delincuentes. Por tanto, tampoco hubo militarización de los procedimientos penales civiles que fueran incumplidos por ejercicio de la fuerza militar. Los civiles afectados fueron el resultado de mala planeación civil de operativos o de falta de entrenamiento militar para responder a ataques criminales.

Por tanto: si no hubo una militarización de las fuerzas civiles de seguridad en dos sexenios –incluyendo dos fases de la policía federal y una de la Gendarmería–, entonces no existen indicios de que las policías militares y navales en la Guardia Nacional vayan a introducir el pensamiento militar de guerra en la nueva fuerza policiaca.

Y menos existen posibilidades si se revisa con cuidado la formación de policías militares y navales en el sistema de educación militar: además de entrenarlos en leyes y reglamentos civiles y militares, su tarea no es hacer la guerra o ir a la guerra como tropa regular sino operar de manera policiaca: es decir, hacer cumplir leyes y reglamentos y resguardar instalaciones estratégicas.

El cambio cualitativo no ha sabido aclararse por las atarantadas nuevas autoridades civiles de seguridad ni por la ineficaz y mediocre bancada de Morena en las dos Cámaras: se pasa de uso de tropas regulares en actividades de seguridad pública –con todos los riesgos implícitos– al uso de policías militares y navales que no son tropas regulares.

En este contexto, el mando militar operativo no va a comandar a tropas regulares entregadas para matar el enemigo, sino para conducir operativos policiacos con disciplina militar. El perfil civil de la policía federal y de la Gendarmería impidió una disciplina efectiva para luchar contra el crimen organizado.

Caracterizar militares

El otro error legislativo de Morena ha sido su incapacidad para caracterizar a los militares mexicanos. Desde que el presidente Carranza profesionalizó al ejército para saltar el error garrafal del alcohólico Victoriano Huerta de estallar un cuartelazo con el apoyo de la embajada de los EE. UU. en México en contra del presidente y vicepresidente constitucionales Madero y Pino Suárez, los militares han sido ejemplo de disciplina y lealtad.

En el asesinato de Obregón apoyaron al presidente Plutarco Elías Calles para que el sustituto fuera un civil y que el siguiente candidato no representara a una facción militar. Y en la presidencia, Manuel Avila Camacho cerró el ciclo de presidentes militares revolucionarios. Desde entonces, los militares se ajustaron a sus funciones de seguridad nacional de la república, con errores civiles de sacarlos para encarar inestabilidades sociales. Pero aún en estos casos, las ordenes y responsabilidades fueron civiles. No debe olvidarse que el presidente Díaz Ordaz asumió la responsabilidad directa en el uso del ejército en el 68.

La participación de las fuerzas armadas en acciones de seguridad pública en los gobiernos de Calderón y Peña Nieto no militarización las acciones policiacas. Y en el funcionamiento de la Guardia Nacional no existen condiciones ni circunstancias ni mandatos directos para convertir al nuevo organismo policiaco en un cuerpo paramilitar.

No hay circunstancias siquiera para que el mando operativo militar defina el funcionamiento de la GN porque el comisionado del nuevo cuerpo será civil y la Guardia dependerá de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

Lo que debe discutirse y no perder el tiempo con la falaz militarización es el entrenamiento y facultades de agrupación civil penal que debe tener la GN para detectar, perseguir, arrestar y entregar a la justicia a delincuentes. La única forma de moldear a la GN en el legislativo sería reformando las leyes policiacas, de lucha contra delincuentes y la reforma total de los cuerpos de impartición de justicia: ministerios públicos, jueces y cárceles.

El día en que los delincuentes tengan temor a las policías, leyes y cárceles, entonces se estará dando un paso decisivo hacia una seguridad real. Los militares no son el problema, sino son los civiles. Legisladores y civiles han equivocado al adversario.

Barandilla

· O no hay análisis oficial o no quieren meterse con Donald Trump o hay un descuido grave de seguridad nacional, el caso es que el programa de Trump de seguridad estratégica en la frontera de los EE. UU. con México sí es un asunto de seguridad nacional mexicana y nadie, pero nadie, parece querer tocar ese tema, ni siquiera en privado.

· Desde que comenzó el debate sobre la Guardia Nacional se frenaron los operativos gubernamentales contra el crimen organizado y por ello han subido las cifras de violencia. Lo que no se tiene caro es si se hizo con la mala intención de decirles a los legisladores: “ya ven, es culpa de usted por frenar la GN, o estamos en realidad ante un ascenso del crimen organizado/desorganizado.

· Doce años de estrategia contra capos lograron descabezar cárteles y bandas, pero no acabaron con el crimen organizado.

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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@carlosramirezh

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...