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César Pérez González
@Ed_Hooover

Interesante, por así decirlo, resulta conocer la estima que a distancia guardaba Xavier Villaurrutia en torno a Jorge Luis Borges, especialmente, porque son escasas –nulas– semblanzas o reseñas que dieran cuenta la visión del grupo Contemporáneos hacia el escritor argentino. Así, al encontrarlas, el primer ejercicio de memoria es tratar de configurar su aparato crítico; después, la forma cómo se le leía (narrador, poeta, ensayista, mago) y terminar –de ser posible– en rangos emocionales (indiferencia, admiración).

Ha sido ampliamente tratada la influencia de las tradiciones europeas en la obra de Xavier Villaurrutia, su poética y motivos para ceñirse al interior de banderas universales o modernas –según se le observe–, sin embargo esta es una característica que bien puede acercarlos. ¿Para qué dedicarle algunas líneas a Jorge Luis Borges? El escaparate fueron las páginas de “El Hijo Pródigo” entre agosto de 1943 y mayo de 1945, tres breves artículos que dejan cuenta sobre el conocimiento del argentino.

Contrario a gran parte de su material crítico, Xavier Villaurrutia prefiere dicha revista a periódicos de la época donde era colaborador regular, quizá por el lenguaje cercano empleado y comentarios ofrecidos o la facilidad que estos alcanzaran a su interlocutor, una vez que publicara en 1938 “Nostalgia de la muerte” en la Editorial Sur de Buenos Aires, Argentina. En cualquier caso, Jorge Luis Borges estuvo en la óptica de los Contemporáneos, aunque no fuera tan referenciado como los franceses o ingleses que solían ser objeto de citas.

Entre ficción y poesía

Antes de situarse en su trabajo narrativo y poético, Xavier Villaurrutia entrega un breve ensayo, “’Seis problemas para don Isidro Parodi’ de H. Bustos Domecq”, donde relata en apenas unas cuantas líneas los aspectos que le parecen llamativos: historia policial original, tono irónico, monólogos bien trabajados y diálogos pintorescos, destacando el ambiente argentino, fiel para la contexto. Lo anterior plantea cierta “obviedad”: el crítico difícilmente dedicó tiempo a escribir de novelas; cine, pintura, teatro, lírica fueron su fuerte y agrupan la mayoría de su producción, entonces, ¿qué lo obliga?

Son dos motivos: equiparar la novela policiaca con actuales –en su tiempo– historias de caballería y, no menos importante, cuestionar la autoría de “Seis problemas para don Isidro Parodi”. Justo en este apartado se detiene para lanzar los dardos, ¿existe?, ¿quién es Honorio Bustos Domecq? Si bien el poeta directamente no rompe el misterioso juego de nombres, sí entrevé lo inevitable: un juego entre Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Aquí Xavier Villaurrutia frena cada aseveración y opta por reconocer –en el mejor de los sentidos– enfrentarse a un libro total, puro en invención y artificio, tal cual alude.

Del segundo artículo –ya en terrenos líricos–, el motivo es claro, traer a cuentas “Poemas”, volumen que agrupó los versos de Jorge Luis Borges de 1922 a 1943. De “sustancia concentrada”, asegura enfrentarse a un material sustentado en ritmos no solamente inconfundibles, sino con voz propia. Ya en su terreno, el crítico abre poco más el abanico, destacando el lugar que ya le pertenece al argentino sin escatimar halagos. No es común que Xavier Villaurrutia refiriera palabras tan amables a gente fuera del círculo de confianza, antiguos integrantes de las revistas “Ulises”, “Contemporáneos” o proyectos afines a unos años de perder la vida en 1950.

Es justo decir que ahora se enfatiza en la voz y calidad como poeta: tras enumerar algunos libros incluidos en “Poemas” –“Fervor de Buenos Aires”, “Luna de enfrente”, Cuaderno de San Martín”, entre otros–, apunta directamente al rasgo distintivo por excelencia: pese a las décadas mantiene su unidad lírica, no es monótona y sabe desarrollar obsesiones, preferencias. Sostiene que Jorge Luis Borges supo aprovechar lo relevante de las vanguardias literarias sin estancarse en los modelos que fueron emergiendo, al contrario, evolucionó con ellas sin que sus transiciones fueran determinantes para detenerse sin agotar el estilo.

Nuevamente su “idea” de actualidad es utilizado cuando relata que la poesía del también narrador es atemporal; lo mismo pudo ser confeccionada en 1923 o ya entrada la década posterior. Ávido escritor –lo califica–, en sus trazos no caben las sorpresas, determinantes en otros autores, sino esquema de inteligencia, siempre se encuentra un paso adelante, al grado de anticipar cualquier elemento gestado a la sombra del ejercicio novedoso. Esta habilidad para leer el tiempo –sigue– es factible de entender a través de un texto “La noche cíclica”, donde fragua la estructura en versos alejandrinos y palabras esdrújulas, dramatizando su angustia ante lo desconocido.

Por lo que respecta al área de cuentos, Xavier Villaurrutia atribuye a Jorge Luis Borges ser –aunado a los apelativos anteriores– “agudo crítico” que cimenta en “Ficciones” una realidad de imaginación y fantasía. Aunque en otros tenores estas ideas implicarían sentido peyorativo, el dramaturgo se encarga de corroborar sus dichos: son “artificios” –dándole la palabra–, sentido atrevido destacando entre lo mejor de las letras hispanoamericanas.

Enaltece su narrativa perfecta, dando lugar a lo que concibe como “realidad inventada”, es decir, sistema de sentido que no soporta fallas y funciona a manera de fotografía racional. Observa en la prosa otra habilidad: dominar el tiempo: cada acción es llevada a través del lapso requerido, sin apresurarlo o dilatarlo se ajusta a necesidades del universo creado hasta anclarla en la memoria.

Acto siguiente Xavier Villaurrutia sustenta que junto a Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges encabeza una posibilidad seria en la llamada “literatura de invención”, comparando dicho estilo –no así el subgénero– con la atmósfera mexicana del momento que centraba su atención en –dice– en el “realismo seco”. Para finalizar, deja abierta la posibilidad que esta obra sea herencia de un erudito y producto enciclopédicos, atributos abordados plenamente años más tarde cuando se referencia al argentino.

Agudo en cada opinión, no es gratuito que Xavier Villaurrutia localice en Jorge Luis Borges rasgos de interés que lo hermanaran con su generación, sobre todo en este último artículo, el cual pareciera yacer al margen: opina –sin nombrarla textualmente– que su importancia lejos de la esfera local radica en su libertad creativa, apuntando al universalismo que defendió durante las polémicas juveniles cuando escritores no ceñidos en banderas nacionalistas (realistas) eran acusados de puristas o “cosas peores”.

Aquí puede hallarse el vínculo entre ambos, lo cual motiva hurgar en la memoria ensayística de Contemporáneos qué otros vasos comunicantes les parecieron cercanos a sus integrantes y si de alguna manera hubo reciprocidad con otros autores sudamericanos más allá de artículos prácticamente dejados al olvido.

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