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Crónica de los tropiezos

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que qué ironía en la cuarta transformación. El absolutismo, propio de un viejo régimen no de uno nuevo, ha metido al presidente Andrés Manuel López Obrador en una secuencia de problemas que ya sabemos cuándo y cómo empezaron, pero no cuándo y cómo terminarán. Se planteó en este espacio desde principios de octubre que la novatez del gobierno entrante producía escalofríos, cometiendo errores que tendrían la oportunidad de corregir antes de que asumiera López Obrador el poder. Han pasado sólo 13 días, que parecen un año, y siguen cometiendo los mismos errores, pero con una diferencia: ahora ya cuestan política y económicamente. Todos los días, literalmente, hay nuevos equívocos y molestias porque las cosas no salen como esperaban.

Lo más costoso ha sido la cancelación de la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, cuyo solo anuncio tuvo un impacto en las tasas de interés que incrementó en 50 mil millones de pesos la carga en el Presupuesto para 2019, lo que introdujo mayores obstáculos para financiar los programas sociales de López Obrador. Adicionalmente se dio la pérdida de confianza en López Obrador, y provocó que empresas europeas comenzaran a desmontar sus operaciones comerciales en México, mientras que otras empezaron a trasladarse a Brasil.

La suspensión de proyectos de inversión de empresas mexicanas fue casi total, sumándose a lo que ya había sucedido con firmas extranjeras. El dinero continuó saliendo de México al no encontrar los capitales tranquilidad en las declaraciones del presidente. López Obrador ha dicho que no será rehén de los mercados, pero la falta de conocimiento de los mercados de su equipo no lo llevó a ser rehén, pero sí a modificar su proyecto de nación. La incertidumbre detuvo obras en el país y un dinamismo ominoso en el sector de bienes raíces.

El clima de inversión quedó profundamente dañado, así como la certidumbre del futuro mediato. El anuncio de que se cancelaría Texcoco obligó a la Secretaría de Hacienda a salir al mercado a recomprar bonos que financiaron parte de la construcción del aeropuerto. La primera oferta fue rechazada y la segunda fue vista de mejor manera, pero no se sabe aún cómo finalmente reaccionarán los tenedores de los bonos. La segunda oferta incorpora una rectificación en la promesa de López Obrador, de que aumentaría el volumen de pasaje en el aeropuerto de Toluca a ocho millones de pasajeros, y establece como máximo cinco millones, como originalmente se hizo el proyecto, a fin de que no lastimen la Tarifa de Uso de Aeropuerto, que quiere incrementar el gobierno para apalancar la recompra de los bonos. Paradójicamente, la TUA fue el instrumento para financiar Texcoco, y ahora, sin ese aeropuerto, servirá para evitar que los demanden en tribunales neoyorquinos. La decisión explícita del presidente convirtió una caja registradora de ingresos en un costo.

Las decisiones incomprensibles y la novatez del equipo están siendo la marca de la administración de López Obrador en la primera quincena del sexenio. Pero lo que está ocurriendo no es por el infortunio que vino de fuera, sino obedece a un diseño, quizás a partir de un diagnóstico equivocado, sobre el nivel de calidad de funcionarios que quiere en su gobierno, cuyo recorte salarial no sólo acható el conocimiento que rodea al presidente, sino que adicionalmente llevó a la nueva administración a sostener casi mil 500 litigios de amparo contra esa medida y un enfrentamiento con el Poder Judicial. En este espacio se publicaron en agosto las probables consecuencias de lo que se fraguaba.

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Qué pena

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, señala que el problema es que se salen con la suya. La foto es clarísima. Los diputados del Partido del Trabajo van subiendo a la tribuna con una sonrisita como si fueran un grupito de adolescentes que está a punto de hacer una travesura. Y atrás de ellos van los medios fascinados por un escándalo que ya anunciaron con anterioridad. Despiértate, Conchita, que ahí va el payaso con un nuevo truco. Va a ser un notición. Prende la grabadora. Que venga el camarógrafo. Mira, parece que lleva una pancarta. Efectivamente. ¿Qué dice? No manches, está de pelos. Saca la foto. Postéala en el internet. Tuitéala. Habla a la estación para que entremos en vivo. Nos vamos a llevar la nota. Está de poca madre. Gracias, señor payasito, gracias por darnos este escandalazo.

Son nuestros representantes. Los diputados que hacen las leyes. Los legisladores que, ellos mismos, se dieron un reglamento para que sus sesiones fueran más serias. Que prohibieron, por ejemplo, el despliegue de mantas y cartulinas en la tribuna del Congreso. Pero, ¿quién está para cumplir esas leyes que ellos mismos legislaron? ¡Por favor! Si esto es México donde el deporte nacional es incumplir la ley comenzando, desde luego, con los legisladores. Son los primeros tramposos. Ese es el mensaje que nos envían.

Muchos se quejan porque tres comediantes ingleses, que hacen un programa sobre coches en la televisión británica, se burlaron de los mexicanos. Nuestro embajador en Londres demandó una disculpa pública a la cadena televisiva BBC. En las redes sociales y en los medios muchos se escandalizaron. ¿Cómo se atreven esos barbajanes imperialistas a burlarse del glorioso pueblo de México? Una nación seria, trabajadora, formal y respetuosa de la ley. Como sus diputados, los representantes del pueblo, que son los primeros en poner el ejemplo.

Tengo una idea: que venga el programa Top Gear de la BBC a grabar a San Lázaro a ver si cambian así la idea de lo que es México. Que entrevisten a los diputados del Partido del Trabajo para que se lleven una buena impresión de este país.

Pena. Eso es lo que me da cuando veo el patético espectáculo en la Cámara de Diputados. Pena por aquellos que creen que echar desmadre se vale en la política. Pena por los medios que trasmiten estas imágenes porque piensan que los índices de audiencia van a aumentar. Pena por el público al que en efecto le parecen graciosos los insultos e improperios que se lanzan desde la máxima tribuna del país.

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