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“Regenerar al campo significa fortalecer una identidad cultural de la más alta calidad humana”. Frase aludida en la imagen del 107 aniversario de la firma del Plan de Ayala.

Ayoxuxtla de Zapata está cerca de Chiautla de Tapia, Puebla, que conecta a la población zapatista por una vía llena de baches y curvas que transita por lomas, caseríos, barrancas y pequeños llanos, donde crece, en suelos pardos, esqueléticos y pedregosos, una gran diversidad de plantas, especialmente cactáceas. En una de las tantas vueltas que uno da en el trayecto, asoma de repente medio rostro de Ayoxuxtla y para entrar al corazón de la población hay que hacerlo por la calle principal llamada, faltaba más, Emiliano Zapata, que desemboca en el Museo, erigido como memoria histórica de la firma del “Plan de Ayala” en 1911.

Emiliano Zapata conocía ya a la comunidad antes de ser el Caudillo del Sur. Como se sabe, a los 20 años tuvo un altercado en Anenecuilco que lo obligó a huir del pueblo y dirigirse al Sur del estado de Puebla, donde trabajó como potrerero en la “Hacienda de Jaltepec”, ubicada en Chietla, cerca de Ayoxuxtla. La cuestión geográfica, así como la protección y afecto que le brindaron las/los ayoxuxtlenses, que cobijó en muchos trances al Caudillo del Sur, fueron las causas principales para que esta localidad fuera seleccionada por Zapata para la discusión y firma del Plan de Ayala durante el 26, 27 y 28 de noviembre de 1911.

Con este Plan, la/os zapatistas se deslindaron de Francisco I. Madero y de su “Plan de San Luis”, porque se rehusó a restituir las tierras saqueadas por los hacendados, que abusaron de la “Ley de Terrenos Baldíos” (1883), surgida de las entrañas de la “Ley Lerdo” (1856), con la cual el porfirismo alentó el robo de una cuarta parte de la superficie del territorio nacional, usufructuada por indígenas y campesina/os, para fortalecer a la hacienda, convertida en el motor económico del porfiriato.

Con el Plan de Ayala el zapatismo enarboló la lucha por la tierra que, vista como territorio, ha sido y es, la esencia que otorga identidad y subjetividad al campesina/o. Por ello, ser zapatista es ser campesina/o, porque uno nombra a lo otro, y con ello también nombramos a la comunidad rural y la milpa que, junto con el territorio, conforman lo tangible donde se traslapa lo humano y lo otro vivo, representado por una diversidad de plantas y animales, pequeños y grandes.

Territorio, comunidad y milpa son crisoles donde se funden y retroalimentan lo tangible con lo no tangible y lo vivo con lo inerte para reproducir procesos de vida. Se trata de patrimonios materiales-culturales, producto de una organización social del trabajo y de una memoria colectiva, extractada en saberes, conocimientos, ritos, mitos, leyendas, cuentos, convivencias sociales y otros bienes intangibles propios de la cosmovisión zapatista-campesina. Se trata de una memoria histórica que se ha reconfigurado y transmitido de generación en generación.

La ceremonia de la firma del 107 aniversario de la firma del Plan de Ayala, indica que el territorio, la comunidad y la milpa, se rehúsan a ser desposeídos por la cultura moderna movida por la competencia, el individualismo y la acumulación del capital, que ha carcomido, poco a poco, la esencia de lo humano, para convertirlo sólo en consumidores de bienes chatarra y en productores de gases efecto invernadero, que ha convertido a la biosfera en un horno que pronto será inhabitable.

La milpa en Ayoxuxtla y en México, no salió bien librada de la modernización agrícola, porque los neoliberales estimularon el uso excesivo del herbicida Faena, versión mexicana del Roundup, que dejó herido de muerte a este virtuoso agroecosistema. La/os campesina/os al dejar de ser necesarios como productores para mover la economía neoliberal, fueron desposeídos de su trabajo útil para el manejo de la milpa, que fue canjeado por este letal herbicida que casi destruyó el agroecosistema formado por alianzas establecidas entre los seres vivos (frijol, calabaza, chile, etcétera) y lo no vivo, que están presentes en la milpa.

Históricamente la milpa ha garantizado la autosuficiencia alimentaria y el derecho sostenible a la alimentación y nutrición sana, la creación de empleos y una relación armónica campesina/o-naturaleza que ha mermado la emisión de gases efecto invernadero y el cambio climático. Además, la/os milpera/os han custodiado y regenerado la diversidad genética de las semillas criollas, de saberes y de otros bienes intangibles implicados en el manejo de la milpa a nivel local.

Por estos motivos, concuerdo con la consigna que nos acompañó durante el 107 aniversario de la firma del Plan de Ayala y que a la literalidad dice: “Regenerar al campo significa fortalecer una identidad cultural de la más alta calidad humana”. Y agrego, fortalecer la identidad cultural, significa regenerar lo zapatista-campesina/o, el territorio, la comunidad rural y, sobre todo, la milpa.

 

Palabras agudas

El oficio  que me envió el director del ICUAP, Jesús Francisco López Olguín, refleja el autoritarismo y decadencia de la burocracia dorada de la BUAP;

se trata de una respuesta a destiempo de una petición que le envié el 12 de noviembre

 que, entre otros temas, elude el calendario de salidas de campo que le envié con bastante antelación,

donde agregué el 27 y 28, debido a que la invitación para asistir a Ayoxuxtla al 107 aniversario de la firma del Plan de Ayala me la hicieron llegar tardíamente. El oficio citado, además evidencia el inhumano acoso laboral perpetrado en mi contra donde también participan Ygnacio Martínez Lagunas, responsable de la VIEP, y la Abogada General de la BUAP, Mtra. Rosa Isela Ávalos Méndez, acoso que ha deteriorado mi salud e ingresos, ya que mi salario quincenal actual es cerca de 5 mil pesos.

Se trata de una violencia estructural que ha durado varios años, donde se han coligado actores de la propia BUAP (Recursos Humanos, Derechos Universitarios, etcétera), y de otras instancias no universitarias, como la Junta Especial número 5, la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla y los Juzgados de Distritos. Las autoridades y/o funcionarios citados, han fallado a su deber constitucional de proteger mis derechos laborales y humanos, siendo ellos mismos quienes los han vulnerado; hechos que sin duda manchan la reputación de nuestra universidad y sus altos fines.

A pesar de este ambiente adverso, mi actividad académica no ha mermado; así lo muestra mi reciente ingreso como miembro regular a la Academia Mexicana de Ciencias y mi permanencia en el Sistema Nacional de Investigadores, nivel II.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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Miguel Ángel Damián Huato es profesor-investigador del Centro de Agroecología del Instituto de Ciencias de la BUAP. Fue Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2011 y es miembro del Sistema Nacional...