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La reaparición de Carlos Salinas en el evento, presuntamente académico y conmemorativo sobre los 500 años de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, ha despertado infinidad de suspicacias debido a las expresiones vertidas en su disertación sobre el tema. Genio y figura, Salinas fue presentado como un connotado maquiavelista. Sin embargo, los planteamientos teóricos expuestos terminaron por modificar tal caracterización y lo dibujaron, más bien, como un maquiavélico. Los asistentes al evento jamás pudieron establecer con mediana claridad si las ideas que expuso durante su intervención en el acto, eran las deducciones obtenidas de sus análisis de la obra homenajeada o, si tras ellas, mostraba encubiertas advertencias o amenazas dirigidas contra el presidente electo de la República.

Con ese espíritu maquiavélico mostrado a lo largo de tres décadas, el llamado jefe de jefes, el poder real, el poder tras el trono durante cinco sexenios, acudió como invitado a las instalaciones de una poco conocida institución privada para sustentar la ponencia Realismo e idealismo en Maquiavelo. De su exposición, los medios destacaron como notables las aseveraciones en que dijo: <<la República está ante un gran riesgo, el de renacer o el de desaparecer>>; <<como dijo el florentino, “el riesgo es alto para la República si las circunstancias cambian y el gobernante no cambia su forma de proceder, porque las Repúblicas también perecen>>; <<Lo más difícil para un gobernante es cambiar su actuar ante un fenómeno inesperado>>; <<quien se prepara para gobernar tiene que prepararse para el golpe inesperado, para el cambio inesperado>>.

Nadie podría afirmar con certeza que Salinas sea un hombre sin poder. En México, el modelo de capitalismo salvaje de la globalización asentó sus reales durante su sexenio. Le dio sustento ideológico con su teoría del neoliberalismo social. Algunos de los hombres más ricos del mundo fueron creación suya operando el despojo de las grandes empresas propiedad del Estado mexicano, mediante diversos artificios jurídicos y propagandísticos –como el Estado obeso y su adelgazamiento cuyos alcances económicos y políticos el grueso de la sociedad mexicana, en su momento, no tuvo capacidad de descifrar, comprender, ni dimensionar- para transferirlas a las manos privadas que hoy son capitalistas de talla mundial y controlan el destino de la economía nacional. Quizá podría considerarse que sus hombres perdieron una buena parte de su poder electoral y político, pero eso no significaría que el salinismo ni su progenitor carezcan de poder político, económico y fáctico. Lo conservan. Esto, precisamente, hace relevante su aparición directa y los planteamientos vertidos por Salinas.

Reaparece en un momento especial caracterizado por la derrota electoral de “sus” partidos políticos, el periodo de transición gubernamental y ciertas definiciones políticas y económicas emprendidas por López Obrador. Frente a la asombrosa derrota electoral de los candidatos que enarbolaron la continuidad de su proyecto político y el pasmo argumental de los grupos empresariales que tenían la exclusiva para la construcción del aeropuerto de Texcoco, Salinas ha tomado la determinación de salir a escena pública para, él mismo, dirigir la recomposición y el reacomodo de las fuerzas de la derecha que, luego de verse arrolladas el primero de julio, se veían desorientadas y sin brújula.

Las reacciones a este impulso provienen de Peña Nieto, el gran capital, los medios de comunicación, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y el panismo, que ya actúan en santa comunión para acotar y tender trampas al que será nuevo gobierno, con afán de desacreditar su proyecto de Nación al que peyorativamente motejan de “populista”. Quien vea y escuche la descomunal campaña mediática de Peña asentada en el discurso positivo de sus presuntos logros de gobierno, no puede menos que preguntarse ¿si todo estaba tan bien, por qué los electores votaron en contra? El gran capital se expresa con el tipo de cambio, fluctuaciones de Bolsa, y las reacciones de los mercados para mostrar su inconformidad; los medios de comunicación masiva –casi absolutamente de propiedad privada- reclaman libertad de expresión al tiempo que cierran sus puertas a la pluralidad ideológica; la Corte en pleno se prepara para descarrilar el proyecto de austeridad republicana; y el panismo se reagrupa haciendo uso de las peores prácticas priistas para la elección de sus dirigentes y funcionarios públicos, sin más armadura ideológica que las ansias de poder y un enfermizo antiizquierdismo.

Puede asegurarse que los dos hombres que poseen el más profundo conocimiento de las entrañas del poder político en México, uno por sostenerlo durante más de treinta años y, otro por luchar en su contra durante el mismo lapso, son precisamente Carlos Salinas de Gortari y Andrés Manuel López Obrador. A decir de quienes han seguido su camino público <<La trayectoria política de Andrés Manuel López Obrador corre paralela a su confrontación con Carlos Salinas de Gortari: desde su renuncia al Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 1988, hasta su victoria, el 1 de julio, exactamente tres décadas después>>. (Álvaro Delgado, “A Salinas se le salió de control”, Revista Proceso: El largo y rudo camino al poder, Ed.esp.ext. agosto 2018).

Salinas es el diseñador del México que vemos todos los días, por todas partes, a todas horas. Es el artífice de los proyectos de inversión que, por su naturaleza, son excluyentes del grueso de la población. López es el promotor de un proyecto de Nación que busca cobijar a todos los habitantes. Es la gran diferencia que distingue una forma de conducción gubernamental, de otra: <<El equipo de Salinas era tan soberbio y tan desagradable…eran muy prepotentes y yo me encontraba incomodísima. Salinas sentía que tenía su reino>>. (Clara Jusidman). Pero la diferencia también es estilo de vida: <<En una ocasión, Ovalle y el gobernador Rovirosa fueron a Nacajuca y llegaron a la oficina de López Obrador, quien andaba en una obra con los indígenas en los camellones chontales. Fueron a verlo: “Tenía los pantalones arremangados, con los pies en el lodo, trabajando con la gente”. Luego los invitó a su casa, una choza con piso de tierra, donde vivía con su esposa Rocío…Vivía igual que la gente>>.

Buscar formas de pensamiento y organización social que ayuden a corregir los errores y excesos deshumanizantes del capitalismo y su régimen político, no es populismo. Debemos ayudar, no boicotear. Cuestión de elección.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 10 de noviembre de 2018.

José Samuel Porras Rugerio

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