Si los estadounidenses liberales quieren identificar a los responsables del éxito político y de gobierno de Donald Trump y sus posibilidades para mantener el control republicano del legislativo, no deben ir muy lejos por las respuestas: Barack Obama, Hillary Clinton, el Partido Demócrata y el establishment liberal.

El problema con los liberales estadounidenses radica en que no se escuchan más que a sí mismos. A diferencia de los políticos que gobernaban para los empresarios, Trump es un empresario que gobierna para la gente que detesta la estructura de poder; y descubrió que la gente –el votante– en realidad habla de derechos cuando quiere justificar el deterioro del bienestar; por eso Trump se dedicó a restaurar el bienestar y se olvidó de los derechos civiles, raciales, humanos.

El fenómeno Trump reveló –no se sabe si era su intención o si lo descubrió en el camino y lo potenció– que los políticos le apuestan a que a la gente le vaya mal para fijar su propio necesariato y que son rehenes de su propia retórica. El modelo Obama de que los EE. UU. son necesarios y que hay que compartir la decadencia fue cambiado por Trump: primero los americanos, porque si les va bien a ellos les tendría que ir bien a los aliados.

El debate intelectual en los EE. UU. sigue dominado por los liberales del establishment del poder. Por eso análisis heterodoxos son desdeñados. En su reciente libro El coraje de la desesperanza. Crónicas del año en que actuamos peligrosamente, el filósofo esloveno Slajov Žižek –en esa curiosa mezcla de conservador neocomunista– logra darle una lectura dialéctica a Trump y su victoria en noviembre de 2016 para señalar que el gran triunfo político del empresario fue en la cultura del estadounidense.

Las elecciones legislativas de hoy martes 6 de noviembre que van a definir las mayorías en las dos cámaras han desorientado a los analistas porque siguen haciéndose en torno a los enfoques liberales del grupo de poder dominante demócrata y no a los nuevos parámetros culturales de la sociedad que ha logrado reorganizar Trump. En este sentido y por la jefatura política de Trump de los candidatos republicanos, la derrota demócrata podría estar cantada. Y en el supuesto caso de lograr la mayoría liberal, no indicaría que Trump pudiera perder su reelección en el 2020.

De acuerdo con Žižek, el único con capacidad para hacerle oposición real a Trump es el socialista Bernie Sanders porque su propuesta se basa en una reorganización del liberalismo en torno a propuestas contra el establishment empresarial, bancario y militar que representa Hillary Clinton. Por eso la mejor garantía de la reelección de Trump estaría en la candidatura presidencial de Hillary en el 2024.

Los grupos de poder fracasaron en la candidatura de Obama en 2008 y 2012 porque lo nominaron para atender a los sectores marginados atraídos por su condición de minoría racial, pero Obama dedicó sus ocho años de gobierno a salvar al capitalismo corporativo. En cambio, Trump por sí mismo se perfiló como el salvador del capitalismo para beneficio de las clases no propietarias, paradójicamente los estadounidenses de condado, la mayoría silenciosa productiva contra el Estado y la estructura de poder que había sido descubierta por Nixon.

Los demócratas equivocaron el camino, escribió Žižek en los días de la campaña del 2016, porque le apostaron al fracaso de Trump; ¿y si su proyecto acaba funcionando?, se preguntó. En las elecciones legislativas de hoy martes se sabrá si los electores votan por el establishment o por los resultados. Al final, la agenda anti bienestar de Trump –contra el cambio climático, por ejemplo– se convirtió en la agenda por el crecimiento económico, el empleo y el bienestar.

La lógica de los liberales demócratas –Clinton y Obama– y sus aliados conservadores –los Bush– se basó en la responsabilidad mundial de los EE. UU., en tanto que la de Trump se sostuvo con el argumento de que primero los estadunidenses. Por eso Trump está ganando la batalla del muro migratorio y las deportaciones. La agenda liberal de los derechos en los sesenta –Kennedy y Johnson– se alcanzó a costa de sacrificar bienestar mayoritario. A los seguidores de Trump no les preocupa el aborto, sino que quieren que las clínicas anti aborto no reciban dinero fiscal.

Los demócratas no entendieron la lógica social de las elecciones del 2016. La explicó Sanders: “no basta con decir: soy una mujer, vótenme. Lo que necesitamos es una mujer que tenga agallas de plantarle cara a Wall Street, a las compañías de seguros, a las empresas farmacéuticas, a la industria de los combustibles fósiles”. Ahí falló Obama: no fue suficiente que un afroamericano gobernara, sino que lo hizo a favor de los poderes económicos.

Los ciudadanos votaron, dice Žižek, por el desastre (Trump) y no por la supervivencia (Hillary). Y van ganando.

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...