El diario Reforma, en su edición del día 24 de octubre de 2018, informaba que el Gobierno estatal de Chihuahua suspendió el programa Música en tu escuela, “el cual, después de 19 años, había logrado la conformación de cuatro sinfónicas y presencia en 15 comunidades”. La medida afectó, puntualiza Reforma, a 50 profesores y 4 mil alumnos del sistema público, que ahora ya no tendrán clases de música ni aprenderán a tocar un instrumento. El argumento para desaparecer tan loable programa es que “es caro” y ahora son momentos, dice el gobierno de Chihuahua, “de ahorrar”. Según los testimonios, a los maestros los citaron el 15 de octubre y les obligaron a firmar su renuncia. Los corrieron, pues. Aunque el programa ya sufría el desmantelamiento oficial desde hace por lo menos dos años: “El presupuesto que se asignó al programa en 2017 y 2018 fue de 100 mil pesos anuales, pero desde 2017 no se ejerció ni un solo peso para proporcionar instrumentos a las escuelas, el dinero estaba etiquetado, pero no tuve acceso a él y de manera paulatina me dejaron sin secretaria, sin líneas telefónicas, sin internet, sin material de oficina y sin recursos para acudir a las comunidades a supervisar las actividades”, dijo el profesor Rito Olivas, coordinador del proyecto durante 19 años.

No se trata de un descuido gubernamental o de meras ganas de ahorrar; no, de ninguna manera. Se trata de una política educativa diseñada para no educar, prohijada y maquinada desde el Gobierno, tenga el color que tenga momentáneamente. Por eso, el desmantelamiento del programa Música en tu escuela de Chihuahua es un reflejo fiel de lo que sucede con la educación en México: no hay educación artística, no hay fomento al deporte y las ciencias sociales y naturales se enseñan de manera superficial. Al Gobierno no le interesa formar científicos, ni músicos, ni políticos de altos vuelos, ni bailarines, ni escritores, ni nada. Y por eso estamos como estamos y nos va como nos va.

Pero remando a contracorriente de esta tendencia, va el Movimiento Antorchista Nacional, desde hace 44 años, creando una corriente cultural de masas, diseñada para aculturar a una nación entera, para que sueñe y se eleve por los aires orgullosa y retadora. Y por eso fomentamos las bellas artes y creamos espacios adecuados para su práctica cotidiana en todos los lugares en donde hacemos trabajo político. Creemos que al pueblo de México no sólo se le ha negado el acceso al arte, sino que se le ha negado su práctica y, por tanto, su entendimiento profundo. El arte nacional, no es novedad, es desconocido. Y para qué hablar del arte mundial.

Pero sostenemos que las Bellas Artes, unidas a un entendimiento revolucionario de las ciencias sociales y naturales, son un poderoso instrumento de transformación del individuo, que con su contacto y conocimiento deja de vivir mecánicamente y comienza a vivir plenamente, racionalmente, o a exigir una vida así a quienes se la niegan.

Por eso hacemos arte con tanta decisión y poniendo en ello todas nuestras fuerzas posibles. A diferencia del Gobierno, que tiene a su disposición todo el dinero del país, nosotros no escatimamos tiempo, maestros ni dinero. No nos andamos con “ahorros” y excusas engañabobos, porque tenemos bien medidos los efectos transformadores del arte, el deporte, la educación y la politización de los pueblos. Por eso, a pesar de que no tenemos los recursos del gobierno, hacemos nuestro mayor esfuerzo con nuestros mejores recursos. Así organizamos ya, en todo el país, decenas de concursos artísticos y torneos deportivos, cuya cima son nuestras muy famosas Espartaqueadas Culturales y Deportivas en Tecomatlán, a las que acuden cada año más de 20 mil jóvenes que compiten de manera fraterna.

Uno de esos encuentros es el III Concurso de Folclor Internacional que este año tendrá como sede el Auditorio Guelaguetza de la ciudad de Oaxaca, el próximo sábado 27 de octubre, en punto de las 10 de la mañana. Como siempre, la entrada al recinto será gratuita. Veremos desfilar por el escenario a más de mil bailarines de alta factura, que son quienes conforman a 16 compañías de varios estados de la República y que representarán el folclor de Venezuela, Brasil, India, España, Grecia, Perú, Filipinas y muchos otros países.

En efecto, será una fiesta cultural, pero también será un grito de protesta, porque en Oaxaca suceden cosas muy graves, a ciencia y paciencia de varios gobernadores, incluido el actual. Las instancias de justicia están, igual que la educación, para no hacer justicia, por lo menos no para el pueblo, para el humilde, para el que no puede pagarla.

Así pues, el III Encuentro de Folclor Internacional de Antorcha será un foro que, a nombre de decenas de campesinos de Santo Domingo Yosoñama, en la Mixteca Oaxaqueña, exigirá dos cosas: que se ponga un alto definitivo a la masacre de indígenas en esta comunidad y que se haga justicia a los que ya han sido asesinados y que sobrepasan los 22. Los campesinos de Yosoñama han resistido en la defensa de sus tierras y para impedir ser sometidos por grupos caciquiles de San Juan Mixtepec, que buscan lucrar con su pobreza y con las tierras que les quieren arrebatar.

Desde el año 2010 a la fecha, estos grupos caciquiles de San Juan Mixtepec, a cuya cabeza se han puesto las autoridades municipales, han sido los principales promotores de una ola de violencia que ha dejado como saldo 22 campesinos de Yosoñama asesinados y otros tantos heridos, para sembrar terror entre la población de esta pequeña comunidad y que, por esta vía, les cedan las tierras que les han pertenecido desde tiempos ancestrales.

El último de estos crímenes ocurrió el domingo 7 de octubre, cuando un comando asesinó a balazos al antorchista Apolinar Ventura Paz, en el paraje Agua Paloma mientras recogía leña con su esposa. Sin embargo, varios crímenes han sido verdaderamente monstruosos y dantescos. El penúltimo, claro ejemplo de la bestialidad criminal, ocurrió el miércoles 8 de agosto, a las 5:00 de la mañana, en la carretera que corre de Santa Catarina Yutandú a Tezoatlán de Segura y Luna, a la altura del paraje Rancho Señor, cuando un comando armado asesinó, con una saña brutal, a un campesino adulto, tres mujeres, una jovencita de 17 años y un niño de 10 años, cuando viajaban en un taxi para realizar sus actividades del día. Salvo el conductor del vehículo, todos eran antorchistas originarios de comunidades de San Juan Ñumí, que pertenece al núcleo agrario de Santo Domingo Yosoñama.

La inquina de los asesinos fue tal que el carro recibió tantos impactos de bala como para dejar los cuerpos de algunas de las víctimas prácticamente irreconocibles, es decir, para deshacerlos a balazos. Es seguro que a los autores materiales e intelectuales del crimen les interesaba que la crueldad fuera indescriptiblemente dantesca para sembrar pavor inimaginable entre los pobladores de Santo Domingo Yosoñama. La política del terror contra las familias de este poblado dura ya 10 años y parece que a ninguna autoridad le interesa ponerle un alto definitivo. Y es claro que quienes cometieron el asesinato múltiple están seguros de que habrá impunidad, dada la experiencia que existe en hechos similares ocurridos contra la misma población de Yosoñama.

Los antorchistas, pues, iremos al III Concurso de Folclor Internacional a decirle al Gobierno del estado que estamos inconformes con la nula justicia en el caso de Yosoñama, que estamos indignados con la nula atención al dolor de un pueblo entero y la nula respuesta a su demanda: la posesión efectiva de un pedazo de tierra que les ha pertenecido desde tiempos inmemoriales. Iremos a Oaxaca a refrendar nuestra solidaridad absoluta con la lucha de los antorchistas oaxaqueños y a decirles que, de ser necesario, volveremos a su estado en número de miles para protestar contra quienes permiten el abuso de los poderosos contra los débiles. Nada más, pero nada menos.

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