Para los estudiantes de la normal de Ayotzinapa que empapados de sangre se afanan por construir un nuevo cielo y una nueva tierra.

Hace 48 meses fueron desaparecidos 43 estudiantes de la Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, Guerrero, la cual fue calificada por Enrique Peña Nieto, todavía presidente de México, “como un acto de barbarie que no puede distinguir a México”. Y sin embargo, estos actos de barbarie política es lo que ha definido durante décadas al país, debido a que los derechos humanos y el disenso político, parte esencial de un Estado democrático, no ha sido una prioridad para la mayoría de los regímenes políticos del PRI-anismo.

Esta represión generalizada ha seguido vigente en México; no se ha modificado ni un ápice. Sigue el asesinato, la tortura y/o la desaparición contra los dirigentes de los movimientos sociales; extendiéndose, incluso, a un colectivo como fue el caso de los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa acaecido en la trágica noche del 26 de septiembre de 2014. Estos normalistas están agrupados en la Federación de Estudiantes y Campesinos Socialistas de México (FECSM), empeñados en defender el carácter obligatorio, gratuito y laico de la educación en México.

Pero también la FECSM, tuvo y ha tenido una participación política relevante, en contra las contrarreformas estructurales promovidas por el gobierno de Enrique Peña Nieto, las cuales están articuladas, como plantea William Robinson en sus nueve tesis sobre la globalización, en una nueva división internacional del trabajo dirigida por una oligarquía nacional y mundial, vinculada a una agenda global que está compuesta por elementos económicos, políticos y culturales que se refuerzan mutuamente y que, en su conjunto, comprenden un nuevo modelo de acumulación de capital, denominado neoliberalismo.

Este modelo tiene como propósito resarcir la caída inexorable de la tasa de ganancia que se pierde en la producción, por razón de la sustitución de trabajo asalariado por maquinas derivando, simultáneamente, en una fuerte contracción de la demanda, debido a que la capacidad de compra de los trabajadores se reduce.

Esta elite trasnacional para elevar sus ganancias ha presionado a los responsables de los gobiernos de los países dependientes para que reduzcan drásticamente, los salarios y las prestaciones laborales que prevalecieron durante la posguerra. De este modo, la pobreza de los trabajadores en el mundo, y de México en particular, encuentra su contraparte en la enorme riqueza que detenta la elite trasnacional, que ha desembocado en una desigualdad social jamás vista. Extrema pobreza y riqueza, son dos consecuencias que emergen del nuevo modelo de acumulación neoliberal.

Resarcir la caída de la tasa de ganancia de la elite trasnacional, también exige llevar a cabo tareas como la minería a cielo abierto y la fracturación hidráulica para la producción de hidrocarburos, lo cual no sólo afecta los derechos agrarios de las comunidades y agudiza la perdida de la soberanía alimentaria del país, sino que está causando una fuerte contaminación ambiental que está poniendo en riesgo la propia supervivencia humana.

Para mantener este modelo de acumulación global se requiere, además, que los regímenes políticos de los países dependientes, como México, se encargue de mantener el orden y la estabilidad social a cualquier costo; incluso mediante actos de barbarie política como ha sido la desaparición de los 43 normalistas y de miles de luchadores sociales. Los responsables de esta barbarie política son el Estado mexicano, porque se ha ocupado de garantizar altas tasas de ganancia a una elite, en detrimento de garantizar mayores ingresos que puedan mejorar el nivel de vida de los habitantes del país.

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Miguel Ángel Damián Huato es profesor-investigador del Centro de Agroecología del Instituto de Ciencias de la BUAP. Fue Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2011 y es miembro del Sistema Nacional...