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El arrebato de Jiménez Espriú

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que es injustificable y lamentable que el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, haya desestimado primero, y tomado a la ligera después, la opinión técnica del Colegio de Ingenieros Civiles sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Es conocida su convicción ideológica –porque está metida de esa forma en su cabeza– que la mejor opción para una nueva terminal aérea es la que sugirió su amigo y asesor del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, José María Riobóo, 10 meses después de no ganar la licitación para construir las pistas del nuevo aeropuerto.

El Colegio fue una de las instituciones técnicas a las que les pidieron López Obrador y Jiménez Espriú que emitieran su opinión sobre la viabilidad y factibilidad de un nuevo aeropuerto en Texcoco o Santa Lucía, y aportaran elementos al debate público. Así lo hizo el Colegio y determinó que Santa Lucía no era una opción y costaría 66 por ciento más que Texcoco. Jiménez Espriú dijo que estaban mal sus cálculos sin dar a conocer los suyos, basados en expertos chilenos, que dijeron que era Santa Lucía, no Texcoco, donde estaba la terminal prometida, cuyos nombres mantiene en secreto. Hasta ahora no se conoce el proyecto ejecutivo de Santa Lucía, propuesto por él y Riobóo, para que los expertos lo puedan examinar. Sólo palabrería del futuro secretario, que en este caso se acercó más al arrebato contra quienes contradijeron su idea.

La discusión ha sido política desde la campaña presidencial, cuando López Obrador dijo que era una obra “faraónica”. El presidente electo ha ido modulando su discurso y encontró en una consulta pública –o encuesta nacional– la salida al entuerto retórico en el que se metieron. Sólo como antecedente a esa propuesta, el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, la empresa de participación estatal mayoritaria responsable de la obra, administración y operación del nuevo aeropuerto, se ajustó a los Principios de Ecuador, un código de prácticas para determinar, evaluar y administrar los riesgos sociales y ambientales de los proyectos, que fortalecen las posibilidades de financiamiento, y realizó una consulta pública en toda la zona del nuevo aeropuerto y entabló un diálogo social en los cinco municipios aledaños a la obra, donde viven alrededor de 300 mil personas, donde obtuvo 75 por ciento de aprobación al proyecto.

Esa consulta no fue nacional y se enfocó a los municipios donde tendrán una afectación directa por la nueva obra. La consulta nacional, o la encuesta que se ve como una alternativa por razones de tiempo, se está impulsando desde el equipo del presidente electo con una petición concreta a los medios: abrir espacios al debate sobre la nueva obra. El llamado a los medios ha sido bien recibido porque ello permite que los niveles de información de calidad sobre la obra se socialicen y la gente pueda tomar mejores decisiones. Por eso, la postura de Jiménez Espriú contradice el interés de López Obrador para abrir la discusión sin prejuicios.

La discusión sobre el nuevo aeropuerto, como se apuntó aquí el viernes, debe escapar del cómo no se construye en uno u otro lado, y cómo sí se construye. El cómo sí, por el avance de la obra en Texcoco y los costos que tendría su cancelación, no sólo económicos, sino los financieros –al perder calificación de deuda–, debe dejar en paz la opción de Santa Lucía y enfocarse en cómo y qué se debe hacer para mejorar la obra actual. Esta argumentación es lo que quiere presentar el Consejo Coordinador Empresarial al presidente electo, como un alegato de apoyo a que la obra “faraónica” que planteaba sin información correcta –Riobóo le aportaba datos parciales e incorrectos– se convierta en un detonante para el desarrollo para el nuevo gobierno.

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El argüende de AMLO para salvar la cara

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, señala que durante su campaña presidencial, López Obrador prometió cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Después de que ganó las elecciones, anunció una consulta el 28 de octubre para que “el pueblo” decida sobre el futuro de este proyecto. Se trata de una estratagema para que el próximo Presidente salve cara.

La decisión, creo, ya está tomada: Incumplir con la promesa de campaña y seguir la construcción del NAIM en Texcoco. ¿Por qué? Primero, por las alternativas que están sobre la mesa. La primera es la continuación del NAIM. La segunda es cancelarlo, hundir alrededor de cien mil millones de pesos en costos y construir un nuevo aeropuerto en la Base Militar de Santa Lucía que conviva con el actual aeródromo Benito Juárez de la Ciudad de México. Pero esta segunda alternativa es, en realidad, una “no opción”. Para empezar, está basada en especulaciones. Existe una maqueta con un primer presupuesto que no parece realista. Lo más importante de todo es que los especialistas técnicos han dicho que en el espacio aéreo del Valle de México no caben dos aeropuertos. O sí caben, pero habría que espaciar las operaciones de despegue-aterrizaje entre los dos aeródromos, es decir, no se ganaría mucho en términos de expansión de las operaciones cuando precisamente se requiere eso.

No por nada, todas las asociaciones profesionales de ingenieros, las cámaras relacionadas con el tema (industria aérea, turismo, comercio, etcétera) están a favor de seguir el proyecto de Texcoco. En cambio, a favor de la “no opción” están algunos ambientalistas, pobladores de San Salvador Atenco y empresarios con conflictos de interés como Riobóo. Están, desde luego, en su derecho de insistir por una “no opción”.

Si la combinación de Santa Lucía-Benito Juárez no es viable, hay quienes han dicho que se debería cancelar Texcoco y revivir la idea de construir un nuevo aeropuerto en Tizayuca. A lo mejor sería lo más conveniente, pero esa alternativa ni está sobre la mesa ni será parte de la consulta popular. Por tanto, si le van a ir a preguntar a la gente entre una “opción” y una “no opción”, pues ya sabemos cuál va a ganar: La única opción real. (Esto no quiere decir, por supuesto, que el nuevo gobierno de AMLO no tenga que revisar con lupa todos los contratos para detectar si hubo o no actos de corrupción en la que será la obra de infraestructura más costosa de la historia del país).

Entonces, ¿para qué tanto brinco si el piso está ya parejo? Por una razón: AMLO necesita salvar la cara. Se trata de una situación incómoda para el Presidente electo. En su campaña, prometió cancelar Texcoco. Ahora necesita una explicación para preservar su dignidad y decoro frente a lo que, a todas luces, era una mala propuesta. Para tal efecto, se inventó lo de la consulta popular. De esta forma, podrá decir que él no reculó, sino que fue el pueblo, siempre sabio, el que decidió seguir adelante con el NAIM. Además, si en el futuro algo malo pasa con el nuevo aeropuerto, podrá argumentar que él se oponía y se echó para atrás por mandato ciudadano. Estamos hablando, en suma, de puro argüende para salvar la cara.

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El presidente fantasma del PAN

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, indica que nos comentan que la ausencia del presidente nacional del PAN, Marcelo Torres Cofiño, a los festejos del 79 aniversario del partido en la Columna de la Independencia, fue para darle paso a Marko Cortés, quien aspira a la candidatura por la presidencia del instituto político. La inasistencia de don Marcelo al acto en el Ángel, nos dicen, deja muy endeble su liderazgo, pero sobre todo, afirma los dichos de que Cortés es el “candidato oficial”, pues en todos los actos de años anteriores, quien encabeza la ceremonia es el líder nacional y no un aspirante a la dirigencia. Nos hacen ver que muchos panistas calificaron el hecho de poco democrático y deja al aspirante anayista mal parado, al actuar como si fuera ya el nuevo presidente, mientras que Torres Cofiño hace las veces de presidente fantasma.

La disputa por las presidencias en el Senado

Los grupos parlamentarios del Senado alcanzaron un acuerdo en el reparto de comisiones legislativas, que al parecer —dicen— deja a todos satisfechos. Ese fue el primer paso, el fácil, porque el que sigue, nos hacen ver, será un verdadero desafío, pues ahora a cada grupo parlamentario le tocará elegir a su presidente de comisión. En Morena, la disputa ha comenzado desde hace unas semanas. Nos mencionan que la maestra Delfina Gómez pidió mano para presidir Educación; el senador Armando Guadiana para Energía. Lo cierto es que él único que tiene presidencia asegurada es Héctor Vasconcelos para Relaciones Exteriores, por el acuerdo político que hizo con el líder máximo de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quien lo había designado canciller y luego tuvo que dejarle su lugar a Marcelo Ebrard, acción que le ganó el apoyo presidencial para encabezar en el Senado la Comisión de Relaciones Exteriores. Así que quitando esa, haga sus apuestas para ver quiénes logran una presidencia de comisión.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que en esferas del gobierno federal en curso ponderan que en el debate sobre el nuevo aeropuerto falta saber qué pasaría con los 150 mil millones de pesos de la deuda en bonos verdes con los que se construye la terminal de Texcoco, en caso, claro está, de que la decisión sea Santa Lucía.

¿Por qué? Porque habría desde luego que pagarlos y sumarlos a los 100 mil millones de pesos de obra y materiales adquiridos.

Que a lo mejor la negociación de los diputados de Morena para hacerse de una mayoría con legisladores ecologistas no salió tan barata, como dijo el coordinador Arturo Escobar, porque al parecer el gobernador Manuel Velasco no regresará a su escaño en el Senado y más bien irá a algún espacio en el gabinete.

Bien dicen que con sus amplias relaciones familiares, ese chiapaneco cae parado siempre.

Que hablando de chiapanecos, el priista Noé Castañón libró también la acusación de falsedad de declaraciones y en los próximos días puede estar rindiendo protesta en el Senado, donde se le agota el tiempo porque ya transcurrieron cinco sesiones, si se toma en cuenta la de instalación y ese procedimiento debe concretarse a más tardar en las primeras 10 sesiones de la cámara.

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