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¿Quién mece la cuna?

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, señala que la inestabilidad en la apática comunidad universitaria prendió como un cerillo en pasto seco y comenzó como detonan muchas tragedias, con un incidente menor mal manejado. Hace tres semanas, la directora del Colegio de Ciencias y Humanidades Azcapotzalco, María Guadalupe Márquez, removió un mural que habían pintado los estudiantes hace cuatro años, lo que provocó su protesta inmediata. En la UNAM se vio el problema y hubo voces que sugirieron removerla. No lo hicieron y la protesta creció. Los estudiantes tomaron el plantel. Cuando cuatro días después se tomó la decisión de destituirla, la semilla de la desestabilización estaba sembrada.

Las condiciones fueron ensanchadas por otra mala decisión, que no alcanzó a ver el fuego que se extendía. El lunes pasado se autorizó que en la zona de la explanada de la Rectoría, en Ciudad Universitaria, las porras de la UNAM y el Politécnico intercambiaran sus banderines, como parte del ritual que precede al gran clásico del futbol americano colegial, programado para jugarse este sábado en el Estadio Olímpico. Cuando se supo que una marcha de los estudiantes de Azcapotzalco, para protestar contra lo que habían hecho en su escuela, desembocaría en la misma zona, el responsable de esos permisos en Rectoría no movió el lugar para el intercambio de banderines. Este segundo error incendió la pradera.

Estudiantes y provocadores ajenos a la UNAM llegaron a la explanada. Unos con sus pliegos petitorios y otros con palos, petardos y cócteles Molotov, que se habían mezclado. Lo que comenzó en Azcapotzalco el 27 de agosto se venía incubando con malas decisiones administrativas, hacinamiento de alumnos en los salones de clase y ausentismo de maestros. La remoción del mural fue lo que desbordó la conflictividad interna, y el paro en ese colegio lo que contaminó al resto de las escuelas. En unos cuantos días, la demanda de libertad de expresión se convirtió en la exigencia de que renuncie el rector Enrique Graue, y el paro en una escuela se extendió a 30 más y se anticipa que se irán sumando al menos otros 10 planteles en los próximos días.

Durante varios años la comunidad universitaria estaba en un estado durmiente y de pronto se agitó y movilizó como no se había visto en casi dos décadas. No se sabe aún quién mece la cuna, pero las autoridades universitarias y del Gobierno de la Ciudad de México coinciden en que lo sucedido el lunes en la explanada de la Rectoría fue un acto premeditado y una provocación. Quiénes, de acuerdo con el rector Graue, es lo que están investigando. El rector ha señalado a grupos de porros dentro de los planteles de la UNAM en Azcapotzalco, Naucalpan y Vallejo, pero también están determinando si en efecto, como se ha denunciado en las redes sociales, hay un grupo del PRD vinculado a la Delegación Gustavo A. Madero que financiaba esos grupos de porros, responsables de esta embestida de desestabilización.

Lo que sucede en la UNAM es preocupante y si no se resuelve rápidamente, el fuego se extenderá a más escuelas la próxima semana con la posibilidad de que se forme, como tres veces en el último medio siglo, un Consejo Nacional de Huelga, que sería el inicio formal de un otoño caliente. La dinámica y evolución de estos incidentes evocan fuertemente al Movimiento Estudiantil de 1968, aunque la velocidad con la que avanzan los eventos se acelera y multiplica por las redes sociales, inexistentes en aquellos años. Hay diferencias entre lo que pasó hace medio siglo y ahora, aunque en el fondo no tanto. Movilizaciones universitarias que inician por problemas acotados, se van ensanchando como un monstruo que alimentan grupos políticos interesados. No lo dicen las autoridades, pero es lo que trasluce de sus declaraciones. Hace 50 años, el movimiento quedó atrapado en la sucesión presidencial, contexto diferente al actual, donde los tiempos que se viven son de la transición del poder presidencial para Andrés Manuel López Obrador, que encarna la llegada a Palacio Nacional del voto antisistémico que quiere un cambio de régimen.

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Dos estampas que retratan a Morena

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Milenio, indica que se ha instalado la nueva Legislatura federal donde Morena tiene una mayoría cómoda. Un par de días en que hemos presenciado dos estampas de lo que será este movimiento-partido, el hegemónico de nuestro sistema electoral. Fotografías que demuestran una sola cosa: ambigüedad.

Comienzo con las estampas. Primero, en la Cámara de Diputados. Un enfrentamiento entre el presidente de este órgano legislativo, Porfirio Muñoz Ledo, y el provocador profesional, Gerardo Fernández Noroña. Ambos miembros de la coalición de partidos que llevó a López Obrador al poder. Fernández se apersona a la entrada de Palacio Nacional donde le grita traidor a Muñoz, quien en su papel de presidente del Congreso, asiste al Sexto Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto.

Al día siguiente, ya en la Cámara, ambos personajes se enfrascan en un pleito. Gerardo interrumpe la sesión y pide la palabra. Porfirio se la niega y lo manda a callar. Se hacen de palabras. Intercambian duros epítetos como si ambos pertenecieran a bandos opositores. Supuestamente, no lo son.

Segunda estampa. El Senado, en una primera votación, rechaza la licencia de Manuel Velasco para abandonar esta Cámara y regresar a gobernar Chiapas. La mayoría de los senadores de Morena presentes en el Pleno vota en contra. Demuestran que no hay línea partidista, que cada quien vota en consciencia. No están dispuestos a aceptar el abuso de poder del impresentable gobernador del Partido Verde. Sin embargo, horas después, modifican su voto. Ahora, como por arte de magia, están a favor de darle la licencia a Velasco. Avalan, así, un abuso del poder que antes habían rechazado.

¿Cómo entender estas dos fotografías?

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Cuidado, por menos inició el 68

Joaquín López-Dóriga en su columna En Privado, publicada en Milenio, señala que nadie muere para siempre, aunque te tiren a matar. Hoy hace 37 años. Florestán

La tarde del lunes 22 de julio de 1968, en La Ciudadela, chocaron estudiantes de la secundaria y preparatoria de la UNAM, Isaac Ochoterena contra los de la Vocacional 2 del IPN por un conflicto escolar, eran vecinos. Luego, juntos, respondieron a pedradas a los granaderos que mandó Raúl Mendiolea Cerecero, director general de la Policía del entonces Departamento del Distrito Federal, a cargo del general Alfonso Corona del Rosal.

Allí y así empezaría el movimiento estudiantil más importante en la historia de México.

Hoy, a 50 años de distancia, estalla un conflicto en el campus de Ciudad Universitaria que convocó, ayer, a la mayor manifestación estudiantil de este siglo en repudio al ataque, el lunes, de un grupo organizado de golpeadores contra jóvenes que exigían la expulsión de porros de los CCH y que dejó a dos de ellos gravemente heridos, saldo peor que el del choque en La Ciudadela del 22 de julio de 1968 que desembocó en la matanza del miércoles 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, proceso completo que entonces este joven reportero cubrió y donde conoció la muerte, la violencia, el miedo.

Aquel baño de sangre empezó, le decía, con un conflicto menor al de este lunes en Ciudad Universitaria que si bien, es cierto, no hubo participación de la fuerza pública, la hubo de alguna mano, fue un ataque premeditado y dirigido, por lo que las autoridades de la UNAM tienen, como han hecho, que intervenir de inmediato y todas las instancias del Estado mexicano estar atentas en apoyo de la máxima casa de estudios y averiguar quién quiere desestabilizarla, y con ello desestabilizar el fin de gobierno, la transición y el inicio de nuevo a cargo de Andrés Manuel López Obrador.

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Anayistas entregan la cabeza de Zepeda

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, indica, que quien al parecer ya tuvo que hacer la maniobra de traición a su aliado es el panista Marko Cortés. Nos aseguran que los principales liderazgos del PAN han llegado a un acuerdo y en un ánimo de cuidar al partido se optó por una candidatura de unidad donde Marko Cortes competiría por la Presidencia del partido, Héctor Larios por la Secretaría General y Rafael Moreno Valle sería el coordinador de los senadores azules una vez que Cortés asuma la Presidencia del PAN y desplace de ese lugar al autonombrado Damián Zepeda. Así, Cortés, del mismo grupo de Zepeda, cuyo líder es el ex candidato presidencial Ricardo Anaya, tendrá que sacrificar a uno de los suyos para poder acceder a la jefatura nacional. Nada nuevo en esa facción panista. Se prevé, nos dicen, que el anuncio se haga oficial entre el domingo o lunes.

El Verde, un chiquillo que dejarán jugar con los mayores

La bancada de Morena en la Cámara de Diputados, que coordina Mario Delgado, llegó a 256 integrantes, lo que fortaleció su abrumadora mayoría en San Lázaro. Pero quienes están mal y de malas son los del Partido del Trabajo, pues les cedieron otros cuatro diputados de sus 31, para quedar en 27, y con esto bajan a ser la sexta fuerza después de que llegaron a ser la tercera, incluso por arriba del PRI. Y el que se fue más al fondo fue el Partido Verde, quien de tener 16 diputados ahora solamente tendrá 11, al cederle 5 a los morenistas para completarles la mayoría absoluta. Sin embargo, al parecer, como siempre perdiendo también gana, pues cuenta con el agradecimiento de Morena, lo que lo convierte un en miembro de la chiquillada, pero al que dejarán jugar con los adultos.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que el coordinador de la aplanadora lopezobradorista en la Cámara de Diputados, Mario Delgado, arribó enarbolando la bandera de amor y paz al encuentro con sus homólogos de las otras siete bancadas, entre ellos Juan Carlos Romero Hicks, del PAN, y René Juárez Cisneros, del PRI, con lo que finalmente logró un acuerdo unánime para presidir la Junta de Coordinación Política durante los tres años de la 64 Legislatura.

Delgado se comprometió a evitar cualquier atropello o avasallamiento, pese a la tentación de aplicar su mayoría de 256 diputados alcanzada después del traspaso de cinco verdes y cuatro petistas a Morena en menos de 24 horas.

Que el cambio de opinión de los senadores del PAN de negarle la licencia a Manuel Velasco, cuando por la mañana se habían abstenido, les costó en la Cámara de Diputados la presidencia de la Mesa Directiva, que estaba negociando el coordinador Juan Carlos Romero Hicks.

Cuentan que el guanajuatense dio tremendo regaño a su par Damián Zepeda porque ya había arreglado quedarse un año con la mesa y ahora que Morena tiene mayoría en San Lázaro va por los tres años.

Que en la comida de Los 300 líderes reapareció el ex candidato presidencial panista Ricardo Anaya, a quien se le vio solitario en su mesa, mientras que los priistas Enrique Ochoa Reza, Alejandro Murat, Beatriz Paredes y Alejandro Moreno convivían con los morenistas Olga Sánchez Cordero y Tatiana Clouthier.

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