Cartas a Gracia

No me queda más que reconocer que tienen razón cuando demandan Gracia “nunca más educación en México sin la presencia, sin la voz, sin la palabra de los pueblos originarios”. Te confesaré que estuve pendiente de la transmisión del 1º foro de consulta sobre educación -de los 32 anunciados por los allegados a AMLO- compartida en tiempo real por la sección VII de la CNTE. Un maestro bilingüe adscrito a la escuela primaria “Justo Sierra” -Roberto Pérez Santiz- de la que no podría precisar ubicación pues existen más de 20 en esas zonas, habla en representación de los pueblos indígenas y se refiere con toda parsimonia “a los hombres y a las mujeres presentes [… y a] los servidores aquí presentes de nuestros pueblos”, característica que deberían mantener los colaboradores de la próxima administración si quieren realmente destacarse. Resalta el diálogo propuesto por el equipo de transición y pide pasar del discurso a la acción para que sean ellas y ellos “los que dirijamos y decidamos el rumbo de nuestra educación”.

La CNTE aprovecha Gracia. Da la bienvenida “a todos los que asisten” a una fiesta ancestral. Se refiere en voz de su representante, a personajes y milenarias culturas y a Chiapas, cuna que viera nacer a su organización magisterial. Fija posturas en contra de la reforma educativa y “exige” la abrogación total, incluidas las reformas a los artículos 3 y 73 y leyes secundarias, y la sustitución por un proyecto educativo “que responda a las necesidades de mexicanas y mexicanos. Habla de frente con el presidente electo y le recuerda que los votos de las maestras y los maestros, sumados a los de millones de mexicanas y mexicanos, incidieron en el resultado final y destaca que votaron “por la esperanza”. Desmenuza agravios, y sin hacer referencia al Pacto por México –por su nombre- destaca las consecuencias: hartazgo; inseguridad, corrupción, impunidad, persecución y denostación de las y los docentes así como también la entrega de los bienes de la patria al capital extranjero. Valora la importancia del foro, aunque establece que para la Coordinadora no es suficiente “para dialogar sobre educación y, mucho menos, para construir sobre la materia”, y conmina al gobierno de México, a sostener “un diálogo serio, directo e inmediato que genere las condiciones y los cimientos para debatir los distintos temas de la agenda nacional que tienen que ver con la educación pública y con una verdadera transformación educativa”. Deja a salvo su derecho “a disentir” y a protestar “cuando sus conquistas sean vulneradas” (en la escuela la propuesta y en la calle la protesta), en franca alusión -creo- a la confusión que se deriva de las opiniones ambiguas que sobre la abrogación de la reforma educativa, vierte el presunto encargado del despacho educativo Esteban Moctezuma.

Roberto tiene razón Gracia y las cifras fundamentan su dicho. La información que me envías (Panorama educativo de la población indígena y afrodescendiente 2017. Unicef- INEE) y que agradezco profundamente, muestra las brechas entre los diferentes estratos de la población mexicana. La iré desmenuzando –a lo largo de dos o tres cartas- para someterla a tu consideración y si no, espero me corrijas. En México, y de acuerdo a datos del 2017, 1 de cada 10 mexicanas y mexicanos de los 123.5 millones de habitantes (12 350 000 habitantes) es descendiente de los pueblos originarios, y la fuente refiere que 1 de cada 5 se “autoadscribe” como tal, (información mayor a la reportada en 2015 por tan solo 6 millones de personas). De ellos, 6 de cada 10 hablan algún idioma originario y poco más de 1 de cada 10 es monolingüe.

Se expresan con diferentes palabras y términos Gracia. Aunque la Unicef y el INEE reconocen una deuda social, y el maestro Rigoberto demanda ser sujetos y no objetos de la política educativa, los hechos muestran -como reconoce el documento- el incumplimiento del Estado, con la obligación de brindar educación “pertinente” y de calidad a niñas, niños y adolescentes de los pueblos originarios. Tan o más elocuentes que las gráficas, las fotografías seleccionadas para ilustrar al documento consultado, dan muestra de las condiciones adversas que enfrenta un proceso de enseñanza aprendizaje colonizador, salvo por la acción que las y los docentes ejercen para salvaguardar su patrimonio cultural. La descripción oficial del cuadro en que se registra la escolaridad media, es de por, sí bastante elocuente; mientras que el promedio nacional de escolaridad para la población de 15 años y más, equivale a 9.2 grados escolaridad, la población de los pueblos originarios asiste a la escuela solo 6.6 años. Sucede los mismo con la tasa de analfabetismo. Sin contar las trampas oficiales para lograr arriar banderas, la tasa de referencia se establece alrededor del 4.2 por ciento, mientras se reconoce, que en los pueblos originarios para el mismo grupo (15 años y más), ronda en el 17.8 por ciento, que se eleva al 23 por ciento para los hablantes de alguna lengua indígena (HLI), aunque disminuye al 11.1 por ciento para la autoadscrita como indígena.

El Estado Gracia, no sólo no cumple con la premisa de “mejores escuelas” -las fotografías que me compartieras son más que elocuentes-. El rubro “mejores maestros” presenta grandes deficiencias, responsabilidad de la autoridad educativa. La publicación de referencia menciona que casi 1 de cada 10 escuelas asentadas en la comunidades de pueblos originarios, carecen de un maestro o maestra que hable una lengua indígena. Sion embargo, información del 2016, atribuida al director general del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali), Javier López Sánchez, reconoce que “en el contexto nacional, cerca del 60% de los profesores en comunidades indígenas no habla la lengua indígena del lugar […] Esto provoca que la educación se castellanice nuevamente y no se cumple con el derecho que tienen los niños de aprender en su propio idioma”.

Las palabras del profesor Roberto con la que iniciara la presente, tienen razón: “nunca más educación en México sin la presencia, sin la voz, sin la palabra de los pueblos originarios” Gracia.

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