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¿Qué pasará el domingo?

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que en los 10 últimos días ha habido un inusual movimiento en el campo de batalla virtual, donde las legiones de Andrés Manuel López Obrador son imbatibles. Han hecho de lado el ataque sistemático a los críticos del candidato y su movimiento porque se han enfocado en combatir y neutralizar dos percepciones que se están convirtiendo en realidad. La primera, idea de Agustín Basave, asesor del candidato Ricardo Anaya, es la supuesta alianza de López Obrador con el presidente Enrique Peña Nieto. La segunda es que la mayoría de los simpatizantes del candidato de Morena en Twitter, la principal arena de lucha política, son robots, no seres humanos.

No se va a saber si estos dos sucesos tuvieron impacto o no sobre la preferencia de voto de López Obrador hasta después de la elección, porque las últimas encuestas que aparecerán esta semana no alcanzaron a registrar este fenómeno sociopolítico. Pero en los cuartos de guerra de los candidatos tienen claro, por sus acciones de ataque y defensa, que abrió ventanas de oportunidad para Anaya y que tiene que ser cerradas por los lópezobradoristas.

La denuncia de la alianza Peña Nieto-López Obrador parecía un acto desesperado de Anaya. Pero contra lo analizado en una primera instancia –incluido quien esto escribe–, se anidaron en el imaginario colectivo percepciones que se fueron alineando con la realidad: López Obrador no atacó a Peña Nieto y prometió varias veces que no lo metería a la cárcel. Anaya lo verbalizó como ofrecimiento de “impunidad”, sin explicar nunca a cambio de qué el candidato cuidaría al presidente.

Una hipótesis de cómo se sembró en la mente del electorado está en la pregunta que sistemáticamente hicieron las encuestas presidenciales en la segunda parte del sexenio: ¿por quién va a votar? Invariablemente, entre 80 y 85 por ciento siempre dijeron “por quien se oponga a Peña Nieto”. López Obrador no atacó al presidente porque, como él mismo ha reconocido en privado, haberle dicho al presidente Vicente Fox “chachalaca” durante la campaña presidencial de 2006, le costaron dos puntos que, considera, significaron su derrota ante Felipe Calderón.

La estrategia de López Obrador, que a muchos nos pareció inteligente, no parece haber sido decodificada de esa manera por un segmento de los electores, quienes aparentemente han visto a Anaya como el único que realmente puede enfrentar a Peña Nieto y encarcelarlo, lo que explicaría por qué, pese a la embestida del gobierno y el PRI para derrumbarlo, se mantiene con más de 20 por ciento de preferencia electoral. Los pejezombies, como se identifica a un nutrido grupo de seguidores tan incondicionales de López Obrador como consistentes y agresivos en redes, estaban embarcados en su lucha para construir otras narrativas en redes, con mentiras, ataques o rumores, cuando se abrió otro campo de batalla.

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En lo que sí vamos ganando los neoliberales

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, señala que si los pronósticos se hacen realidad, el domingo que viene, López Obrador se convertirá en el próximo Presidente de México. Esto significará la derrota del discurso a favor de la modernización del país, vía su apertura al mundo, y reformas estructurales orientadas hacia el mercado. Para bien y para mal, este proyecto se le ha puesto la etiqueta de “neoliberal”. El que escribe estas líneas nunca ha ocultado su preferencia ideológica a favor de este proyecto. Aunque esta palabrita esté desgastada y desprestigiada, sigo considerándome como “neoliberal”.

Tan denigrada está la etiqueta, que muchos neoliberales reniegan de ella. El más neoliberal de todos los candidatos que aparecerán el domingo en la boleta es Meade. Sin embargo, en la entrevista en Tercer Grado se rehusó a considerarse como tal. Lo peor es que ni siquiera quiso defender dicha ideología. Ahí me di cuenta que los neoliberales habíamos perdido la batalla discursiva en esta elección. El otro bando, el nacionalista revolucionario o populista, para ser justos en lo de las etiquetas desprestigiadas, ha triunfado de cara al electorado. Todo indica que, con López Obrador a la cabeza, van a ganar la elección presidencial.

La pregunta es cómo van a gobernar. ¿De verdad van a echar para atrás varios de los cambios implementados durante la época neoliberal que comenzó con el presidente De la Madrid en 1982?

En su más reciente libro, 2018. La salida: Decadencia y renacimiento de México, López Obrador argumenta que todas las penurias en México empezaron, precisamente ese año, con el inicio del modelo neoliberal al que también llama como “neoporfirista”. Si ése es su diagnóstico, pues la receta es relativamente sencilla: Echar para atrás las políticas públicas neoliberales.

Pero la cosa no es así de simple. En la práctica, después de ver que algunas recetas neoliberales sí funcionan, los populistas dicen que, de ganar, seguirían con algunas de ellas. Destacan, en particular, tres.

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Los arroces de López Obrador

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, indica que nos dicen que el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, ya está haciendo las cuentas para ver si le alcanzan los votos, pero no para la Presidencia, pues ha asegurado que ese “arroz ya se coció”. Ahora don Andrés Manuel, nos aseguran, hace cuentas sobre las elecciones en los estados, para las gubernaturas. Nos dicen que, según sus cifras, en su tierra, Tabasco, ven que tendrán 75% de los votos; en Chiapas, 60%, y en la Ciudad de México, 50% de los votos. Hasta ahora esas son las predicciones de don Andrés, y en los demás estados hay pronóstico reservado o, como él diría, esos arroces aún no están cocidos.

El respeto a la multitud ajena es la paz

Sin el mayor recato, el panista Fernando Herrera subió a su cuenta de Twitter un mensaje que decía “Ante más de 100 mil personas cerramos campaña, vamos a ganar #AnayaPresidente #PorUnMéxicoEnPaz”. Nos hacen ver que ni por caballerosidad don Fernando, líder de la bancada del PAN en el Senado, mencionó que esa multitud estaba en las inmediaciones del Ángel de la Independencia, sobre el Paseo de la Reforma, para asistir al acto de cierre de campaña de la candidata a jefa de Gobierno de la CDMX, la perredista Alejandra Barrales, y que el candidato presidencial, el panista Ricardo Anaya, fue un orador invitado. Así que algunos perredistas nos hacen ver que aunque PRD-PAN y MC forman hoy un frente común, el respeto a la multitud ajena es la paz.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que hacía años que la Conferencia Nacional de Procuración de Justicia no daba mucho de qué hablar, pero en la última sesión celebrada en Acapulco se logró que procuradores y fiscales de justicia alcanzaran importantes acuerdos con la Procuraduría General de la República.

Con ello se busca poner fin al clima de inseguridad que priva en varias regiones del país, por lo que se destinarán mayores recursos para atacar los delitos que más daño causan a la sociedad.

Que en el equipo de Andrés Manuel López Obrador ya se dio la instrucción de que, para mostrar músculo en el cierre de campaña nacional del tabasqueño, el próximo miércoles en el estadio Azteca se instalen templetes y pantallas no solo en el campo, sino en la explanada y el estacionamiento del Coloso de Santa Úrsula.

Ahí, el abanderado presidencial de Morena estará comenzando su discurso a eso de las 8 de la noche, tras las actuaciones de Belinda, Margarita “La diosa de la cumbia”, Eugenia León y Susana Harp, entre otros.

Que, por cierto, algunas frases del morenista López Obrador contra su adversario Ricardo Anaya han resultado hasta divertidas para el equipo de campaña del candidato presidencial de la coalición Por México al Frente.

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