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El Everest de Meade

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que la caída de las preferencias electorales del candidato del frente Ricardo Anaya, nunca fue tan pronunciada como esperaban en el cuarto de guerra del candidato oficial José Antonio Meade, ni en el despacho del presidente Enrique Peña Nieto. Toda la operación planeada por el coordinador de la campaña, Aurelio Nuño, aprobada por el Presidente –con quien revisa la estrategia hasta tres veces por semana–, suponía que para que la candidatura ciudadana cuajara, habría que hacer de la contienda una lucha entre dos, donde Anaya fuera eliminado de la competencia mediante una guerra sucia. Ninguna funcionó. Incluso, el último intento por descarrillar al panista con un nuevo video que insinúa actos de corrupción, no tiene todavía consecuencias claras.

La guerra sucia se mantiene, pero la candidatura ciudadana fue abandonada, aunque se mantenga en el discurso, y el PRI juega un papel fundamental para darle el piso desde donde pueda crecer hasta buscar ser un rival para el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador. El pacto entre Peña Nieto y López Obrador, como ha planteado Anaya, es inexistente, de acuerdo con la ruta crítica que tiene el PRI para Meade. Remontar la enorme ventaja que tiene López Obrador, lo dice públicamente el líder del partido, René Juárez, es difícil pero no imposible. Esa ventana de optimismo se fundamenta en los datos internos sobre preferencias electorales, aportados por el encuestador de cabecera de la campaña, Rolando Ocampo.

Ocampo es un encuestador con gran experiencia y calidad técnica, que trabajó en el gobierno de Vicente Fox y que antes de sumarse al equipo del candidato oficial, era vicepresidente del INEGI. Sus encuestas difieren significativamente de las publicadas, que tienen a López Obrador con una preferencia de voto superior al 50%. Los datos de Ocampo lo ubican con una amplia ventaja de 36%, doce puntos arriba de Meade, y trece delante de Anaya. Esos 36 puntos son aproximadamente 18 millones de votos, casi la misma votación que tuvo Peña Nieto en 2012, y muy lejos de los 30 millones de votos que apuntan las encuestas publicadas para López Obrador.

La hipótesis de trabajo en el cuarto de guerra de Meade parte de la convicción de que la muy amplia ventaja de López Obrador tiene que ver más con una burbuja –es políticamente correcto decir que votarán por el candidato de Morena– y con el ocultamiento de voto –es vergonzoso decir que votarán por el PRI–, que con una tendencia que se confirmará el primero de julio. Los expertos en estudios de opinión consideran que aun si la ventaja de López Obrador en la actualidad es asombrosamente grande, sería muy difícil que perdiera la elección. La campaña de Meade confía en que pueden apostar todavía a la victoria.

Aun antes de tener los resultados que entregó Ocampo al cuarto de guerra, la meta de votos priistas que se habían fijado era de 25%, cercana a la que obtuvo Peña Nieto en 2012, pero superior a la de Roberto Madrazo en 2006. La decisión de Peña Nieto de imponer a Enrique Ochoa al frente del PRI para lograrlo, probó ser uno de sus peores fracasos. Ochoa se olvidó de las estructuras estatales del PRI, antagonizó con las bases y, en núcleo de las tomas de decisiones, llegó un momento en que prácticamente no se hablaba con Nuño, quien rechazaba todas sus propuestas. Peña Nieto estuvo a punto de cometer un segundo error y nombrar a Nuño como sustituto, que habría mantenido la zozobra en el partido. La llegada de Juárez revitalizó al partido y se pararon las fugas hacia Morena, pero no está claro si fue demasiado tarde. Los priistas están muy enojados con Peña Nieto y su equipo –Nuño es un puñal clavado en su corazón–, como lo demostraron en las elecciones estatales de 2016: de 600 mil priistas movilizados en Veracruz, 400 mil votaron contra el candidato a gobernador del partido; de 250 mil movilizados en Chihuahua, 100 mil votaron por Javier Corral. En Tamaulipas dejaron de votar más de 150 mil; en Quintana Roo y Durango más de la mitad votaron por la oposición.

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Los debates solo se pierden, no se ganan

Joaquín López-Dóriga en su columna En Privado, publicada en Milenio, señala que no me des por mi lado, que no tengo. Florestán

Esta noche en Mérida, será el tercero y último debate de esta campaña que terminará en dos semanas, hoy estamos a 18 días de las elecciones, y será el décimo en la historia de nuestra reciente democracia si partimos del primero, el 12 de mayo de 1994, en el Museo de la CFE, entre Ernesto Zedillo, PRI; Diego Fernández de Cevallos, PAN, y Cuauhtémoc Cárdenas, por una alianza del PRD en su primera aventura presidencial como partido.

Y de aquel solo se recuerda el tono de Diego cuando se dirigió a Zedillo como el niño aplicado y que los remató en el estacionamiento con una declaración a los reporteros.

En 2000, Cárdenas repitió por la alianza del PRD, Francisco Labastida por el PRI y Vicente Fox por el PAN. El primer encuentro fue el 25 de abril, y el segundo, el 6 de junio, y solo quedó registro de que Labastida se quejó que Fox le había dicho: mariquita, lavestida, chaparro y maricón.

De 2006, que Andrés Manuel López Obrador faltó al primero, el 25 de abril, y fue al segundo, el 6 de junio, con Felipe Calderón, del PAN, y Roberto Madrazo, del PRI.

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AMLO quiere soltar a los Tigres del Norte en el Azteca

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, indica que nos comentan que el candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador, quiere soltar a los tigres. Esta vez, nos explican, no se trata de una amenaza, sino de algunas negociaciones para que el popular grupo musical Los Tigres del Norte toque en el Estadio Azteca en el evento de cierre de campaña de don Andrés Manuel. Nos aseguran que la petición es que los Tigres vengan, canten, pero que no cobren. Es decir, se trata de una actuación sin costo a favor del movimiento de López Obrador. Nos aseguran que el grupo se la está pensando, pues ha habido presión fuerte para que participen en el acto; sin embargo, aún no deciden si atenderán la invitación, pues no se trata sólo de una actuación gratuita, sino también de una apuesta política. Nos comentan, en tono de broma, que AMLO no ha ganado en las urnas y ya quiere ser tratado como jefe de jefes.

¿Apoyo a los rusos?

Y hablando de don Andresmanuelovich, nos comentan que prometió que, a pesar de la agenda cargada de los cierres de campaña, habrá tiempo para ver algunos partidos de futbol del mundial de Rusia 2018. En su equipo comentan que ahora sólo faltaría que sus detractores lo golpeen con la idea de que apoya a la selección rusa en vez de la mexicana, en reciprocidad al “oro de Moscú” que el Kremlin ha enviado al tabasqueño.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, señala que el equipo de Andrés Manuel López Obrador olvidó en el avión que los trasladó anoche de Chiapas a Yucatán las láminas que presentará el tabasqueño en el tercer y último debate presidencial de esta noche, por lo que al final pidieron apoyo al personal de la aerolínea para poder recuperar el material.

Por cierto, el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia escogió terminar su tercera campaña presidencial en las tres entidades donde las encuestas apuntan a que Morena ganará la gubernatura: Tabasco, Chiapas y Ciudad de México.

Que un día antes del debate hoy en Mérida, los candidatos presidenciales del PAN, Ricardo Anaya, y del PRI, José Antonio Meade, se guardaron los agravios y evitaron así que su confrontación del fin de semana siguiera subiendo de tono, mientras los mira a la distancia, divertido y haciendo la señal de “amor y paz”, Andrés Manuel López Obrador.

Por separado, ambos rechazaron seguir polarizando el ambiente político, pese a que un día antes se habían dado con todo y no se bajaron de “vulgar ladrón” y “mosquita muerta”. A ver qué se dicen hoy.

Que las comisiones ordinarias de la Cámara de Diputados comenzaron a entregar a marchas forzadas sus informes de actividades correspondientes al sexto y último semestre de la 63 Legislatura.

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