Abrirnos con los demás refuerza nuestro sentimiento de pertenencia, de fraternidad y de ayuda mutua”.

Abel Pérez Rojas.

Hay una larga lista de beneficios de toda índole que se detonan cuando compartimos lo que hemos vivido, desde aquellos relacionados con la mengua de estrés y la retroalimentación de nuestros oyentes, hasta el ejercitar nuestra capacidad didáctica que a su vez engloba otras situaciones positivas propias de la educación permanente.

Por donde se vea, compartir nuestras experiencias prudentemente, es positivo. Entiéndase a lo largo de este artículo la palabra compartir como algo más profundo al simple hecho de hacer público algo.

También, como verás, he agregado el calificativo “prudente” para dejar claro que debemos estar conscientes de los riesgos que puede representar compartir al por mayor nuestras experiencias.

Teniendo presente que cuando compartimos lo que hemos vivido puede ser mal usado por alguien, reflexionemos sobre las implicaciones positivas de compartir lo que hemos vivido.

Si observamos con detenimiento veremos que el dialogar nuestra veteranía ha sido clave en el proceso evolutivo del ser humano.

La relevancia radica en que verbalizar lo que hemos hecho nos da la oportunidad de analizar lo que somos y de alguna manera es verlo al mismo tiempo desde “fuera” y desde “adentro”.

Ver desde “fuera” nuestra vida nos da otra perspectiva, ya que siempre nos vemos desde “dentro”, posición que puede enriquecerse con la opinión del otro, de los otros.

Quizá esa colocación en perspectiva nos permite darnos cuenta que subyace una necesidad de abrirnos con los demás.

Abrirnos con los demás refuerza nuestro sentimiento de pertenencia, de fraternidad y de ayuda mutua.

Es en este sentido en el que se valora vivir en sociedad, porque como ha quedado demostrado en múltiples casos de personas que han crecido al cuidado de animales, vivir en sociedad potencia las facultades del individuo y desarrolla en él habilidades que de otra manera no surgirían.

Compartir nuestra experiencia hace viva la concepción de Aristóteles del ser humano, a quien llamó zoon politikón (animal político o animal cívico), porque éste es quien a diferencia del resto de animales posee la capacidad de vincularse para crear sociedades y organizarse colectivamente en pueblos, ciudades y naciones.

Por otra parte, procesar el conjunto de experiencias a través de nuestros pensamientos, nos permite establecer nuevas sinapsis que se fortifican al compartir nuestras vivencias, como desemboque de un proceso que continúa su cauce.

También es importante decir que cada quien puede elegir la mejor forma de compartir lo que lleva dentro, he ahí la importancia de las artes como una forma de exponerse ante los ojos de los demás de forma simbólica o directa.

Compartir nuestras experiencias requiere valor y pericia, no es fácil dar los primeros pasos, ni las sociedades actuales propician la salud a través del diálogo, pero es vital empezar a andar en esa dirección y luego avanzar más para que se trate de una práctica constante y asidua.

El entrenamiento en compartir y recibir la experiencia propia y de los demás es algo que vale la pena vivir para corroborar todos los beneficios que conlleva.

Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo. ¿Estás dispuesto?

Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

Nació en Tehuacán, Puebla, el 6 de enero de 1970. Es poeta,conductor de programas de radio, académico y gestor de espacios educativos. Funda y coordina Sabersinfin.com