Estamos en plena época electoral. En consecuencia, las ambiciones de los grupos de abolengo en Puebla se han desatado y faltan espacios de elección popular y plurinominales para llenar la codicia de quienes se sienten con derecho, heredado o divino, a ser autores de la democracia y buscar un cargo público. En esta lucha sin escrúpulos no se respeta nada: la honestidad y la verdad son prostituidas con el objetivo de desprestigiar al oponente y la guerra sucia es la verdadera y única arma de algunos grupos políticos en el estado.

Pero estos grupos no esperaban que el rápido crecimiento de masas de Antorcha en los últimos años (gracias a su buena imagen entre los sectores sociales empobrecidos, con quienes ha luchado hombro con hombro para mejorar sus condiciones de vida), trajera como consecuencia que varios de sus líderes y activistas más aguerridos y reconocidos resultaran seleccionados para concursar por un cargo de elección popular. Este hecho ha enfurecido a los cancerberos del poder, político y económico, que ven en la participación de este intruso sine nobilitate en su democracia un agravio a sus intereses.

Sólo así se explica la nueva campaña de criminalización contra el Movimiento Antorchista Poblano, desatada por gente con suficiente dinero y poder político para apuntalar en la prensa una ola de acusaciones que nos señalan como proclives a los crímenes de sangre, cuya base son acusaciones carentes de fundamento y francamente ridículas, con el objetivo de convertir a nuestra organización en el enemigo público número uno del estado y restar, de esta forma, posibilidades de victoria electoral a nuestros candidatos.

La última de estas campañas negras contra nosotros se desató luego del asesinato del señor Aarón Varela Martínez, perpetrado el 1 de marzo de este año en Ocoyucan, municipio conurbado a la ciudad de Puebla. Según las investigaciones periciales, Varela fue asesinado por tres disparos de arma de fuego a corta distancia: su camioneta se encontraba aún en marcha, con el vidrio del piloto abajo y aún tenía puesto el cinturón de seguridad, lo que indica que quienes lo asesinaron tenían la suficiente cercanía con él como para que, al verlos en medio de la noche, detuviera su camioneta, bajara su vidrio y ellos se aproximaran para dialogar o reñir y cometer después el crimen; sus verdugos no eran desconocidos de Varela o sus enemigos (los antorchistas, según la prensa poblana).

Desde el día jueves 1 de marzo y en los días subsiguientes, a través de desplegados y artículos, hicimos pública nuestra postura sobre el crimen y hoy la reiteramos:

Primero. El crimen de Varela Martínez se está utilizando para culpar al Movimiento Antorchista; sólo así se explica que, a pocas horas del asesinato (con una sincronización casi perfecta que delata poderosos intereses detrás de esta ola acusatoria) la mayoría de los medios en Puebla señalara la supuesta enemistad entre Varela Martínez y nuestra organización en Ocoyucan, usando para esta campaña “declaraciones” de “pobladores anónimos” y cero pruebas de la “enemistad irreconciliable”. Hasta ahora, seguimos esperando que nuestros detractores, entre los que destacan Diario Cambio y La Jornada de Oriente, demuestren sus imputaciones.

Segundo. Sostenemos, porque ésa es la verdad, que los antorchistas no teníamos ninguna rencilla con Varela Martínez y, por tanto, tampoco le deseábamos ningún mal. La mayoría de nosotros ignoraba su existencia hasta que su muerte lo catapultó a las planas de la prensa. Es ley de la política antiantorchista que todos nuestros detractores hallen en los diarios cuantiosos espacios para “quejarse” y, cuando no hay quien hable, un ejército de sabuesos, pluma en mano, busca algo que sume a su campaña de lodo. Si Varela, como afirma la prensa, era un acérrimo crítico del Movimiento Antorchista en Ocoyucan, eso nadie lo sabrá jamás. Por eso ningún periodista ha podido dar una sola prueba contundente, a pesar de que se las hemos pedido con insistencia; todos los que sostienen la tesis de la “enemistad profunda” recurren a ridículos y absurdos argumentos que avergonzarían a cualquiera que tenga un poco de respeto por sí mismo.

Tercero. Desde el jueves 1 de marzo, a una horas del crimen, exigimos a la Fiscalía General del Estado que investigara seriamente y diera con los responsables. Con inusitada rapidez en las “investigaciones”, la Fiscalía sólo dejó entrever que se trató de un crimen político, descartando otras tesis, y alimentó con su silencio posterior las acusaciones contra nosotros. Pero, dada la montaña de hez mediática, a nosotros también nos interesa que se esclarezca el asesinato de Aarón Varela y, por tanto, le proponemos a sus familiares, amigos y conocidos cuya búsqueda de justicia sea sincera y honesta, que unamos hombro con hombro y luchemos juntos hasta lograr que la Fiscalía General del Estado de Puebla descubra a los criminales y los castigue. El brazo solidario, fraterno y sincero, de los antorchistas, si ustedes están de acuerdo, puede unírseles en su exigencia de justicia.

Este crimen sólo es el último caso de una campaña sistemática de lodo mediático: antes sucedió el asesinato del joven presidente huitzilteco, Manuel Hernández Pasión, ocurrido el 10 de octubre de 2017, en el que de inmediato algunas voces intentaron culparnos de un “autoatentado” por “rencillas internas” que nadie atinó a demostrar. Así sucedió con el secuestro e intento de linchamiento de Ovidio Celis y ocho jóvenes más en Zacachimalpa en el que un sector de la prensa poblana, sobre todo la más desgraciada, inventó las acusaciones más absurdas y estúpidas para “justificar” el linchamiento de “la población” contra los antorchistas. ¿Cuál es el objetivo de esta campaña que busca criminalizar al Movimiento Antorchista? En primer lugar, convertirnos ante la opinión pública en monstruos agresivos y sedientos de sangre, para que los poblanos no voten por nuestros candidatos y sus posibilidades de triunfo se reduzcan a cero. Esta campaña criminalizadora ha durado ya 44 años, exactamente los mismos que Antorcha ha trabajado con grandes sectores populares y el resultado ha sido uno solo: los hechos hablan más fuerte que las calumnias; así, hemos pasado de ser 32 fundadores a 2.5 millones de brazos y mentes dispuestas a luchar contra la pobreza en México. Dijo Pericles hace muchos años: “no habléis ni bien ni mal de mí que los griegos me conocen”.

Hay, además, un objetivo más grave y es el que quiero denunciar: una vez que la opinión pública ya está preparada para esperar de Antorcha cualquier delito de sangre, no resultaría extraño para nadie un atentado contra alguno de sus líderes o candidatos, y que nadie se asombre ante hechos tan atroces. Es la misma lógica básica que el gobierno usa en la publicidad contra los grupos delictivos: cuando son abatidos, a nadie le parece extraño el desenlace, porque la opinión pública ya está preparada para ello. La ola criminalizadora contra el Movimiento Antorchista, el hacernos reos de delitos que no cometemos, prepara el terreno para nuevos atentados contra nosotros. ¿Quién orquesta esta campaña? ¿A quién le interesa aniquilarnos? ¿A quién le afecta la lucha de Antorcha contra la pobreza? ¿A quién le estorban los candidatos antorchistas? No lo sé de cierto, pero es claro que los intereses que se mueven son muy poderosos y tienen, para cumplir con su tarea, mucho dinero para asesinar y desatar tormentas mediáticas impunemente. La prensa que nos ataca, vistas así las cosas, sólo desempeña el mísero papel de perro faldero de gente con mucho poder en el estado, probablemente enquistada en el gobierno. Pero esa prensa venal será igualmente responsable de un crimen contra Antorcha. Que conste.

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