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Por Gabriel Hernández García, líder de Antorcha en Oaxaca

Los demonios andan sueltos en el estado de Puebla y sus representantes terrenales no tienen ningún empacho en sustituir el lenguaje intimidatorio, agresivo y vulgar, por el de las balas. No solamente el de las balas, sino también por el de las desapariciones forzadas o de crímenes, a cual más espeluznantes.

¿Qué está obligando a los pequeños y grandes detentadores del poder económico y político a reaccionar de una manera tan violenta en contra de los antorchistas, quienes solo quieren, aunque sea medianamente, mejorar un poco las condiciones de miseria, desamparo y marginación, en que viven miles de indígenas y ciudadanos empobrecidos de ese estado?

Y la cosa viene de lejos, desde el nacimiento de Antorcha, en Tecomatlán, Puebla, pues los caciquillos de este municipio, consecuentes con su costumbre de aplastar y eliminar a quien tuviera la osadía de enfrentárseles y probablemente presintiendo que a futuro Antorcha implicaba la pérdida del poder económico y político que detentaban, quisieron ahogar en sangre al antorchismo y asesinaron cobardemente a más de 25 personas.

La memoria se resiste a recordar los más de 150 brutales asesinatos en Huitzilan de Serdán, cometidos por los asesinos de la UCI.

Fueron verdaderas masacres que, si se dimensionaran en la actualidad, serían motivo de escándalo mundial pero que, pero por el hecho de ser campesinos y ser antorchistas, nadie los menciona ni se escandaliza por estos crímenes.

Actualmente, es en Puebla donde, nuevamente, los poderosísimos intereses en todo el estado empiezan a lanzar amenazas de muerte y las ejecutan en contra del antorchismo poblano.

En Cuayuca de Andrade, Nibardo Hernández, activista de Antorcha, tiene ya varios meses en los que con machacona y perversa insistencia se le amenaza de muerte, y es seguro que si no lo han ejecutado no es porque no lo hayan intentado, sino porque no han podido.

En Huitzilan de Serdán, los caciques han vuelto a levantar cabeza cobijados por Morena y un cura desquiciado, José Martín Hernández Martínez, o, más certeramente, comprado y amaestrado por los caciques de la Sierra Nororiental, entre los que están Alonso Aco y Guillermo Lobato Toral, planearon y ejecutaron sin ningún remordimiento ni temor al presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Manuel Hernández Pasión.

En San Martín Texmelucan, donde funciona el mercado de ropa más grande de México, el control de los comerciantes y las cuotas que les cobraban un grupo de delincuentes, encabezados por Martín Gallo y Manuel Valencia, han disminuido debido a la presencia de Antorcha, ya que ésta asesora y protege gratuitamente a los comerciantes que anteriormente pagaban piso. Pero tal osadía, resultó un verdadero crimen a los ojos de dichos malhechores, que querían seguir explotando el negocio, por lo que, reaccionando acorde con la mente criminal, amenazaron de muerte y atentaron contra la vida de Aristóteles Campos, activista de Antorcha en la zona; si no han podido asesinarlo es porque también las casualidades existen.

En días recientes, el secuestro de Ovidio Celis y otros 10 jóvenes por parte de sicarios contratados que los golpearon y amedrentaron, como un claro aviso del poder y capacidad que se tiene para hacer lo que se le venga en gana, incluido el secuestro y asesinato masivo de jóvenes inocentes. Ovidio Celis es hijo del dirigente estatal de Antorcha en Puebla, y el aviso es claro: “nosotros podemos hacer lo que se nos venga en gana y contra quien lo deseemos”.

¿Por qué no investiga la Fiscalía General del Estado de Puebla estos delitos y castiga a los responsables? ¿Por qué ocurre todo esto? ¿Quién controla? ¿Quién puede meter en orden, investigar y castigar, a los grupos delincuenciales que actúan en el estado y en el país?

Es el estado el que tiene las leyes, el aparato judicial y la capacidad para hacer justicia, en caso de que se lo proponga, pero tal parece que dicho organismo no quiere, y no le importa, cumplir con su papel. Por lo tanto, es negligente o cómplice, que para el caso da lo mismo, en todos los crímenes mencionados.

Sí, los demonios andan sueltos. Y el encargado de amarrarlos los deja hacer a ciencia y paciencia, sin importarle que se vuelvan a cometer asesinatos como anteriormente lo hicieron. En ese sentido, los antorchistas denunciaremos a los asesinos y a sus protectores como los enemigos más sanguinarios del pueblo pobre de México.

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