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@Ed_Hooover

Maravilla por la forma, objeto que atrae miradas; es reflejo de angustias e idilio por excelencia durante épocas románticas que le atribuían poderes y misterio; la Luna. Prodigio para quienes la observaron por siglos estática, otros más símbolo de aquello alcanzable y no menos señal de tragedias. Simplemente ella también ha cautivado. Una prueba, Ítalo Calvino.

Para la literatura italiana la Luna representa una doble función, “contemplación” y “secuestro”. Estas características se fundan en la mirada y contraste con todo aquello que la Tierra no posee, sobre todo, los factores de “ligereza” y “oscuridad”.

En este sentido, para Ítalo Calvino el satélite natural representó en algún momento un viaje a través de los versos para los poetas que se aproximaban a ella o, en su defecto, dejaban asombrarse por sus campos blancos. Mediante sus palabras la “esfera árida” se hace parte del discurso que los transporta a lo que denomina un “horizonte vacío”.

Sin embargo, si permanece suspendida, ¿qué motiva a escribir sobre ella? En primera instancia lo “inalcanzable” como signo de idilio. Ya la crítica italiana se ha dedicado a tratar el interés de Calvino sobre la Luna, atribuyendo sus orígenes desde el oscurantismo –textos que supo abordar– hasta los manuscritos de Galileo Galilei que transitan por la ciencia y narrativa.

Para Ítalo Calvino quien en verdad ama a la Luna no puede quedarse con una imagen convencional de su figura, al contrario, necesita profundizar en sus apreciaciones, “ver más allá”. Por ese motivo descarta que fijar la mirada en el cielo y sus confines sea una forma de evasión de la realidad.

Así, la crítica ha identificado algunas nociones sobre las cuales el astro es subrayado no sólo por la literatura de Calvino, sino en general hasta el siglo XX. Ya sea como oposición natural al avance industrializado, inconsciente femenino o impulso hacia los actos del deseo, desde el sexual al romántico. Incluso, Ludovico Ariosto y el propio Dante Alighieri son incluidos en esta lista.

Aunque en el caso de Ítalo Calvino y sus referencias hacia Galileo Galilei es visible la cercanía que mantiene y sobresale de él su reflexión lírica. No obstante, el contemporáneo comenta amablemente la forma en la cual el hombre de ciencia versa sobre la Luna; su parte luminosa, la oscura, dicha uniformidad entre líneas que también inquieta como una zona que infunde temor.

Galileo Galilei parece romper el esquema rígido bajo el cual un científico –filósofo en el sentido actual– no puede expresarse con el arte de las palabras. Por ello, la exactitud de su discurso se convierte en modelo para quienes, siendo literatos, lo aprecian por el lenguaje mismo. Es una construcción de imágenes que es capaz de envolver a quien lo sigue y busca replicar.

Seguro de esta propiedad, Calvino expresa que para el inventor el lenguaje no es un instrumento neutral, al contrario, es lo que denomina “conciencia literaria”, habilidad que resulta bastante adelantada para su tiempo. Continúa diciendo que es un “complemento lírico”, resultando participación expresiva.

No es fácil hallar descripciones de esta clase sobre Galileo Galilei, cuando el espectro lo identifica como un artista del método, al punto que lo catalogará es la primera ocasión que la Luna se convierte para los hombres en un objeto real, no sólo eso, sino tangible, capaz de estar a la mano con la fuerza del lenguaje.

Partiendo de estas posibilidades, Calvino atreve a reflexionar en cuanto a la escritura. De ella, dirá, el inicio es claro: surge del vacío, de la ausencia misma que no deja al espíritu tranquilo; apropiándose de ésta hasta completarla. Valiéndose de la retórica –sin embargo– atesta a reponer que será la imaginación quien habite aquel vacío, creando paisajes interiores.

Si en algún momento la Luna fue lo más distante que el poeta podía admirar, ahora ha cambiado el sentido, Ítalo Calvino se encarga de ello, para ofrecerla cercana en el discurso literario del siglo XX, sumado –además– al ambiente tecnológico que resultará en la era espacial.

En cuanto al “ver más allá”, el concepto puede resumirse en un ejercicio para el lenguaje, la escritura precisa y exacta, transportada a cualquier escenario lírico o narrativo. La enseñanza de Calvino en una frase: “Lo único que busco enseñar es un modo diferente de observar, es decir, de estar en el mundo”, posibilidad que en su obra se cumple íntegramente.

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