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El Frente, la propuesta a Mancera

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, señala que Miguel Ángel Mancera pensaba renunciar este fin de semana pasado, tras entregar la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores. Estaba listo para que lo sustituyera Patricia Mercado, secretaria general de Gobierno, mientras se presentaba la terna a la Asamblea Legislativa y el secretario de Desarrollo Social, José Ramón Amieva, asumía el cargo. La Conago pospuso su reunión para el miércoles, porque el presidente Enrique Peña Nieto, quien presidirá el encuentro, viajaba a una cumbre climática de líderes en París. Le iba a dar más tiempo a Mancera para seguir forzando un método abierto para definir la candidatura presidencial del Frente Ciudadano, pero cuando los partidos de la coalición fueron el viernes al Instituto Nacional Electoral a registrarla, ya lo habían decidido. La candidatura presidencial, por consenso, sería para el PAN. “No se quiso arriesgar el PRD”, dijo un cercano a Mancera. “No se la rifó”.

La tarde del viernes todo estaba consumado. Mancera, que le encargó a Alejandra Barrales, líder del PRD, la negociación del Frente y le depositó toda su confianza, lo hizo públicamente a un lado el sábado
–en privado se había deslindado de él hace tres semanas– y señaló que podría coordinar la campaña presidencial de Ricardo Anaya. Segunda humillación para Mancera en menos de una semana. Primero, el líder de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, dijo que podría ser coordinador de la bancada frentista en el Senado; luego Barrales, el remate. Mancera rechazó las dos propuestas y dijo que se quedaría al frente del Gobierno de la Ciudad de México. Quizá, sin embargo, fue prematuro el anuncio; probablemente empujado más por emociones que por razones.

Dentro del equipo de Anaya quieren a Mancera para otra función: jefe de gabinete en la presidencia del panista. Esta posición no existe todavía, pero es parte de lo planteado dentro de la coalición. Los documentos de la coalición no han sido dados a conocer públicamente, pero establecen la repartición de posiciones electorales, redondeadas, con 49 por ciento para el PAN, 33 por ciento para el PRD y 17 por ciento para Movimiento Ciudadano. La coalición va más allá. Incluye los fundamentos para un gobierno realmente de coalición, donde haya equilibrios y posiciones de Estado conjuntas. Todo el gabinete tendría que ser sometido a aprobación del Senado, para evitar complicidades y amiguismos, y se crearía la jefatura de gabinete, en la forma de una secretaría de la Presidencia.

La jefatura de gabinete es la forma como se define en la Casa Blanca, por ejemplo, al número dos en la Presidencia, que maneja toda la operación interna –que incluye la seguridad nacional, el presupuesto, las negociaciones comerciales internacionales y la comunicación–, la agenda del presidente, a quién ve y a quién no, articula al gabinete y lleva a cabo las negociaciones políticas más delicadas con el Capitolio y los gobernadores. En países como Francia, Canadá o la Unión Europea, el jefe de gabinete es el principal colaborador político del presidente o el primer ministro, por encima de todos los miembros del gabinete y considerado, como en Estados Unidos, el poder detrás del trono.

Uno de los principales asesores de Anaya dijo que para el léxico político mexicano la jefatura de gabinete puede ser exógena, pero que ya existió en el organigrama de Los Pinos una figura idéntica, la de secretario de la Presidencia, que tuvieron en sus manos poderosos políticos como Emilio Martínez Manatou y Hugo Cervantes del Río durante el gobierno de Luis Echeverría. La diferencia sustancial en la actualidad es que esa jefatura de gabinete o secretaría de la Presidencia tendría una función no sólo más política y ejecutiva, sino que sería el equilibrio con la Presidencia, al pertenecer a diferentes corrientes políticas dentro de una coalición. “Es más similar a la de un sistema semiparlamentario”, explicó uno de los arquitectos del modelo, señalando a Francia como prototipo, donde el presidente y el primer ministro suelen ser de diferente partido.

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La retórica de “nosotros los morenos contra ustedes los blancos”

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, indica que si gana López Obrador la Presidencia, ¿en qué tipo de República vamos a vivir? ¿En una amorosa o en una rencorosa? El Presidente, ¿buscará la armonía social o promoverá la lucha de clases y racial? ¿Tratará de unificar a los mexicanos o de polarizarlos?

Todas estas preguntas son relevantes porque AMLO es un candidato que, a veces, quiere convencernos que es un tipo de buen corazón, cristiano practicante, que cree en el perdón y la felicidad para todos. Pero, de repente, sale el otro AMLO, el candidato que divide a la sociedad entre buenos y malos, que reivindica los derechos de los oprimidos, que fomenta el odio entre distintos grupos sociales.

Hasta ahora, este AMLO (vamos a llamarlo “el hostil” en contraposición al “amoroso”), típicamente había polarizado desde un punto de vista socioeconómico: pobres versus ricos. Ahora, sin embargo, se ha metido en un terreno más peligroso: el racial.

El domingo, caracterizó a sus adversarios, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, como unos pirrurris que representan a la “mafia del poder”. Nada nuevo en su discurso populista del “pueblo bueno” en contra de la “élite mala”. Nada nuevo lo de pirrurris, un mexicanismo que, de acuerdo con el Diccionario Abierto de Español, significa “Hijo de rico. Su voz expresa ingenuidad, presunción, pedantería. Abocina la boca para pronunciar como si tuviera papas fritas dentro. Evita el roce social con los pobres”. López Obrador ya había utilizado este vocablo para descalificar la mega-
marcha en contra de la inseguridad que se organizó en 2004, cuando era jefe de gobierno del Distrito Federal, calificándola como la “marcha de los pirrurris”.

Pero el domingo dio un paso nuevo. Si no mal recuerdo, nunca, en su larga historia como candidato presidencial, había recurrido al tema racial. No sólo calificó a Anaya y Meade como pirrurris, sino también como candidatos que “no conocen el país, no les da el sol, están blancos, pushos”. (Confieso que el pusho que esto escribe no sabía qué significaba esta palabra. Se trata de un término tabasqueño para denominar a los que están “pálidos”).

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Control de Anaya, debilidad de Los Chuchos

Joaquín López Dóriga en su columna En Privado, publicada en Milenio, señala que el no creer en algo no lo hace falso, pero tampoco verdadero. Florestán

Hace tres semanas le contaba en este espacio que cuando Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya denunciaban el dedazo priista, es decir, la decisión del presidente Enrique Peña Nieto para que José Antonio Meade fuera candidato por el PRI, se mordían alguna extremidad, incapaces de aceptar que cojeaban del mismo dedo, del suyo, y que sus nominaciones no surgían de una decisión popular o de un acuerdo ciudadano, sino de sus respectivos autodedazos, cuando fue el del primero el que lo autoeligió abanderado de Morena, y el del segundo del Frente, entonces opositor, luego ciudadano y ahora por México, con la diferencia de que en el PRI, el dedo no había sido de Meade y en los otros dos había sido el propio, sus dedazos.

Y le decía que el autodenominado Frente Ciudadano, de prosperar, solo sería por la debilidad del PRD, incapaz de lanzarse con un candidato propio, Miguel Mancera, al que le fueron a ofrecer la candidatura cuando Los Chuchos, que había decidido ser cola de ratón, ya había negociado ir con el bloque y con Anaya de su candidato, como ocurrió.

Pero fueron a la puesta en escena con Mancera en busca de encarecer lo que ya habían rendido: al partido, esta será la primera vez en su historia en la que el PRD no participa en una elección presidencial con un candidato propio: Cuauhtémoc Cárdenas en 1994 y 2000, y Andrés Manuel López Obrador en 2006 y 2012. En 2018, el PRD ha desaparecido de la contienda presidencial por las divisiones internas, la debilidad e intereses de sus dirigencias, la falta de cuadros y la necesidad de cambiar partido por franquicia a la cola, ¡quién lo hubiera pensado!, de Acción Nacional.

Esto, que deja al PRD fuera de la competencia presidencial, plancha el camino al candidato de un PAN aliado pero dividido, Anaya, ante López Obrador y Meade que, insisten que va en tercero, cuando los que presumen pelear por la medalla de oro se unen contra el que dicen que tiene la de bronce.

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El otro peligro para México

Ricardo Alemán en su columna Itinerario Político, publicada en Milenio, indica que nadie lo imaginó. Lo grave, sin embargo, es que muchos hoy tampoco lo quieren ver, sobre todo líderes, políticos y dirigentes que estupefactos vieron morir a Acción Nacional sin chistar.

Pero lo más grave es que si durante décadas “el peligro para México” fue un eslogan propio de López Obrador. Hoy “el otro peligro para México” se llama Ricardo Anaya.

¿Lo dudan? Van las pruebas.

1. Porque Ricardo Anaya impuso una dictadura en el partido emblema de la democracia y las libertades; canceló el debate y libertades democráticas, satanizó y persiguió a sus adversarios y, de manera idéntica a la dictadura de López Obrador, se adueñó de todos los órganos directivos y consultivos del PAN mediante la compra de conciencias y lealtades.

2. Porque al mejor estilo de Morena, Anaya engañó a líderes, políticos y gobernantes de su partido cuando buscó la dirigencia. Resulta que prometió a todos que no buscaría la candidatura presidencial por el partido azul, que no colocaría su interés personal sobre el interés del partido y que no traicionaría su palabra. Lo juró y lo perjuro. Al final engañó a todos y les mintió a todos. Igual que AMLO en Morena.

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AMLO también quiere su Frente

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, señala que es temporada de frentes muy fríos y de frentes electorales. Después del complicado parto de la ambidiestra coalición PAN-PRD-MC, los partidos PRI, PVEM, Panal trabajan en su propia alianza con José Antonio Meade. Y para no quedarse atrás, Andrés Manuel López Obrador, su partido Morena y el PT están a punto de sumar a su causa electoral al Partido Encuentro Social. Nos dicen que don Andrés Manuel está por alcanzar un acuerdo con el PES, después de que el líder del partido, el diputado federal Hugo Eric Flores, entregó al tabasqueño una propuesta para el reparto de las candidaturas, que nos aseguran ha sido bien vista por el líder máximo de Morena. Así es que si todo va por buen camino, en los próximos días estará naciendo el frente de AMLO. ¡Agárrense!

¿Tú le crees a El Bronco?

Era demasiado bueno para ser cierto. A todos sorprendió la manera en la que Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, recolectaba firmas en apoyo a su candidatura independiente, pero ahora se sabe que cuenta con una maquinaria de al menos 200 funcionarios de su gobierno que trabajan para recabarlas. Don Jaime asegura que los funcionarios lo hacen de manera voluntaria, fuera de horas de trabajo, sin utilizar recursos públicos y, por lo tanto, la práctica no es ilegal. Haciendo uso del anecdotario político del PRI, partido del cual proviene Rodríguez Calderón, bien se podría aplicar la frase que alguna vez utilizaron para Roberto Madrazo y preguntar ¿Tú le crees a El Bronco?

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, indica que el Senado pidió ya apoyo del gobierno capitalino, que encabeza Miguel Ángel Mancera, y de la Policía Federal, comandada por Manelich Castilla, para resguardar sus instalaciones, ante la amenaza de grupos que pretenden cerrar el paso a sus instalaciones, en particular los que lidera Gerardo Fernández Noroña.

Todo porque en el Senado, los priistas encabezados por Emilio Gamboa sí están convencidos de que se puede sacar de una vez por todas la ley de seguridad interior, antes de irse a las elecciones donde habrá 15 mil candidatos en territorios amenazados por la violencia.

Que en la Cámara de Diputados se van a poner a estudiar en serio.

El coordinador de la fracción priista, César Camacho, firmó ya el convenio con el rector de la UNAM, Enrique Graue, para cursar un doctorado en derecho a fin de legislar con perspectiva de género, apenas terminada la maestría en equidad de género, promovida también por el priista.

Además, los tricolores han firmado otros acuerdos para que el personal legislativo, diputados y sus asistentes concluyan estudios de licenciatura.

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