Tercera y última parte

En esta última contribución para Ángulo 7, discuto la afirmación hecha por el Doctor Enrique Cabrero director del Conacyt, referida a la indiferencia que tiene la sociedad hacia la ciencia. La pregunta que habría que responder, entonces, es la siguiente: ¿Por qué la sociedad es apática hacia la ciencia? La respuesta es obvia: en general se debe a que la ciencia no ha resuelto los problemas que tienen las personas en su vida cotidiana, sobre todo las que viven en extrema pobreza.
Estos problemas son de diversa índole, pero me voy a centrar sobre la esperanza de vida por su carácter multifactorial y porque expresa la calidad de vida que tiene una sociedad. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México tiene una esperanza de vida de 75 años, casi seis menos que el resto de los países miembros de esta organización (https://bitly.com.np/pyLwM).

Una sociedad con empleo digno, alimentada y nutrida, sana de cuerpo y espíritu, culta, libre, justa, y que viva en armonía con la naturaleza, deberían ser algunos rasgos para definir el nivel de la calidad de vida que tiene. Por asuntos de espacio abordaré, grosso modo, el caso de la alimentación, que incide en otros factores (la salud y la relación sociedad-naturaleza, cuya fractura ha derivado en el cambio climático) los cuales influyen en la calidad de vida.

Veamos el caso del maíz, alimento básico de l@s mexican@s. Desde hace más de tres décadas el gobierno federal importa maíz transgénico de Estados Unidos; el monto actual importado es de cerca de una tercera parte del consumo nacional.

Recién se divulgaron datos de un estudio hecho por miembros de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (https://tinyurl.com/yc6k2n4c), donde informan que detectaron residuos de transgenes y glifosato en tostadas, harinas, cereales y botanas, elaboradas con maíz importado. De 367 muestras analizadas, 82 por ciento contenían, al menos, un transgen, y el glifosato se detectó en casi la tercera parte de muestras. Mostraron también, que en ninguna de las harinas hechas con maíces nativos hubo transgenes o glifosato (principio activo del herbicida Roundup).

Seralini y colegas (https://bitly.com.np/Ep414), detectaron que ratas alimentadas con maíz transgénico, o a las que se les dio agua con glifosato, murieron antes de las que se alimentaron con dieta normal. Por tanto, no asombra que el consumo de alimentos elaborados con maíz transgénico, esté causando afectaciones en la salud, expuestas en más obesidad y desnutrición, males cardiacos, diabetes, vulnerando su calidad de vida y, por ende la esperanza de vida de l@s mexican@s.

Pero el maíz transgénico no sólo afecta directamente a la salud; también daña al metabolismo sociedad-naturaleza. Y es que su producción se basa en la siembra de monocultivo de maíz y el uso excesivo de agroquímicos, sobre todo de fertilizantes nitrogenados. Éstos, bajo ciertas condiciones, pueden elevar los rendimientos, pero a costa de fracturar la relación sociedad-naturaleza y de generar enormes daños al sistema socio-ambiental. Como se sabe, el nitrógeno, se volatiza fácilmente generando óxido nitroso (NO2).

Según la FAO (2016, http://www.fao.org/3/a-i6030s.pdf), el N2O es un potente gas de efecto invernadero (GEI), ya que un millón de toneladas de N2O equivale a 81 millones de dióxido de carbono (CO2). El NO2 es el tercer GEI que origina el cambio climático y la causa principal del agotamiento de la capa de ozono de la estratosfera, que, a la vez, aumenta la temperatura y el cambio climático.

La siembra de maíz transgénico para elaborar tortillas y botanas, es una política pública que embona cabalmente con lo que se ha nombrado “proyectos de muerte”: produce comida contaminada, mediante un proceso productivo que trastoca el metabolismo socioambiental, convirtiendo a la biosfera en un horno que pronto será inhabitable. Igualmente, la siembra de maíz transgénico empobrece los suelos y elimina la riqueza y abundancia de todas las formas de vida que se pueden desarrollar arriba y abajo de los suelos agrícolas, afectando la productividad.

Para los maiceros de subsistencia el manejo de maíz es cuestión de sobrevivencia, y se basa en los saberes-praxis re-creados por l@s campesin@s, expert@s en re-crear una biodiversidad que amamanta a la ciencia agroecológica. La biodiversidad comprende la riqueza y abundancia de todas las formas de vida, plantas (cultivadas-arvenses-arbustos-arboles) o animales (vertebrados-invertebrados), que hay arriba-abajo del suelo y adentro-alrededor de la milpa dando origen a una comunidad biótica, mediante el trabajo útil, creativo y cuidadoso de l@s campesin@s.

De esta comunidad biótica derivan procesos tecnológicos que elevan los rendimientos de todos los cultivos asociados en la milpa, así como su eficiencia energética, su estabilidad, su resiliencia y sostenibilidad, como secuela de las complementariedades-interacciones, que devienen en sinergias como resultado de la acción que se establecen entre todos los componentes de la comunidad biótica.

Desde principios del siglo esta comunidad biótica está en peligro de extinción. La exclusión de los maiceros de subsistencia de las políticas públicas, aumentó la migración campo-ciudad y, con ello, la aplicación de herbicida y una mayor fractura de la asociación de cultivos, propio de la milpa, ya que este insumo impide que junto al maíz, se cultiven otros tipos de plantas de hojas anchas.

No sorprende que Conacyt financie a grandes empresas mediante la deuda pública, porque forma parte de un gobierno neoliberal subordinado a los intereses de las grandes corporaciones. Lo que es inadmisible es que sus directivos quieran hacernos creer que estas empresas son el motor del desarrollo humano, cuando justamente son su antítesis: impulsan siembra de transgénicos que envenenan nuestros cuerpos y el de la naturaleza; además, causan desempleo, pobreza, desigualdad social y cambio climático, factores que merman la esperanza y la calidad de vida.

Muchas de estas empresas tienen miles de millones de dólares en paraísos fiscales, que Emir Sader denomina prostíbulos del capitalismo (https://bitly.com.np/WHFCr) para no pagar impuestos, que deberían ser aplicados para financiar proyectos de vida encarnados en las formas de manejo de maíz como milpa, ricas en diversidad de flora y fauna, donde se produce granos nutritivos e inocuos para el autoconsumo familiar y, además, se captura CO2, mermando el cambio climático.

No obstante, las ventajas que tienen las formas de producción campesinas para mejorar la esperanza y calidad de vida, el financiamiento otorgado por Conacyt para revalorar la milpa es, en el mejor de los casos, marginal. Si la ciencia no ha resuelto los problemas que tienen los pobres de México, entonces ¿cómo se puede esperar que los milperos se interesen en una ciencia que le es ajena para mejorar su calidad y esperanza de vida?

Palabras Agudas

Este 20 de noviembre, el Congreso Nacional de Morena aprobó el Plan de Desarrollo 2018-2024, elaborado por organizaciones sociales, académicos, intelectuales y empresarios. Pronto vamos a comentarlo en este portal electrónico.

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Miguel Ángel Damián Huato es profesor-investigador del Centro de Agroecología del Instituto de Ciencias de la BUAP. Fue Premio Estatal de Ciencia y Tecnología 2011 y es miembro del Sistema Nacional...