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Pocos son los detalles que bien pueden hermanar a la novela de la Revolución en México, con la literatura italiana de resistencia; si bien el primer caso funde idealismo y surgimiento de identidad nacional, el europeo sintetiza en estructuras narrativas complejas la pérdida del concepto básico de humanidad en los diversos frentes donde latinos vieron acción.

En el caso de México, a manera general, se vio en esta tendencia la oportunidad para incluir bajo una bandera sentimientos de pertenencia sobre el producto de la lucha armada; nueva nación forjada en llanos, tierra, cumbres, norte a sur; masculinidad, rasgo que se explota al trasladarlo al cine, industria venidera.

A su vez, dado los resultados que condujeron al ejército de Italia como aliado fundamental del nazismo a perseguido, este género no prefiere subrayar diferencias de género o valerse del conflicto para enarbolar argumentos proclives a una tendencia política, al contrario, la estigmatiza sin recelo; retrata del ser humano su dignidad perdida.

Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, Nellie Campobello y Agustín Yáñez son algunos de los escritores que se agruparon bajo esta tendencia en el país, mientras tanto, Italo Calvino, Cesare Pavese, Bruno Zavagli, Giulio Bedeschi o Renata Viganó también emplean la resistencia en sus páginas.

De esta manera ambas literaturas se hermanan –haciendo a un lado el factor tiempo (1910 y 1939)– al reflejar la miseria y esperanza sumida sin valores, enterrado el sentido de vida por el otro, ya fuera en grandes ciudades o el campo entre piedras; a pesar de ello, también las diferencia su punto de vista, creación que identifica sociedades contrarias.

En México quienes optaron por la novela de la Revolución provenían –en su mayoría– de extractos económicos relativamente acomodados, partiendo de una educación privilegiada, con dotes ingleses y afrancesados que les ofrecieron de primera mano los avances culturales del momento; observan a distancia avanzadas de tropas, surgimiento de generales y consecuentes traiciones del movimiento.

Pero son, igualmente, responsables de tejer y aplicar las leyes o viven del gobierno que los propone símbolos de un estilo superior para ser copiado en todos los rincones del arte; el nacionalismo soporta sus líneas hasta el punto de presumirlos. En tanto, salvo excepciones de grupos posteriores, no teorizan en la Primera Guerra Mundial, la ven sin ahondar en consecuencias.

Los italianos participan de lleno, el fascismo intervino en todos los niveles sociales, desde grandes cúpulas a quienes la pobreza asfixiaba. Eran médicos, militares, corresponsales de guerra, partisanos cuya única oportunidad de vida la conciben en los montes o bajo la nieve en oriente y occidente: obligados a pelear por causas lejanas.

En este sentido, la novela de resistencia coincide entre sus exponente al subrayar el “homenaje” a quienes, hermanos de trincheras, estepas o hielo, vieron caer sin remedio; podridos ante la indolencia pero –contraste– son justos cuando señalan la bondad proveniente del pueblo “enemigo”, los rusos. Asimismo, en no pocos casos viven la tragedia de habitar campos de concentración y consecuentes vejaciones.

Se convierten en prisioneros de la demagogia alemana y sus propios generales fascistas, a los cuales obedecen únicamente bajo normas militares, no así por su respeto; inclusive, recriminan en sus líneas el pobre equipo con el cual se dirigían al frente sin otra posibilidad que morir en tierras lejanas, sumidos en desprecio humano.

Por ello, es factible acercar las novelas de la Revolución y resistencia en una línea práctica: búsqueda de que tales errores no surjan nuevamente, eliminarlos de golpe y mantener presente su sufrimiento. En el caso de México se realiza mediante personajes, labor discursiva que se aprecia a lo lejos; para Italia es frente a frente, sin facultades para regresar la vista.

De forma similar dicha tendencia será común en demás países donde la ocupación nazi permeó los años de guerra, Holanda, Francia, Rusia y más, vetas de estudio idóneas para quienes se apasionan por el tema.

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