De los recuerdos de Gracia,
una maestra.

La jornada diaria es abrumadora, a pesar de que muchos consideren que trabajan poco -y les pagan mucho-, que son flojos y responsables por el deficiente aprendizaje que adquieren niños, niñas y adolescentes y, por si fuera poco, así lo muestran los resultados de las pruebas Planea y Pisa. La peregrinación inicia muy temprano, cerca de las 4:30 de la madrugada. Hay que pararse aún con sueño, bañarse y esmerarse en el arreglo personal, preparar el desayuno para que las hijas y los hijos se vayan bien comidos puesto que, si no encuentran alimentos en la mesa, se van sin almorzar a sus escuelas o a la chamba y luego en la calle comen “puras porquerías”. Hay que llegar temprano a la escuela, por lo menos 20 minutos antes para checar que el salón se encuentre en buenas condiciones, limpio y si no, pasarle un trapo a las bancas para quitar el polvo y recibir a las niñas y a los niños que deberán formarse para ingresar al aula. Mientras esto sucede, Gracia, una maestra formada en cualquier escuela normal ubicada en algún “lugar del imaginario colectivo”, recodaría los azarosos días en los que debería salir de casa con la luna en lo alto. Tomar un taxi colectivo que le llevara hasta la capital del estado y ahí esperar un transporte que le trasladara hasta la supercarretera y esperar en la caseta, que algún conductor bondadoso se condoliera de ella y de sus compañeras y las trasladara hasta las inmediaciones de Chalco o a la entrada de la Ciudad de México, después de 30 o 40 minutos de carretera. De ahí tomar otro camión o correr la legua para llegar temprano y evitar las cantaletas del Director o del alumnado impertinente que le echarían en cara que, “otra vez” se le había hecho tarde, sin tomar en consideración que diariamente requería de, cuando menos dos horas de traslado de la casa al trabajo y viceversa. Una vez en el salón de clase tendría que pasar lista a pesar de tener 57 alumnas y alumnos y perder casi 20 minutos en esa actividad.


Previamente y fuera de horario habría elaborado material didáctico, avanzado en la planeación de las actividades diarias y semanales que ahora, con nuevos requerimientos, recibe el sobrenombre de “argumentada”. Escuchado a madres y padres de familia inconformes con la tarea que se les deja a su descendencia, “o porque es mucha o porque es poca” o, con los conflictos en los que sus hijas e hijos se habían involucrado entre sí, el famoso bullying. Nunca faltaría algún padre impertinente -con fama de maloso- vinculado a algunas de las múltiples pandillas que asolan el vecindario, empecinado en el diez que debería anotarse en la calificación del vástago, a pesar de reflejarse otras calificaciones en el SISEP que ya no podrían corregirse. Dificultades que en cada lugar de trabajo (contexto) son diferentes a los que enfrentan en otras regiones . Mal que bien daba gracias al altísimo. Si a ella la habían asaltado en varias ocasiones, no estaban tan mal como en Acapulco, sitio en el que maestras y maestras sufrirían cotidianamente de extorsiones y secuestros.

Adicionalmente, en una etapa –reforma educativa- en la que se pretendería volcarse hacia la mejora educativa, las autoridades les acosaban con más actividades, producto de las ocurrencias, derivadas de diferentes programas institucionales. Además habría que asistir a las sesiones de los Consejos Técnicos y al de participación social, deberían presionar para que madres y padres de familia cumpliesen con las cuotas obligatorias que corresponderían entregar a la institución bajo la denominación de aportaciones voluntarias, con la finalidad de apoyar al programa de reforma educativa y colaborar en la mejora física de la infraestructura escolar, por orden del director y autoridades superiores. Y por si fuera poco, Gracia reflexionaba acerca de cómo hacerle para emprender el regreso a casa, ahora que Nuño instruyera a sus pares para que el Consejo Técnico sesionara a contra turno, sin pago y sin servicio médico institucional que le protegiera en caso de accidente y con un trayecto de poco más o menos, dos horas por delante. Adicionalmente lamentaba su mala fortuna; ha falta de subdirector académico y administrativo, había sido designada para auxiliar al Director de la escuela, respondiendo los requerimientos de las supervisiones escolares, las jefaturas de sector, autoridades educativas medias e intermedias o incluso, las que ahora envían los encargados de educación local y federal vía Twitter. Así dieron las instrucciones contradictorias en torno a la tragedia que afectara a varias entidades de la república y de la misma forma comunicaron el alargamiento del ciclo escolar que perjudica a las escuelas no siniestradas y corta el receso escolar al alumnado, al personal docente y directivo.

Lo demás, no era lo de menos. De sobra conocía lo que decía la Línea 1 del eje “La Escuela al Centro. Escuelas con menos burocracia”, línea que limitaría la información requerida por la SEP. Reflexionaba sobre una máxima que les repetirían hasta el cansancio: combatirían la tramitología y “fortalecerían liderazgos pedagógicos” y, se vería harta de lo que ella y sus compañeros de trabajo hacían para la complacencia de las autoridades educativas. Su memoria recordaba, por lo menos 18 documentos entregados a las direcciones del nivel entre los que destacarían: la ruta de mejora en su fase intensiva –determinada en sesión de consejo técnico-; los formatos de las condiciones del inmueble a pesar de la visita del Director Responsable de Obra; la lista para que en la dirección elaboraran y entregaran la lista de Libros de Texto Gratuito faltantes; la actualización de datos geográficos de la escuela -como si la ubicación no la pudiera ubicar un burócrata de media ralea-; el programa interno de protección civil; el vinculado a la relación de la asociación de padres de familia, a las que su reglamento otorga autonomía pero en el que la SEP, involucra a maestras y maestros para tener cierto control; el formato de equidad del día naranja (equidad de género); el reporte del programa de valores, y así la lista de documentos y formatos que deberían llenar se le haría interminable, limitando así el tiempo necesario para mejorar la calidad de la enseñanza en el salón de clase.

Lo saben y en discurso aparentarían tomar medidas correctivas. Intuyen que la burocracia imperante obstaculiza el desarrollo de las actividades académicas y diseñan “líneas de acción” para combatirla. Salvadores de la patria y de la escuela, pretenderían hacer la vida de las y los directores de las escuelas más llevadera, pero hacen todo lo contrario. ¿Menos burocracia?

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