columna-invitada

Por Ricardo Alberto Calleja

En la actualidad, hemos sido testigos de la discriminación en contra de indígenas y personas de color oscura en los espacios públicos, instancias gubernamentales y sobre todo en las escuelas. Los niños, a su temprana edad, no entienden por qué se refieren a ellos con desprecio, hay una respuesta; en los libros de texto gratuitos no aparecía – y sigue sin aparecer- la historia sobre este sector de la población: los afromexicanos.

Los “afromexicanos”, son personas descendientes de esclavos africanos que trajeron a la Nueva España durante la época de la Colonia, procedentes de Ghana, Gabón, Costa de Marfil, Senegal, Gambia, Nigeria, El Congo y Angola, con un solo propósito, usar su fuerza de trabajo, en condición de esclavos. En ese entonces, se estima que fueron alrededor de 300 mil personas.

En 2015, resultado de la presión de intelectuales y activistas sociales, el INEGI decidió incluir en su censo a la población afromexicana, pero solo ha quedado en cifras, no hubo mayor influencia. Durante el siglo XX, en nuestro país se fomentó la idea de “unidad cultural, étnica y racial”. Los gobiernos postrevolucionarios se enfocaron a aplicar políticas públicas para propagar la idea de que toda la población era “y debía” ser mestiza.

El resultado de estas políticas fue que, tanto grupos indígenas como los afrodescendientes fueran y sigan siendo ignorados por el gobierno y discriminados por sectores de la población que se consideran mejores por tener “rasgos físicos mejores y un color de piel claro”.

“Ese triste mirar, me dice todo lo que has vivido, ese triste mirar me dice todo lo que has sufrido (…) cuando te ven pasar, te discriminan por ser morena”, canta Marina Guerrero Salinas, originaria de Tierra Colorada. Con su composición “Ese triste mirar”, Marina, expresa su sentir ante las injusticias que día a día los afromexicanos sufren al transitar por las avenidas de sus pueblos o ciudades.

¿Por qué discriminar, por qué insultar a una población que le dado tanta riqueza cultural a México? La Danza de los diablos, baile que se remonta a los días de las haciendas coloniales; los afromexicanos le han agregado instrumentos como la quijada, extraído de un maxilar seco de un “burro”, el tambor de fricción que, junto con un palo crean un sonido de bramido. Esta danza la podemos apreciar el Día de Muertos. Los danzantes usan una máscara de diablo, quiénes a su vez, son liderados por “El Pancho”, el capataz.

Según cifras del Coneval e Inegi, en México habitan 1.6 millones de afromexicanos. Lo cierto de esas cifras es que miles de mexicanos prefieren ocultar su descendencia africana, debido a la discriminación que, por décadas, hemos venido sufriendo, tanto por el gobierno, como por la misma sociedad.

La población negra, ha sido pisoteada, olvidada y peor aún: borrada de la historia. Por años, diferentes organizaciones han luchado por lograr un reconocimiento oficial por el “Estado Mexicano”, sean reconocidos como la tercera raíz, ya que, sería la única manera de obtener los derechos que todo mexicano tiene, y que hasta hoy, los afromexicanos han vivido sin ser tomados en cuenta para diversos apoyos gubernamentales, como no tener acceso a servicios básicos de salud.

Hace poco, el Inegi publicó un estudio, en donde de acuerdo a los resultados, “las personas de piel más clara alcanzan un nivel más alto de estudios y los mejores trabajos, en el ámbito educativo, de las personas que se autoclasificaron en las tonalidades de piel más clara, solo 10% no cuenta con algún nivel de escolaridad, mientras que la cifra se eleva a 20.2 por ciento para las personas que se autoclasificaron en las tonalidades de piel más oscuras. Esto confirma la discriminación visible que hay contra los afromexicanos.

Los afromexicanos – población de la que también soy parte -, debemos de saber de la fuerza que poseemos, debemos unirnos con la población pobre a la que también pertenecemos y crear un gigante que termine con el modelo económico que ha llevado a los mexicanos, a la pobreza, procurando el bienestar unos cuantos. Es necesario la implantación de un sistema económico más justo, en donde dote de educación, salud, servicios públicos, seguridad a todos, sin distinción alguna.

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