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“No nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros.” Jean-Paul Sartre.

El morenovallismo tomó una decisión política que le es plenamente reprochable: convertir a la persecución política en mecanismo sucio de gobierno y control político para conseguir “gobernabilidad”. Dicho mecanismo presenta, como actores, a agentes ministeriales y jueces que obedecen directrices llegadas a través de los superiores jerárquicos. Los primeros, obligados a desempeñarse como artífices de acusaciones falsas de delito; los segundos -jueces de consigna- a jugar el papel indigno de “legalizadores” de detenciones arbitrarias que recaen sobre la humanidad de los disidentes, críticos o adversarios del jefe político, en calidad de escarmiento ordenado para acallar voces que protestan contra las políticas de gobierno. El truco es jurídicamente repulsivo y tan ampliamente conocido que ya huele podrido.

Al paso de siete años, esa corriente política dominante ha exhibido que llegó al poder con malas artes y que, también con ellas, somete a los inconformes degenerando en algo que bien pudiera llamarse morenomaquiavelismo. Mientras Puebla se desgarra y desangra con el vejatorio acontecer social –corrupción, inseguridad pública, feminicidios, presos políticos, etc.- a ese grupo en el poder la situación parece tenerle sin cuidado. No les importan los presos políticos: <<En Puebla no existen presos políticos>>; no les importa la muerte de las mujeres: <<Los feminicidios son problemas entre parejas>>; su mayor aporte ha sido insultar a los agresores –“desgraciados” y “animales”- y descalificar, muy impolíticamente por cierto, la crítica universitaria: <<Es muy fácil criticar desde el aula o una rectoría>> evidenciando falta de oficio y tacto en la gestión pública. Nos hacen creer que la inseguridad pública está a la baja mediante el manejo engañoso de las cifras: <<La incidencia de tal o cual delito, disminuyó respecto de la registrada el mes anterior>>. Con estas acciones, en realidad, se ha contribuido a la no emisión de alerta de género: <<Puebla está por debajo de la media nacional: CDH>> para satisfacción y contento de un sector empresarial que, por encima de la muerte de las mujeres, privilegia su interés en que no se frenen el turismo y la inversión: su modelo de sociedad a preservar.

Esa vacuidad discursiva revela que el interés de este grupo político radica sólo en mantenerse en el poder para alcanzar propósitos de dominación facciosa en cuya consecución, maquiavélicamente, el fin les justifica los medios. La 28 de Octubre ha sido particularmente insistente en señalar esa dualidad de la acción de gobierno: mientras para perseguir y encarcelar a inconformes, críticos y disidentes pone énfasis, empeño, diligencia y muchos recursos del erario; para contener la delincuencia, social y organizada, son palurdos y lerdos. Por increíble o incomprensible que pueda parecer ésta dualidad, así como se presenta cotidianamente, configura y representa el modelo de sociedad, el proyecto político que el morenomaquiavelismo ofrece a los poblanos.

Si una sana lógica mira esta situación como paradójica y el sentido común la rechaza, por inadmisible como forma de convivencia social; para el poder político establecido constituye la base de su permanencia al frente de las instituciones del estado viendo que la sociedad, en general, le pide que actúe ante el fenómeno criminal en un sentido, u otro, legitimando su ejercicio del poder. Sin embargo, ese poder y su ejercicio se han pervertido. No gobierna; somete y controla. Es arbitrario y autoritario; no se pliega a ley alguna que no sea la voluntad del jefe, el verdadero, la cabeza. La convivencia social de los poblanos está navegando al garete por el abandono de las obligaciones públicas colectivas; ese poder va perdiendo condición de estado y, a la luz de los acontecimientos, va perfilando en su lugar una silueta gansteril.

La escandalosa frecuencia con que se presentan los casos de: personas forzadas a ir a la cárcel sin motivo; irracional violencia contra las mujeres; altísima incidencia en la inseguridad pública, corrupción política, y manejo irregular de la institucionalidad del estado, entre otros, son temas que jamás han merecido de estos gobernantes una explicación pública, seria y coherente, para sancionarlos y, mucho menos, para prevenirlos. ¿Acaso los poblanos depositaron en ellos su confianza para que jugaran con la vida social y el destino de las personas? La bajeza moral ha sido elevada al rango de condición y fórmula de gobierno.

Las ansias de poder del morenomaquiavelismo no encuentran límite en las leyes, la moral ni la vergüenza. Ha construido una estructura institucional transexenal con visos dictatoriales. Transformó la cosa pública en instrumento de negocio privado donde quien no se somete, o se opone a sus designios, recibe manotazos de poder estatal. El caso más emblemático –no solo para los ambulantes, ni para los presos, procesados y perseguidos políticos, sino para todos los poblanos- sigue siendo Simitrio, receptor predilecto de la vesania gubernamental. Lastimado como nadie en su persona, familia y seguidores, el ataque político en su contra se ha tornado demencial; equiparable solo al infligido por Mariano Piña Olaya, a él mismo, tan brutal que le costó pasar casi doce años de su vida encerrado en cárceles de alta seguridad. En aquel tiempo no se atentó contra su familia; ahora, sí; en forma terrible. Las mafias están degenerando.

Con Simitrio y la 28 de Octubre, el morenomaquiavelismo represor no ha dado tregua ni razón. Han preferido soportar la vergüenza de pasar como pillos y torpes en el manejo de las cuestiones legales, antes que rectificar y reconocer la inocencia de los presos y procesados políticos; ha dejado que la mirada social se pose sobre su amorfo quehacer político endilgándole la autoría intelectual y material del crimen de Meztli Sarabia, antes que declinar sus fobias contra el liderazgo de aquél. Se opuso rotundamente a que acudiera, el domingo 15 de octubre, a recibir el Premio Nacional Carlos Montemayor que el comité promotor le otorgó en merecido reconocimiento a una trayectoria de vida en la lucha social. En suma: su mala conducción social acompañada de feroz represión estatal son actitudes dignas de análisis para un buen especialista en política…o psiquiatría. Y ya que estamos en el mes de la solidaridad ¿quién, o quiénes, de los integrantes del círculo más alto e íntimo del morenomaquiavelismo se va(n) a poner en los zapatos de Simitrio?

Heroica Puebla de Zaragoza, a 17 de Octubre de 2017

José Samuel Porras Rugerio

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