Mar de fondo. A ciencia cierta, pocos conocerían los entretelones de un drama institucional ocurrido el 7 de los corrientes en la SEP Federal. Tragedia burocrática en la que uno de los protagonistas, el ex Director de Profesiones, Óscar Espino, fuera prácticamente echado de la escena casi a punta de bayoneta calada. Algunos señalarían que en el mar de fondo, estaría un conflicto de intereses entre este personaje y alguien en el parnaso, quien incluso estaría por encima de Salvador Jara, brazo ejecutor. Ambiciones personales que habrían causado encono y una respuesta inmediata a un posible chantaje que perpetraría quien ese día tendría que inaugurar un encuentro nacional de directores estatales de profesiones en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, al que nunca llegaría. Empero, una tragedia real originada por tres sismos de intensidades que oscilaron entre el 8.2, 7.1 y 6.1, dejarán para después los pormenores de un ajuste de cuentas.


A diferencia de los acaecidos los días jueves 7 -por media noche- y sábado 23 a las 7:50 horas aproximadamente y del ocurrido el 19 de septiembre de 1985 a la 7:19 a.m. en el que se desplomó una escuela del Conalep en pleno centro del Distrito Federal ocasionando la muerte de aproximadamente 120 alumnos, alumnas y personal docente, el del 19 de los corrientes tuvo lugar a las 13:14 horas cuando en las escuelas de educación secundaria y media superior, públicas y/o privadas, las 25 000 básicas de tiempo completo y las escuelas particulares de educación obligatoria desplegaban actividades normales. En todas ellas, la labor que desarrollaron maestras, maestros personal directivo y de apoyo a la educación fue definitivo y permitió, que salvo en la escuela siniestrada Enrique C. Rébsamen, las bajas de alumnos y alumnas fueran contadas.

Los agarró en plena faena y al “sin susto”, el siniestro se presentó sin previo aviso. Las alarmas sísmicas públicas y privadas no funcionaron con la anticipación adecuada. Las Apps especializadas tampoco registraron con antelación el sismo del pasado 19 de septiembre que en centro del país tuvo una percepción de intensidad mayor que el de la primer semana de septiembre y lo mismo, que opinión de muchos de quienes vivieron el del 85, a pesar de ser catalogado con un grado de 7.1 en la escala de Magnitud Richter y de acuerdo a los especialistas, 10 veces menor que el que se padeciera a mediados de los 80s. Y aunque algunos alumnos y alumnas pudieron salir de sus salones, principalmente quienes lo comparten en la planta baja, las y los que recibían clase en los pisos superiores, debieron ser organizados por sus mentores para ponerse a salvo. En casos excepcionales de pánico aislado, excepcionales con mayúsculas, maestras y maestros, pusieron encomio en la salvaguarda de los y las menores y los adolescentes. Les guiaron a los centros de reunión previamente señalizados para eventos similares y en todos los casos y en todas las escuelas, alguna o algún docente tomo la voz cantante. Las y los tranquilizó y mediante ejercicios de respiración aprendidos en las clases de educación física y logró que les regresara la calma, en tanto que el resto de la planta docente daba atención especial a los y las menores que por el susto, daban rienda suelta al llanto.

Poco a poco regresó la calma y en tanto el tiempo, la distancia y en las grandes urbes el tráfico pesado lo permitieron, se mantuvo hasta la llegada de padres y madres de familia, familiares o amigos, cuestión en la que maestros y maestras extendieron su labor quienes con justificación y sin querer, preocupaban a sus hijos o hijas generando nuevas crisis de angustia en las y los menores.

Previamente al sismo comentado y aquí en donde –nuevamente- la puerca tuerce el rabo, Nuño habría acusado a la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), “por obstaculizar” la elaboración de un censo de escuelas siniestradas en Oaxaca y de realizar “un juego muy perverso”, en el que esa organización primero se opusiera, prohibiendo el ingreso de supervisores escolares y jefes de sector y luego denunciara la falta de ayuda gubernamental. Empero, maestras y maestros afiliados a la CNTE habrían sido afectados por el sismo del 7 de septiembre, al igual que cientos de miles de sus paisanos y paisanas. Afectaciones que habrían involucrado vidas, casas, pertenencias y centros de trabajo, éste lugar en el que conminaran a la comunidad escolar para que solicitara la realización de “peritajes profesionales exhaustivos en cada plantel educativo”.

La voz de Nuño provocó una andanada de críticas, realizadas por periodistas al servicio de las grandes cadenas televisivas y de otros medios de comunicación. La intención era clara y manifiesta: disminuir la influencia política que pudiese tener un grupo de profesionales de la educación, críticos a la reforma educativa y a las reformas estructurales, en el proceso electoral del 2018. Sin embargo, en unos cuantos días -12 para ser exactos- maestras y maestros pasaron de ser catalogados como villanos por Nuño a héroes que se comprometieron con la seguridad y la tranquilidad de sus alumnas y alumnos, sin show mediático de por medio y sin buscar el reconocimiento que lo merecen de madres y padres de familia.

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