La aclaración de dos altos funcionarios de la Secretaría de Marina el jueves 21 sobre el caso de la niña Frida-Sofía frenó la manipulación mediática tipo reality-show que habían construido Televisa y sus conductores Denise Maerker y Carlos Loret de Mola.

A través del manejo del poder televisivo, Televisa quiso colocarse como el eje informativo de la cobertura noticiosa del terremoto y con astucia mediática centró la atención pública en el caso del Colegio Enrique Rébsamen.

Pero fue una forma de explotar el morbo social, los sentimientos frágiles de la gente. Los funcionarios de Marina simplemente reflejaron la poca información con la que contaban, pero fue Televisa la que infló la información para convertirla en el centro de su cobertura.

Lo malo fue que cuando finalmente el teatro del reality-show se vino abajo, Televisa, Maerker y Loret intentaron lavarse la cara de vergüenza acusando a la Secretaría de Marina de la construcción de una noticia. Profesionalmente hablando, Televisa y sus conductores debieron confirmar la veracidad de los datos, explicar la inconsistencia de la información y ejercer el periodismo de verificación de datos buscando la lista de niños inscritos y sus padres para confirmar que no había ninguna alumna con ese nombre.

Pero los periodistas de Televisa hacen, de manera irresponsable, show y desde siempre se niegan a hacer periodismo. En uno de los casos más deleznables del periodismo, Loret de Mola preguntó al vocero de la presidencia si estaba consciente que la presencia del presidente Peña Nieto en los lugares afectados iba a elevar su aprobación social, cuando en realidad esa presencia era indispensable para mostrar que la autoridad política superior estaba al frente de la supervisión de acciones del gobierno federal. Para Televisa todo es show.

Maerker quiso convertir su espacio noticioso en la política de comunicación social del gobierno; por eso colocó alrededor de los funcionarios de Marina un cerco de aislamiento informativo. Y hasta de manera grosera en varias ocasiones regañó a Joaquín López Dóriga, reportero que ha cubierto guerras y que ha trabajado a ras de la noticia, para que no le opacara la pantalla. Y desde el estudio, también impartía instrucciones a los funcionarios que estaban respirando polvo en las operaciones de rescate.

El caso de Frida-Sofía no fue un operativo de manipulación como el Chupacabras en los tiempos de Salinas de Gortari ni Televisa fue tan periodística como cuando Jacobo Zabludovsky narró los estragos, a ras del polvo, del terremoto de 1985 sin caer en estridencias ni manipulación de sentimientos. Tan no fue operación de desinformación el caso de Frida-Sofía que el subsecretario y el oficial mayor de la Secretaría de Marina salieron personalmente y con valor civil a reconocer el error, en tanto que Televisa y Maerker comenzaron a culparlos del error periodístico de no difundir declaraciones sin verificación.

Ahí se localiza el gravísimo error de credibilidad de Televisa: usar una información en tiempo real y sin verificar con técnicas de investigación periodística para fabricar un caso de sentimentalismo televisivo telenovelero región 4, aunque a costa de descuidar el proceso profesional de la información con objetividad y equilibrio en un momento de fragilidad social de los ciudadanos. La idea de Televisa y Maerker fue hacer show y no periodismo.

El desmentido de Marina salió a tiempo y resultó, a la postre, en una desautorización moral a la manipulación de Televisa.
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Política para dummies: La política debe ser el espacio de la veracidad, no de los estudios televisivos de la mentira.

Sólo para sus ojos:

• El periodismo ha fallado en el caso de los terremotos: muchas notas lacrimógenas, poco análisis sobre el Estado, el poder y la sociedad. El caso de la inexistente Frida apenas ilustra la distracción para neutralizar la protesta. Y de nueva cuenta, Televisa y sus conductores como los operadores de la manipulación y de la distracción.

• Otra falla: no puede decirse que fracasó el sistema de comunicación gubernamental; se debe decir que simplemente no existió; y aunque hubo deficiencia y fallos, al final la ausencia de comunicación se convierte en una política de manipulación por la dispersión de mensajes. De todos modos, urge una estrategia de comunicación oficial para casos de desastres.

• La equidistancia 19 de septiembre de 1985-19 de septiembre de 2017 es más que simbólica. Otra vez la sociedad rebasó a un Estado que no aprendió la lección de hace 32 años.

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@carlosramirezh

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...