Columnistas-MarcoAntonioRoviraTorres

La BUAP se encuentra en periodo de campaña para renovar la rectoría, cargo que hoy ostenta el maestro Alfonso Esparza Ortiz. Las campañas −particularmente la del rector, quien busca reelegirse−, han dejado entrever el bajo nivel de cultura política y ciudadanía de numerosos contingentes de estudiantes universitarios.

El pasado lunes durante la mañana, jóvenes estudiantes y personal académico o administrativo hicieron un despliegue de apoyo en favor del actual Rector a las afueras del Colegio Carolino. El espectáculo fue acompañado por confeti, propaganda, música “popular” e, incluso, el show de un stripper masculino, como se puede observar en distintos videos que ya circulan en redes sociales. La algarabía universitaria era tal que el escándalo de aquella verbena se podía escuchar a varias cuadras de distancia durante las horas que duró el acto.

Como si se tratara de una asamblea de acarreados del PRI o algún otro evento auspiciado por cualquier partido político, los estudiantes y trabajadores de la BUAP decidieron prestarse gustosos al mitote.

No deja de ser lamentable que en un país que entre sus muchos pendientes arrastra el de construir una ciudadanía democrática sólida, con fuertes principios cívicos y éticos, los miembros de una de las comunidades universitarias más grandes de México, así como de una de las instituciones educativas de mejor calidad a nivel nacional, acepten ser partícipes de este tipo de prácticas que muestran fuertes dosis de cultura política priista, la cual desde hace décadas se ha caracterizado por la trivialización de la política y del debate público, en favor del espectáculo populachero de mal gusto al estilo Televisa.

Lo anterior muestra hasta qué grado esa baja calidad de la cultura política de los partidos ha penetrado en otras esferas de la sociedad, incluidas las universidades públicas.

Pareciera que, más que las propuestas o los programas de los candidatos, lo que importa es la imagen personal de los mismos, así como su capacidad para ofrecer entretenimiento y suspensiones de actividades a sus potenciales electores. Que los universitarios hagan a un lado el debate público serio, el cual debería estar en el corazón de la política, aceptando la trivialización de ésta por su sustitución a cambio del espectáculo, constituye una negación de la política misma como actividad consensuada, crítica y participativa en torno al interés general.

Para tener una idea de lo nocivo que esto puede ser, basta con pensar en los efectos perversos que este fenómeno comporta a través de ejemplos extremos como Donald Trump, un personaje que se construyó una imagen pública desde el reality show y que es hoy mandatario del país más poderoso del mundo, cuya democracia, antes vista como una de las más sólidas del planeta, muestra síntomas de notable putrefacción.

En vez de que los universitarios sean la vanguardia de otra manera de entender y hacer política, estos parecen compartir cómodamente esta idea distorsionada de la misma, lo que no puede ser sino motivo de preocupación.

Ojalá que los distintos equipos de campaña de los diversos candidatos a presidir la máxima casa de estudios tomen nota del asunto también, para de esa manera evitar fomentar prácticas y valores cuestionables entre la comunidad universitaria. Como egresado de la BUAP, así como estudiante de posgrado en la misma y como ciudadano que cree en el valor de la política, sé que dentro de la Universidad somos muchos los que reprobamos este tipo de acciones y esperamos que, conforme el proceso sucesorio avance, se corrijan estos despropósitos para afirmar el lugar serio que le corresponde a la institución dentro del país y del mundo.

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