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Podéis ir en paz, la reforma educativa se ha concretado, diría Peña Nieto. Tras la salutación presidencial final, Nuño podría emprender nuevas tareas y nuevas encomiendas, merced a la confianza que su jefe depositara en él. Habría cumplido y el señor de los pinos se lo reconocería en publico, ante niños y niñas sobresalientes, ganadores de la Olimpiada Nacional del Conocimiento. México, discurriría Peña, la otrora gloriosa república de Anáhuac, contaría a partir de 2017, aun antes de que gozase ya de un merecido descanso, con mejores escuelas; pues aunque fuese con deuda pública pagadera a mediano plazo, invertiría, en tan sólo 6 años al frente del ejecutivo federal, una cifra equivalente a los 80 mil millones de pesos, cantidad no imaginada por sus adversarios políticos -los del Partido Acción Nacional – que le precedieran en la residencia presidencial y que le permitiría dejar en óptimas condiciones a 1 de cada 5 escuelas de educación básica.

Contaría, no obstante fuese hipotéticamente pues su aplicación dependería de la nueva administración federal, con un nuevo modelo educativo, mejores planes y programas de estudios, en proceso de elaboración por un grupo de sabios, que se aplicarían mediante el uso de una nueva pedagogía centrada en los alumnos y alumnas. Como evidencia de la transformación del magisterio nacional y a pesar de las resistencias, de los vicios propiciados por otras administraciones emanadas del Partido Revolucionario Institucional y que se remontaran al lejanísimo gobierno de Ávila Camacho, en contubernio con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), ahí quedaban los 180 mil docentes que, fuera como fuese, habrían sustentado el examen de permanencia que les aseguraría un contrato multianual, dejando de lado la apropiación a perpetuidad de una plaza adquirida o heredada, por lo que él y Nuño, consideraran malas artes y malas mañas.

Podría sentirse satisfecho. Habría roto con inercias y con vicios del pasado. México, tras el pacto que le allanó el camino a las reformas estructurales creería, se habría transformado en una nación próspera, democrática, moderna y competitiva, aun a costa de su popularidad y de que fuese acusado como vende patrias por “jacobinos anquilosados”. No importaba que la inseguridad fuese al alza y que su administración fuese señalada por la corrupción galopante que le caracteriza, que se sometiera de manera vergonzante al candidato -luego presidente Trump- y entregara los bienes de la nación a particulares, exfuncionarios del gobierno y a empresas transnacionales. Aun así habría ganado el proceso electoral en el Estado de México y podría decidir quién sería el ungido que le sucediera en la alta responsabilidad que le confiriese en su tiempo, el pueblo de México; ungido que le cubriría las espaldas, en tan sólo 15 meses más.

Nuño compartiría la ilusión presidencial. Creería lo mismo que su jefe, que las misiones que le fueran conferidas se habrían cumplido a cabalidad. Convencería a algunos ingenuos para que sin chistar, firmaran un pacto que a sus contrapartes les acarrearía el descrédito político pero que a él y fundamentalmente, a quien lo comisionara en las tareas, les extendería un cheque en blanco que se usaría en aquello que la OCDE demandara desde la administración de Miguel de la Madrid: el desmantelamiento del Estado que propiciara la consecución de las reformas estructurales. No sólo eso, el documento adquirido al portador, serviría para entregar la riqueza de la nación en bandeja de plata bajo el pomposo nombre de “reformas estructurales”. Habría estado atrás de Chuayffet en la primera etapa de la confrontación magisterial y de la campaña de odio en contra del magisterio nacional que promovieran organizaciones sociales vinculadas con la derecha. Cuando fue necesario, relevó al maestro de la intriga palaciega. Al frente del despacho, habría contenido las protestas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación e impuesto, bajo el manto protector de las fuerzas del orden, una evaluación estandarizada calificada por docentes como “punitiva”. Habría prometido un modelo educativo, al que sin ser, calificara de novedoso y para salir del paso y dar la impresión de cumplimiento, anunciaría el inicio de varios programas piloto que se aplicarían al inicio del ciclo escolar 2017-2018, cuando mucho 2 mil planteles escolares.

Triple tarea. Por un lado y de inmediato, Nuño dedicaría sus esfuerzos a consolidar las simpatías de su jefe y hacer buenas las especulaciones de ser el designado, mientras daría la apariencia de echar el resto a la tarea educativa que ya pesa, como una loza sobre su espalda. Empero y si las cosas salen como pintan, debería analizar quién de entre sus colaboradores o sus amigos, continuaría con la ruta trazada, impulsaría la prosecución de la evaluación educativa para que lograra incrementar, aunque fuese un poco, el número de docentes evaluados a pesar de los anuncios de la CNTE en contra. Alguien que fuera capaz de sostener los programas Escuelas al Cien y Reforma Educativa no obstante recortes presupuestales y contradicciones inherentes a la construcción de espacios educativos con cargo a la Subsecretaría de Educación Básica. Alguien con la suficiente labia para demostrar que la reforma educativa sigue viva y que fuese capaz de convencer al respetable, sin importar que siga gastando sumas millonarias en desplegados publicados en periódicos de circulación nacional.

Menuda tarea, analizar y encontrar a quien de entre los allegados o aliados, tendría la temperancia requerida para continuar con el discurso. No importarían los resultados, total, que ya se ha machacado hasta el cansancio; los alcances se obtendrían en el largo plazo, tan largo que la memoria quedaría corta para recordarlos.

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