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2018, los alfiles de Peña

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, indica que en el gabinete, la convención generalizada es que el presidente Enrique Peña Nieto tiene listas las cartas de dos colaboradores para la candidatura presidencial. Arriba, el secretario de Educación, Aurelio Nuño, de quien mejor se expresa de todo el gabinete, y luego el secretario de Hacienda, José Antonio Meade. Están tan lejos de todos en el ánimo presidencial, particularmente Nuño, que hay aspirantes como Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, que admite en privado que no hay mucho que hacer ya, aunque no por ello deja de buscar que sea él a quien designe el presidente y unja el PRI. La Asamblea Nacional del PRI, que comenzó este miércoles y terminará el sábado, quiere darle a Peña Nieto todos los instrumentos para que sus deseos se cumplan y elimine los obstáculos que puedan al elegir a su sucesor.

La Asamblea pretende limar todas las aristas para facilitar la eventual candidatura de Nuño o Meade. De ahí viene la relevancia que se le ha asignado a la Mesa de Estatutos en Campeche, donde si bien el candado de fidelidad partidista que obliga una militancia de cuando menos 10 años a quien aspire a la candidatura presidencial no afecta a Nuño, cuyo carnet priista data de 2004, se ha vuelto un condicionamiento casi de veto para Meade. El secretario de Hacienda podría contender por la presidencia con los colores del PRI, siempre y cuando vaya en alianza con otro partido, y que fuera propuesto por ese partido al cual se sumaría el PRI. Aunque esto ya se vio en Chiapas, con el gobernador Manuel Velasco, del Partido Verde, se ve difícil que el PRI procese a Meade como su candidato presidencial, al tener que ceder el partido la candidatura a otra franquicia.

Nuño y Meade son vistos dentro del gabinete y en otros círculos políticos, como los alfiles de Peña Nieto. Nuño, que llegó al gobierno peñista empujado por el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, se fue ganando la confianza del presidente por los resultados que le dio y un enorme cariño, al ver reflejado en él su camino hacia la cima del poder, explicaron personas que los conocen. Meade, el único miembro del gabinete al que le tiene respeto profesional Videgaray, fue conquistando gradualmente la confianza del presidente, por su trabajo, y se convirtió en uno de los pocos funcionarios en su entorno que le aportan la información y la cosmogonía de la que el presidente, un mexiquense típico, carece.

Los dos precandidatos del presidente tienen a un solo rival de peligro, el secretario Osorio Chong, mañoso y perverso, buen conocedor de las plomerías de la política mexicana, como experimentaron Nuño con el conflicto magisterial hace poco más de dos años, cuando lo excluyó toscamente de las negociaciones, y el propio Meade, en diciembre y enero, cuando lo dejó lidiando en solitario con las consecuencias políticas y sociales del gasolinazo. Osorio Chong, sin embargo, es el priista mejor colocado en las encuestas donde se evalúan a los aspirantes. La última pública, levantada en la penúltima semana por De las Heras Demotecnia, la casa encuestadora de cabecera del PRI, publicada en Uno TV, coloca al secretario de Gobernación como el priista al que mejor le iría en la elección presidencial, bajo cualquier escenario.

Por ejemplo, en una competencia con la panista Margarita Zavala, y contra el morenista Andrés Manuel López Obrador, Osorio Chong se quedaría un punto debajo de ellos, con 25 por ciento del voto, que están empatados con 26 por ciento. Meade alcanzaría en esa misma fórmula 21 por ciento del voto, contra 27 por ciento de Zavala y López Obrador. Nuño, en cambio, es el que tiene el peor comportamiento de los siete aspirantes priistas medidos, al obtener 20 por ciento del voto, siete puntos debajo de sus rivales. Si la variable panista cambia a Ricardo Anaya como candidato, Osorio Chong quedaría en segundo lugar con 25 por ciento, debajo de López Obrador con 28 por ciento del voto, pero arriba cuatro puntos de Anaya. Meade, que se desplomaría al sexto lugar entre los priistas, empataría con Anaya con 22 por ciento del voto, pero se quedaría a nueve puntos de López Obrador. Nuño, una vez más en el último escalafón priista, alcanzaría 18 por ciento del voto, contra 20 por ciento de Anaya y 28 por ciento de López Obrador.

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El sabor del dedazo

Leo Zuckermann en su columna Juegos de poder, publicada en Excélsior, indica que es muy probable que el próximo candidato presidencial del PRI no llegue a ser Presidente. Desde ahora, muchos auguran que el tricolor está muerto para las elecciones del año que entra. No le dan probabilidad alguna de ganar. Y es que, efectivamente, los números del PRI son abismales. La popularidad del presidente Peña está por los suelos. Entonces, ¿por qué los medios están tan interesados en la Asamblea Nacional de este partido que se está llevando a cabo estos días? Mucho más, sin duda, que cuando el PAN, Morena o el PRD hacen sus asambleas. ¿Por qué?

Algo se explica, en este momento, por la falta de noticias nacionales. Las vacaciones veraniegas están terminando y todavía está floja la actividad política, económica y social en el país. Pero creo que ésta no es la única explicación. Para muchos sigue siendo interesante darle seguimiento al juego del dedazo presidencial al que nos tuvo acostumbrado el PRI durante tantos años.

No para los jóvenes, pero sí para los que todavía nos tocó vivir las últimas etapas del autoritarismo priista con esa fascinante institución en la que el Presidente en turno escogía al candidato del partido (único o hegemónico) que lo
sucedería en el poder: el famoso dedazo.

En aquellas épocas, los interesados en la política se dedicaban a leerle el pensamiento al Presidente para tratar de adivinar hacia dónde apuntaría su dedo. Era, hay que decirlo, un asunto muy divertido. Conforme se acercaba el anuncio del “destape” del candidato presidencial del PRI (típicamente unas semanas después del Quinto Informe de Gobierno), las tertulias se calentaban con todo tipo de especulaciones y se organizaban las quinielas. Que si sería el secretario de Gobernación porque el Presidente le había pedido que diera un discurso frente a las Fuerzas Armadas. No, que el bueno era el de Hacienda porque lo habían llevado a una gira internacional. No, que el regente del DF ya había mandado a imprimir la propaganda para la campaña. La verdad es que nadie sabía porque, si bien el Presidente consultaba con todo tipo de personas, la decisión final la tomaba en la soledad de Los Pinos. En cuanto decidía, llamaba al afortunado para acordar la manera de hacer el “destape” lo mejor posible.

En fin, era parte de las tradiciones del peculiar sistema político autoritario que duró tantas décadas. Hoy, por fortuna, es cosa del pasado porque nuestro Presidente lo elegimos los votantes en las urnas.

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PRI: ¡sí a candidatos simpatizantes y coaliciones en 2018!

Ricardo Alemán en su columna Itinerario Político, publicada en Milenio, indica que la primera sorpresa fue la asamblea misma; una lucha real, una discusión real, una deliberación real y… cambios reales.

La mesa de estatutos de la 22 Asamblea del PRI —que casi fue pasada por agua debido al huracán que azotó Campeche— le dio la vuelta al viejo partido y lo regresó a los ciudadanos.

Hoy el PRI es un partido moderno, abierto a las coaliciones presidenciales, abierto a los militantes de fuera y a la competencia de dentro, que puso fin al abuso de las plurinominales y que acabó con los vetos a los que vienen de fuera.

Sigue vivo el candado de 12 años de militancia para acceder un puesto de elección popular, pero se inventan los candidatos presidenciales simpatizantes. Es decir, las partes en conflicto se quedan con su golpe.

En pocas palabras, el PRI dio una vuelta de tuerca que lo coloca como un partido moderno, de y para los ciudadanos, en donde la llamada “nomenclatura” se achica para entregar el instrumento político-electoral llamado PRI, no solo a sus militantes, sino a candidatos independientes, sea mediante coaliciones, sea para un externo que no tenga militancia.

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Trump no metió mano en caso Rafa Márquez

La columna Bajo Reserva, publicada en El Universal, señala que apenas de regreso de Washington, el representante del Partido Republicano y aspirante a ocupar la embajada de EU en México, Larry Rubin, comenzó una tarea oficiosa para tratar de zafar al presidente Donald Trump del caso del futbolista Rafael Márquez, señalado por el Departamento del Tesoro estadounidense de tener negocios con un capo de la droga. Nos recuerdan que la lista negra, creada en 1950, incluye a personajes que son investigados durante meses y años. Y, aquí el punto del asunto, don Larry comenta que es altamente probable que los expedientes de Márquez y Julión Álvarez hayan sido iniciados en la administración del presidente Barack Obama. Por supuesto, Rubin busca sacar a Trump de los señalamientos a los personajes públicos, quienes no podrán tener ninguna relación empresarial con la iniciativa privada ni el sector financiero de Estados Unidos. Do you understand?

Julión y la independencia de la PGR

Ahora sí la PGR dio un guantazo a sus críticos, a aquellos que consideran que no tiene independencia del Ejecutivo. La prueba es contundente. El lunes pasado el presidente Enrique Peña Nieto posó para una fotografía con el cantante Julión Álvarez y el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, durante una gira en la que visitó el Cañón del Sumidero. La foto fue subida a las redes de la Presidencia de la República. Dos días después, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos puso a Álvarez en una lista de sanciones, pues asegura que mantiene nexos con un capo del Cártel Jalisco Nueva Generación. La dependencia estadounidense aseguró que contó con la ayuda de la Procuraduría General de la República para identificar las redes del capo en México, así como para asegurar algunos de sus bienes. Es obvio que nadie en la PGR le informó al presidente Peña de la inconveniencia de posar junto a un hombre que estaba bajo la lupa del gobierno de Estados Unidos por sus presuntos nexos con un capo del narcotráfico. Así, o más independencia.

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La columna Trascendió, publicada en Milenio, indica que el martes por la noche, en vísperas de la mesa del PRI Visión a Futuro, hubo una cena de manteles largos en el exclusivo restaurante Trasloma de Guadalajara, donde dialogaron el presidente tricolor, Enrique Ochoa; su secretario, Héctor Gómez; Manlio Fabio Beltrones, el diputado local Canek Vázquez, el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, y la asambleísta Cynthia López.

El tema: lograr una asamblea tersa en la cual el partido evite fricciones y salga lo más unido posible.

Que finalmente el viejo PRI condicionó la apertura del candado de 10 años de militancia para aceptar candidatos simpatizantes a que cualquiera de éstos que aspire a un cargo de elección popular, en particular la Presidencia, tenga “identidad priista” y “se comprometa” con la declaración de principios del partido.

Así, dicen, “la única diferencia entre un simpatizante y un militante será la terquedad de no afiliarse”. Hay que recordar que la propuesta original de Enrique Ochoa era solo “abrir los candados”.

Que, por cierto, unos 40 minutos tomó al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, saludar a los delegados priistas asistentes al primer día de trabajos de la mesa Programa de Acción, en Toluca, donde los invitados a la cena destacaron el “clima de unidad”.

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