columna-invitada

Por Adrián Salazar

Para nadie es desconocida la labor del Movimiento Antorchista por transformar la vida de miles de mexicanos. Labor ardua que, al pasar del tiempo, ha rendido frutos. Millones de mexicanos han alcanzado mejores condiciones materiales de vida gracias al antorchismo. Los resultados son innegables. Pero esto es tan sólo la veta, la punta del iceberg. La lucha de Antorcha busca no sólo el bienestar material, sino intelectual y espiritual, por eso también fomenta e impulsa el desarrollo académico, científico, cultural y deportivo de los hombres.Para nadie es desconocida la labor del Movimiento Antorchista por transformar la vida de miles de mexicanos. Labor ardua que, al pasar del tiempo, ha rendido frutos. Millones de mexicanos han alcanzado mejores condiciones materiales de vida gracias al antorchismo. Los resultados son innegables. Pero esto es tan sólo la veta, la punta del iceberg. La lucha de Antorcha busca no sólo el bienestar material, sino intelectual y espiritual, por eso también fomenta e impulsa el desarrollo académico, científico, cultural y deportivo de los hombres.

Para el Movimiento Antorchista desarrollar este tipo de actividades, principalmente entre el pueblo depauperado, no es un lujo sino una imperante necesidad que hará que éste libere su espíritu y abra su mente a las creaciones más sublimes del propio hombre a través de la historia. El teatro es una de esas herramientas.

Para nuestra organización, el arte es una poderosa arma transformadora del hombre, de su conciencia, de su sensibilidad y de su voluntad, haciéndolo un hombre mejor, con sentimientos y pensamientos más elevados; es decir, haciéndolo un hombre nuevo, más solidario, más tolerante, más inteligente y, por lo tanto, más capaz de convivir con sus semejantes y de ayudarlos a vivir una vida más plena; precisamente por eso no podemos prescindir del arte como herramienta de transformación.

El teatro en su forma moderna, acabada, como muchas otras expresiones artísticas, nace en la antigua Grecia. A medida que se fue desarrollando la sociedad griega -como en toda sociedad que avanza en el terreno económico-, se escindió en dos grupos sociales: la aristocracia y el demos. El teatro, desde su nacimiento, es una expresión popular, un arte que nace de las entrañas del pueblo. A lo largo de la historia, el teatro es una de las artes que siempre ha querido y entendido más el pueblo que la clase culta.

A este teatro asistía prácticamente toda la ciudad, no era un espectáculo para unos cuantos, era un espectáculo popular y las piezas que representaban, aunque se referían a temas mitológicos, en el fondo trataban asuntos políticos de la época. Los dramaturgos de aquella época eran políticos, gente que conocía la problemática en su tiempo y que se valía de la tragedia para poder plantear los problemas y una posible salida a los mismos. Desde entonces el teatro era un arma que se empleaba para darle a la gente mensajes políticos.

Pues bien, en los tiempos modernos -en 1994- dentro de las filas antorchistas se desarrolló Víctor Manuel Torres Jiménez (1955-2007), mejor conocido como Víctor Puebla, quien fuera un revolucionario actor y director de teatro, persona con gran talento que le permitió llegar a escenarios nacionales. Sin embargo, su trabajo no se caracterizaba por ser parte de la industria comercial o por ser de entretenimiento vacuo y burdo, no; él iba más allá. Víctor Puebla realizaba teatro con mensajes profundos en el que los espectadores pudieran reflexionar sobre los problemas que los aquejaban.

A esto se suma otra acción que dejó huella en el Movimiento Antorchista. En 1995, las casas del estudiante “Serrano” y “Carmen Serdán” (albergues estudiantiles fundados por Antorcha), solicitaron a la Benemérita Universidad Autónoma (BUAP) de Puebla un docente que pudiera atender el club cultural de teatro que se brindaba a los moradores. La BUAP destinó al profesor Víctor Manuel Torres Jiménez, quien ya tenía una trayectoria reconocida en el teatro independiente. Más tarde, forma parte del proyecto de formar una compañía nacional de teatro –misma que ahora, en homenaje, lleva su nombre-. Este proyecto teatral comenzó con sólo siete jóvenes amateurs, pero comprometidos con la labor que elevaría la cultura y conciencia de los trabajadores en aras de contribuir al cambio social que el país requiere.

Desde el inicio, los principales foros para esta compañía fueron los pueblos y colonias azotadas por la miseria y el olvido. De forma espontánea, también llegaban a pisar algunos foros que no tenía relación con Antorcha, como la Casa de Cultura,  donde presentaron una temporada la puesta en escena “Molière a la mexicana”, adaptación de Víctor Puebla a la obra original de Molière llamada Cornudo imaginario. La temporada resultó bastante exitosa. Una de las principales características que diferencia a esta compañía del resto que se dedica al teatro independiente, es que es la única que hace teatro para las masas. Va a las colonias, a los pueblos, y lleva un mensaje crítico que permite educar y politizar al pueblo con obras de autores clásicos. Para entender el tipo de obras que se montan y el mensaje que éstas tienen es menester educar y politizar a los actores primero.

Pues bien, este año se cumple el décimo aniversario luctuoso de Víctor Puebla y en homenaje a este hombre que puso sus conocimientos y capacidades al servicio del proletario de México, el Movimiento Antorchita realizó el Primer Festival de Teatro que lleva su nombre. Durante cuatro días continuos hubo jornadas con las puestas en escena de algunas obras que escribió y con adaptaciones suyas a obras escritas por otros grandes dramaturgos en importantes foros como el Teatro Principal, el Teatro de la Ciudad, el Zócalo de Puebla y el Complejo Cultural Universitario de la BUAP.

Este evento tuvo una gran respuesta por parte de los poblanos; hubo llenos totales en los que lamentablemente muchas personas no alcanzaron un lugar para poder disfrutarlo. Esto demuestra que el pueblo está ávido de arte de calidad, y que no en cualquier lugar lo encuentra, como debería de ser. Por eso, el antorchismo continuará con su labor de educar y transformar al hombre, como ya dije, no sólo en lo material, sino también en lo intelectual y espiritual. Tarea que sabemos bien cómo hacerla.

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