“Los intentos fallidos sirven para autoformarnos,
pero frecuentemente no los aprovechamos”.

Abel Pérez Rojas

Erróneamente damos por cierto que las personas o son exitosas o fracasadas, por eso hacemos todo para estar en el grupo de los “exitosos” y también por ello no le damos su justo valor a los intentos fallidos, ocultando con esto su valor formativo.

Es básico comprender y aceptar que el sistema en el cual vivimos nos ha metido en una despiadada carrera de acumulación y de estándares de vida superfluos e inalcanzables, pero más allá de todo esto hay formas alternativas de pensamiento y de convivencia.

Ya en alguna otra ocasión le platiqué cómo es que el paradigma socialmente impuesto y construido de “éxito” se convierte en la “zanahoria del agotamiento”, porque caminamos y caminamos, pero nunca la alzamos, además de que la situación en sí es una pérdida de tiempo y energía, cosa muy distinta a la utopía, la cual también es inalcanzable, pero ir en su búsqueda nos transforma y nos hace progresar.

Repaso todo esto mientras leo sobre el Museo del Fracaso (Museum of Failure), una idea impulsada por Samuel West que alberga 51 objetos de todo tipo, que nos hacen recordar que para alcanzar algo, generalmente tenemos que intentarlo una y otra vez, hasta que el resultado sea el deseado.

Entre los objetos que conforman la exposición, el visitante podrá encontrar desde un juego de mesa basado en el programa de televisión de Donald Trump, pasando por el perfume de la marca de motos Harley Davidson, pasta de dientes con sabor a lasaña o las gafas Google.

El Museo del Fracaso es un compendio para recordar que aún las grandes corporaciones se equivocan, y que no siempre las cuantiosas inversiones garantizan totalmente el resultado.

El Museo también parece decirnos que nadie trabaja para fallar y equivocarse, pero que debemos estar preparados para no alcanzar nuestros propósitos a la primera.

En ese tenor está el acierto de dicho Museo, pero se equivoca al llamarse Museo de los Fracasos.

Si repasamos nuestra evolución como especie, podemos ver que somos lo que somos en gran medida a todo lo que hemos experimentado, a todo aquello que hemos intentado, pero que no conseguimos acertadamente.

Los intentos fallidos son una especie de entrenamiento en el que experimentamos muchísimos factores, pero que sólo a la luz de nuevos intentos y aciertos, es como podemos corroborar su valía.

Sólo si dejamos de seguir experimentando es como nuestros desaciertos se vuelven inútiles, en resumen, un desperdicio de tiempo, de dinero y de vida.

Es importante tener en cuenta dónde estamos parados y cómo funciona el sistema en el que vivimos, para que no sea la angustia y la ansiedad la que nos impida disfrutar y aprender de nuestras intenciones practicadas y no alcanzadas.

Por cierto, yo le llamaría al Museo de los Intentos Fallidos al autodenominado Museo del Fracaso, porque llamarle de los Fracasos es otra vez reforzar aquella idea fatua de la disyuntiva agobiante, y por otra parte, oculta la ocasión para hacer visible el valor de los intentos fallidos como una vía de autoformación que frecuentemente dejamos pasar de largo y no los aprovechamos.

¿Qué le parece?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

Nació en Tehuacán, Puebla, el 6 de enero de 1970. Es poeta,conductor de programas de radio, académico y gestor de espacios educativos. Funda y coordina Sabersinfin.com