Columnistas-JuanCarlosLastiri

La globalización económica es un fenómeno que va contracorriente de la autonomía de los estados y que hace entrar en jaque las identidades nacionales, que hasta hoy sufren mucho más de lo que aprovechan las nuevas condiciones. En este sentido quizá, uno de los elementos que desde un inicio se pensaron como clave para lograr un acoplamiento adecuado al nuevo fenómeno fueron las organizaciones regionales, que se presentaban como garantes de los valores e identidades locales ante el efecto igualador que pretende, aún, la globalización. La idea de un mercado común en preferencias y valores se presentó como un elemento a desechar, lejos de aspirar a él. En América la Organización de Estados Americanos (OEA) ha vindicado el papel de agente de cohesión en nuestro continente, bajo principios de desarrollo equitativo entre los países de la región.
Pero los escenarios no han sido los mejores para la organización, los desafíos globales han puesto a prueba la vitalidad de la OEA y también su liderazgo. Frente a esta situación, debemos reafirmar nuestra confianza en el multilateralismo como el mejor camino para superar los retos que compartimos en los ámbitos regional e internacional. Y tal como ha sido la consigna desde el principio de esta etapa globalizadora, entendemos que lo importante es enfrentar estos desafíos a partir de los mismos valores que compartimos; es decir, con apego a las reglas y las normas de la democracia y en el marco de nuestras instituciones, ya sean nacionales, regionales o globales.

La reciente reunión de la OEA en nuestro país ha servido para reforzar el respeto y la diversidad ante la coexistencia de diferentes modelos políticos y económicos en el continente. Al respecto, hay diversas opiniones sobre los caminos a seguir, existen distintas maneras de organizarse para alcanzar las metas más, sin embargo, la pluralidad de nuestra región nunca ha sido, ni será, un obstáculo para ir juntos en búsqueda de sociedades igualitarias. Por el contrario, entendemos que la diversidad de nuestros países, en sus múltiples dimensiones, es una de nuestras mayores riquezas. Se reconoce que tenemos asignaturas pendientes; la principal es superar la pobreza y abatir la desigualdad a partir de una mayor creación de riqueza y una distribución más equitativa, así como de la atención integral de los sectores vulnerables de nuestras sociedades. Sin embargo, también se ha reconocido que el desarrollo pasa por el ejercicio pleno de la democracia, de los derechos humanos y de la seguridad, por lo que sabemos que fortaleciendo estos, el crecimiento esperado llegará. La democracia es un derecho de los pueblos y en la OEA se construye nuestra convivencia en torno a las libertades fundamentales de nuestra gente; la paz de nuestros pueblos depende de la fuerza de nuestros derechos, por tanto, la defensa internacional de la democracia, de los derechos humanos, de la seguridad y el desarrollo dependen de los mismos. Las representaciones del Continente han sido claras en que la conducción de la democracia es permanente por lo que exige, cada día, reasumir nuestros compromisos con los derechos de la participación política de los ciudadanos. Esta visión estaos asumiendo en México donde entendemos que la democracia es un ejercicio que se comparte entre ciudadanos y gobernantes, donde el nuevo paradigma implica dejar atrás el establishment para dar paso a escuchar las voces de la sociedad que se gobierna. Esta asamblea de la OEA, ha marcado la ruta para saber que el camino de la democracia se construye a través de escuchar a todas las voces, de tratar todos los temas y haciéndolo siempre con una vocación clara a través del diálogo; a través del acuerdo podemos superar nuestros problemas y construir un mejor futuro para el continente.

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