La insistencia en mostrar las “bondades” de la tan pregonada reforma educativa, permitiría vislumbrar que algo no cuadra, pero que escondería un trasfondo electoral. Los dislates pronunciados por Peña, Nuño y Treviño, evidencian que no se ponen de acuerdo y que repiten, cada uno y por separado, mentiras con el afán de construir verdades que reposicionen al encargado del despacho educativo rumbo al proceso electoral del 2018. Cierto que en todos los casos, por lo menos en eso coinciden, pronostican un futuro promisorio que el destino depararía a la nación y a los coterráneos, pasando por el que alcanzaría a niñas, niños y adolescentes, merced a una reforma que en los hechos nunca se concretó.

Los tópicos –ejes de la reforma educativa- que les permiten chocholearse, coincidirían en todos los casos con temas de evaluación e infraestructura educativa, la apropiación creciente de la reforma atribuida por Peña Nieto al personal docente, la enseñanza del inglés, de actividades artísticas, habilidades socioemocionales y la capacitación docente, entre otras, incluidas las opiniones de invitados al convite que, más allá de la reforma legislativa, promoverían una “revolución educativa” y la aplicación “irrestricta” de la Ley General del Servicio Profesional Docente, así como la aplicación a toda costa, de los postulados emergentes, producto de la creación de nuevos ordenamientos o de las modificaciones a los artículos 3º y 73º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En todos los casos, los resultados niegan las virtudes y las bondades destacadas por Peña, Nuño y por quienes tendrían deseos u obligación de complacerlos. La evaluación de permanencia en el servicio profesional docente, obligatoria para seguir laborando al servicio de la educación pública, se habría sustentado en el logro de la calidad educativa, con base en el mejoramiento constante y el máximo logro académico de los educandos. Columna vertebral en la que, tras la campaña encarnizada lanzada en contra de maestros y maestras por los malos resultados que en evaluaciones nacionales e internacionales obtuvieran históricamente, niños, niñas y adolescentes, a pesar de la ausencia de un modelo educativo que estuviese respaldado por un proyecto de nación que fuera consensuado con la sociedad y con el magisterio nacional, se aplicaría al término de la administración, a tan sólo uno de cada cinco de los y las docentes que laboran en los subsistemas de educación básica y media superior en el país, con todo y que, de acuerdo a declaraciones vertidas por un consejero del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, incluiría al 100 por ciento del personal docente en servicio.

Empero, la evaluación de permanencia serviría, sí, para generar tensiones entre el magisterio nacional y para forjar una oposición radical en las entidades en las que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), fuese mayoría. Oposición a la conculcación de los derechos laborales adquiridos y tensiones que derivarían en movilizaciones sociales de repudio a la reforma educativa en el norte, centro, oriente, occidente y sur de la república. “Resistencias” les llamaría Peña, que originarían una llamado a huelga nacional a la que respondieran –parcialmente- maestros y maestras de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán; entidades en las que los afectados recurrirían a la toma de casetas, oficinas gubernamentales, gasolineras y centros comerciales, bloqueos de carreteras y de instalaciones gubernamentales, cuyo resultado fuera una represión que dejaría un saldo de 10 muertos en Nochixtlán, Oaxaca, una posterior negociación entre funcionarios de la Secretaría de Gobernación y representantes de la CNTE y la suspensión por casi dos años de la evaluación de permanencia en el servicio profesional docente.

Salpicada por la suspicacia, la cifra de escuelas rehabilitadas, pasaría lo mismo que los montos destinados a ser parte del anecdotario popular, recordando que si bien el hombre propone, dios dispone y que viene el diablo y todo lo descompone, sucedería lo mismo con Peña, Nuño y Javier Treviño (Subsecretario de Educación Básica). De la misma forma hablan de reparar, rehabilitar y reacondicionar 33 mil escuelas que 40 u 80 mil, que destinar 7 500 millones de pesos de recursos públicos al término de la administración, a los que se sumarían 50 mil millones de pesos de deuda bursátil. Los 75 mil millones de pesos de pronto se multiplicarían y por obra y gracia de quien lo comenta, se incrementarían hasta 80 mil millones de pesos, cifra, señalan, superior a la invertida en los dos últimos sexenios. Sin embargo, nadie puede ocultar que más del 60 por ciento de las escuelas públicas en el país, carecen de alguno de los servicios indispensables (personal docente y de apoyo a la educación, sanitarios, aulas, plaza cívica, oficinas administrativas, mobiliario escolar, talleres y laboratorios, piso firme, techos, agua, luz, drenaje, alcantarillado, computadoras, internet, espacios adecuados para comer, etc.) y que difícilmente, si no cuentan con un presupuesto regular, podrán pagar las cuotas privatizadas del agua y de la luz, las que seguirán corriendo a cargo de las aportaciones voluntarias que realizan, madres y padres de familia.

Para que recordar promesas vanas y declaraciones sin sustento que correrían a cargo del titular del ejecutivo, del encargado del despacho educativo y de su escudero y en cambio, es prudente rescatar algunas joyas, declaraciones sobre la capacitación que recibiría el personal docente. Destacarían las alusivas a los cursos de 40 horas –en línea- con los que maestras y maestros se familiarizarían con el nuevo modelo educativo, cambiada, por la que tras las críticas, alargaría el adiestramiento al que se les prestaría a lo largo del ciclo escolar 2017-2018. Joyas que aún generan sorpresa por la candidez con la que se hicieran. Tuvieron el apoyo legislativo al margen de la sociedad y la oposición magisterial. Tuvieron una gran oportunidad la desperdiciaron y aún así, pretenden gozar de las simpatías electorales de una población agraviada por las políticas públicas que impulsaron. Algo pasa.

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