columna-invitada

Por Adrián Salazar

Desde hace tres años, el Movimiento Antorchista ha acelerado el ritmo de crecimiento de sus filas con el objetivo de alcanzar el poder político de la nación para hacerle justicia al pueblo pobre de nuestro país que, durante muchos, pero muchos años, ha estado sometido al yugo de las clases que ostentan el poder económico y se esconden detrás de los diferentes partidos políticos para salvaguardar sus intereses.

Cada día se va fortaleciendo más y más el antorchismo por el engrosamiento de sus filas, lo que demuestra el respaldo popular, la confianza de los pobres en esta organización que desde hace 43 años ha trabajado, un día sí y otro también, por mejorar las condiciones de vida del pueblo pobre y trabajador, que es quien verdaderamente produce la enorme riqueza de México y que sólo disfrutan unas cuantas manos, las mismas que le niegan al obrero, a la ama de casa, al estudiante, al campesino, las condiciones necesarias para que puedan vivir dignamente.

Durante mucho tiempo la clase dominante se ha aprovechado de los millones de pobres, robándoles lo que por derecho es suyo, las condiciones para una vida digna, y al mismo tiempo ha creado mecanismos para engatusarlos, haciéndoles creer que la situación política y económica de país es producto de la decisión de todos los que lo habitamos; sin embargo, con el paso del tiempo ha quedado de manifiesto la navaja en el pan de la tan prostituida democracia que usan a su antojo. Todos los partidos políticos, sin importar color, actúan en beneficio propio, y en muy pocas ocasiones atienden las necesidades del pueblo trabajador que los eligió para representarlos, ¡vaya que si muerden la mano que les da de comer!

Una vez llegados al poder, ¿dónde quedan esos políticos cercanos a la gente que van a buscar a los ciudadanos hasta la puerta de sus endebles casas maltrechas, para pedirles su confianza, apoyo y voto, de la manera más humilde? ¿Dónde? La inmensa mayoría de ellos cambia las calles de tierra y casas de cartón por lujosas oficinas adornadas con los mejores accesorios para comodidad de quienes hacen uso de ellas, comodidades que pagan los pobres de México con los impuestos que se les gravan sin opción a no pagarlos. Se olvidan de los pobres, y menos pensar en ir a buscarlos nuevamente, a menos que sea época electoral y se pretenda continuar viviendo del erario.

Es por eso que los más de 80 millones de mexicanos que vivimos en la pobreza debemos estar conscientes de imperiosa necesidad de crear un gobierno popular, uno que salga de las entrañas del pueblo, conformado por hombres buenos, nobles, trabajadores desinteresados, capaces de sacrificarse por el bien colectivo, pero sobre todo, leal a la clase proletaria de donde vienen, porque funcionarios traidores, abusivos y déspotas ya hay, y de sobra. Para muestra un botón: veamos la intensa lucha que han emprendido los pobres organizados del estado de Morelos ante la cerrazón de su gobernador, de extracción perredista, Graco Ramírez Garrido Abreu.

Tan sólo en el sector educativo, los antorchistas morelenses solicitan el registro de la Escuela Preparatoria Ejército Libertador del Sur, de la cual han justificado su existencia y funcionamiento; también está la solicitud para que el Gobierno construya un albergue estudiantil para jóvenes de bajos recursos económicos que llegan a la capital del estado en busca de oportunidades para continuar con sus estudios profesionales, mismo que les pueda brindar hospedaje y alimentación a bajo costo.

Suma y sigue. Desde el pasado mes de noviembre se le hizo llegar al señor Graco Ramírez un documento en el que se manifestaban por escrito las demandas más apremiantes y que urge resolver para las familias pobres que militan en las filas del antorchismo; estas demandas no son otra cosa que acciones que fácilmente puede realizar un gobierno de la envergadura del estado de Morelos o de cualquier otra autoridad gubernamental, puesto que además de ser su obligación tienen los recursos necesarios para hacerlo, pues bien, las demandas de los antorchistas tienen que ver con salud, obra social como la construcción de puentes vehiculares que son necesarios para la interconexión de comunidades como La Cuera en Ayala, en Temixco y Ampliación Lázaro Cárdenas en Cuernavaca; además, electrificaciones y la regularización de colonias para darles certeza jurídica a los habitantes. Ítem más. Vivienda para 400 familias que carecen de un lugar donde vivir, puesto que además, éste es un derecho consagrado en nuestra Carta Magna, mismo que señala a las autoridades gubernamentales como obligadas a proporcionar los medios necesarios.

Pues bien, este tipo de gobernantes arribistas, que sólo buscan el beneficio propio -pues Graco Ramírez no sólo no atiende las demandas de sus gobernados, sino que además despliega una campaña proselitista millonaria llamada “hablemos de resultados con Graco”, ¡vaya descaro, el colmo de la incongruencia!-, reprime abiertamente a quien no comulga y aviene a sus intereses.

Este tipo actitud de arrogancia y soberbia sobradas que laceran la vida de millones de pobres, son características de quienes usan el poder político para beneficio propio, común denominador en la clase política mexicana. De ahí que la clase trabajadora, organizada y politizada por el Movimiento Antorchista, luche por cambiar el derrotero del país hacia una sociedad más justa y equitativa que le haga justicia a los pobres de México con una política que les permita vivir con decoro, alimentarse bien, acceder a educación de calidad, a una vivienda con buenas condiciones, que incluso puedan explotar sus habilidades culturales y deportivas para recrearse sanamente y alimentar el espíritu para elevarse sobre si mismos.

Esto es lo que le ofrece al Movimiento Antorchista, solamente justicia, cumplir y respetar las leyes, cosa que no han hecho los gobernantes en turno durante un largo periodo, y que a su vez ha provocado un incremento grosero de pobres, mismos que se van sumando día a día al antorchismo en busca de una mejor vida. El día de mañana que el proletario tome poder de esta nación, será la consecuencia lógica a tanto abuso de la actual clase política en el poder. Que conste.

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