Parecería que el escenario se montara para que los asistentes a la presentación del nuevo modelo educativo escuchasen un cuento de hadas, en el que se incluirían chaneques, duendes, brujas, buenos y malos incluidos previa expulsión de un demonio que en otras cortes celestiales se sentase a diestra de quien todo lo puede y que fuese expulsado por pretender brillar más que su creador. El relator -cuentista estrella- remitiría a los escuchas, como en todo los cuentos, al inicio de la creación y les recordaría que en un principio todo era un caos en el que los malos y los muy malos habían usurpado la rectoría educativa de la nación merced a un perverso acuerdo. Vendían y heredaban plazas en contubernio con una maza informe de trabajadores y trabajadoras de la educación que ejercían derechos adquiridos por medio de usos y costumbres, recurrían a todos los artilugios para abandonar los grupos académicos a los que se encontraban asignados y se comisionaban –ellos solos- para desempeñar labores sindicales. Un número mayor de los y las profesoras desertoras habrían hecho todo lo posible por no “atender” a los escuincles latosos y habrían cambiado jornadas de 4 horas para comisionarse y desempeñar labores administrativas durante 8 horas diarias, disminuirían voluntariamente sus vacaciones y de su pecunio, cubrirían los costos que las comisiones requerían. Muchos más desempeñarían encargos tales como mandos medios y superiores de las dependencias estatales de educación, se habrían desempeñado como subsecretarios en un 90 por ciento de la entidades del país -algunas en la federación- y habrían sido encargados del despacho educativo hasta en 24 administraciones locales al mismo tiempo.

Por si fuera poco, quienes usurparan la rectoría educativa – a juicio del relator-, con la complacencia de los ejecutivos federales en las administraciones emanadas de los partidos revolucionario institucional y de acción nacional, habrían tenido la osadía de incidir en la definición de la política pública en materia educativa y firmado un pacto (1992) con los gobernadores de los estados vigente hasta la fecha, que permitiera la descentralización de los servicios educativos, transfiriera recursos humanos, físicos y materiales a las entidades, reconociera el ejercicio legal y legítimo de las prestaciones derivadas de usos y costumbres y fomentara la existencia de un doble proceso de negociación salarial que incrementara sensiblemente a su vez, los salarios de un sector de los trabajadores de la educación -conocidos como homologados-. Habrían también definido el rumbo de no una, sino varias elecciones presidenciales, legislado en ambas cámaras -la de diputados y la de senadores- y habrían ocupado secretarías y subsecretarías de estado en el gobierno federal, suspirando, por qué no, en hacerse de la titularidad del ejecutivo federal. Habrían asumido la secretaría general del tricolor y formado uno más, esencial al momento de formular alianzas y aprobar leyes contrarias al interés de las mayorías. Eran, además maestros y maestras, señalados por el relator y sus corifeos, como “los culpables del desastre educativo“, evidenciado por los resultados que niños y niñas obtienen en las pruebas nacionales e internacionales.

Sin embargo, no hay sindicato ni dirigente vitalicia que dure cien años, ni administración gubernamental que les aguante, por lo menos, no cuando quieren imponer condiciones y violentar una reforma elaborada a gusto de quien gobierna desde los pinos y de quien dicta la política pública en México, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la OCDE.

Empero, tras el caos se haría la luz, proseguiría el relator y señalaría que “en el principio”, Peña crearía el Pacto por México y las reformas estructurales. Destacaría que de ellas, la educativa sería de la de mayor relevancia y trascendencia, porque de esta dependería un futuro promisorio -competitivo- para niños, niñas y adolescentes y casi casi pronosticaría, en otras palabras, el ingreso de México como nación, al primer mundo. Acotaría que antes de Peña no había nada y que con él, el sistema educativo innovador– se articularía en 5 ejes (un cambio para dejar atrás la pedagogía sustentada en la memorización, la escuela al centro, formación profesional docente, la equidad e inclusión, la nueva gobernanza educativa), mediante los que se lograría, señalaría el dueño del cuentista, “que los niños aprendan a aprender en lugar de memorizar, a través de un nuevo enfoque pedagógico, segundo pone a la escuela en el centro de la transformación educativa para mejorar el funcionamiento cotidiano de los planteles éstos contarán con recursos propios, infraestructura digna y platillas de maestros completa, menos burocracia y en especial mayor autonomía de gestión”.

El cuento concluiría en cuatro o seis lustros más con la promesa de un futuro promisorio para los niños, niñas y adolescentes que se formen bajo las premisas del nuevo modelo educativo y, con la emancipación de maestras y maestros sojuzgados por la maligna y su organización, aunque la libertad incluyera la conculcación de sus derechos laborales y el sometimiento a una evaluación institucional elaborada por burócratas que han sido de todo, menos maestras o maestros frente a grupo.

No obstante lo esplendoroso del cuento o del relato y la promesa de un final feliz, la audiencia, al salir del evento se percata de la existencia de escenarios diferentes a los narrados. La realidad es necia a pesar de la obstinación de Peña en culpar de todos los males a las administraciones pasadas, a las panistas y sin realizar ninguna autocrítica a las priista e inversa a la negación de concesiones políticas que anuncia Nuño, a pesar del fortalecimiento previo que ha tenido la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y del relanzamiento posterior del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), para enfrentarlo. De la falta de tiempo y recursos monetarios para capacitar, actualizar y profesionalizar al personal docente, al que se destinan irrisorias cantidades -100 pesos por cabeza en básica y menos de la mitad en media superior-, de los intocados los planes de estudios de profesorado en formación y de los limitados resultados para dotar de “infraestructura adecuada” de las plantillas de profesores completa a las escuelas mejor ni hablar, porque se le quedarían de encargo a la nueva administración. En resumen puros cuentos.

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