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Pleito de Atlacomulco

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal, publicada en El Financiero, señala que las buenas noticias que recibió Alfredo del Mazo con la última encuesta de preferencia electoral en el Estado de México, publicada el lunes en EL FINANCIERO, no han llevado la paz a su cuarto de guerra. Aunque figuró ligeramente arriba de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, y con una amplia ventaja sobre la abanderada de Morena, Delfina Gómez, en su cuarto de guerra hay una pugna entre dos bandos, ambos cobijados por el presidente Enrique Peña Nieto, por el control estratégico de la campaña de Del Mazo para gobernador, su mensaje, imagen y los spots.

El choque reedita el conflicto que se dio en la campaña presidencial de 2012, entre el estratega en jefe del candidato Peña Nieto, Luis Videgaray, y el responsable de imagen, Alejandro Quintero, donde al final se impuso el actual secretario de Relaciones Exteriores. En este nuevo conflicto, Quintero ha sumado a sus objetivos a Aurelio Nuño, el secretario de Educación, a quien el presidente le encargó el proceso electoral mexiquense, y al que le critica que sus acciones mantienen empantanadas las preferencias electorales de Del Mazo, lo cual sólo podría presagiar la derrota.

La campaña para la gubernatura en el Estado de México sólo es un pretexto para la confrontación entre dos de las personas en las que más confía Peña Nieto. En las elecciones presidenciales, Videgaray se enfrentó a Quintero y al encuestador de cabecera de Peña Nieto, Liébano Sáenz, quienes tuvieron como apoyo inopinado a Miguel Ángel Osorio Chong, quien se encargaba de tejer las alianzas políticas nacionales del candidato. Quintero presumía de haber construido a Peña Nieto como gobernador y haberlo hecho presidente.

Videgaray no compraba la historia pública que contaba Quintero y reclamaba con frecuencia a Sáenz sobre los datos de su encuesta presidencial. Sáenz siempre defendió sus datos y luego de las elecciones afirmaba que sí había registrado las tendencias de voto a favor de Andrés Manuel López Obrador, que se acercó peligrosamente al priista por tres puntos, pero que no quería creerlas el coordinador de la campaña. El desenlace en aquél momento reflejó una derrota interna de Quintero y Sáenz, vista sobre todo, en este último caso, quien fue bloqueado por Videgaray para ocupar algún puesto en el nuevo gobierno de Peña Nieto. Quintero regresó a Televisa, su alma máter en materia de mercadotecnia política, de donde salió en malos términos en diciembre de 2014.

El publicista, un hombre multimillonario que no necesitaba trabajar, fue llamado en abril del año pasado por el presidente Peña Nieto, que estaba por mejorar su imagen y comunicación política. Aunque no lo ha hecho bien, como se argumentó recientemente en este espacio (entró cuando Peña Nieto tenía una aprobación de 32 por ciento y una desaprobación de 62 por ciento, contra 12 por ciento y 86 por ciento, respectivamente en la última medición pública en enero), Quintero mantiene una fuerte influencia. Tanta, a decir de él, que se ufana de haber sido él quien empujó realmente la salida de Videgaray de la Secretaría de Hacienda, tras el escándalo por la visita de Donald Trump a Los Pinos en agosto.

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¿Cómo va a competir México?

Leo Zuckermann en su columna Juegos de Poder, publicada en Excelsior, indica que la entrevista del secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, a CNBC nos da algunas pistas de lo que está pensando la administración Trump con respecto a la relación comercial con México. Los mercados recibieron bien sus declaraciones. El peso ganó 2.5% con respecto al dólar en un día porque Ross afirmó que: “si nosotros y los mexicanos hacemos un acuerdo de comercio muy sensible, el peso recuperará mucho”. Sin embargo, el secretario habló mucho más acerca de la relación comercial con México que bien podría dejar en manos de EU su competitividad frente al mundo. ¿Por qué?

Comencemos con lo básico. Para poder competir en el mercado estadunidense, nuestras exportaciones tienen que entrar libres de aranceles. Es el principio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Cualquier impuesto que EU le ponga a las importaciones que lleguen de México nos hace perder competitividad. Eso es precisamente lo que quieren los proteccionistas del vecino del norte: desincentivar a las empresas para que vengan a producir a México.

Pero no queda claro que el gobierno de Trump quiera eso. De acuerdo con Ross, la prioridad será “facilitar las exportaciones de EU a otros países eliminando barreras arancelarias y no arancelarias del comercio”. Le preguntan entonces por la idea de establecer un Impuesto de Ajuste Fronterizo (IAF), a lo que responde que su país tiene derecho a hacerlo porque muchas naciones tienen un Impuesto al Valor Agregado que se cobra a las importaciones, pero exenta a las exportaciones. Ross, en principio, no ve mal la ida de un IAF porque esto también permitiría recaudar más tributos para equilibrar el déficit público. El problema es que el consumidor americano costearía dicho impuesto al pagar más por las importaciones. No obstante, los defensores del IAF creen que no habría incremento de precios para los consumidores porque el dólar se fortalecería frente a las monedas de los países que le exportan mercancías. A Ross no le convence este argumento y por eso se muestra un tanto escéptico de esta opción. Lo cual nos lleva al tema del TLCAN. Al parecer no están pensando en imponer aranceles fronterizos. Esto podría ser una buena noticia, aunque con Trump uno nunca sabe por su legendario gusto por el bullshit.

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