Columnistas-JuanCarlosLastiri

El escenario de negociación del Tratado de Libre Comercio parece enfilarse por una ruta mucho más promisoria de la que podía preverse la semana anterior. He aquí una muy buena noticia para nuestro país. La apuesta por el diálogo y la negociación, que ha sido la directriz trazada y comprometida de manera reiterada por nuestro presidente comienza a dar frutos tangibles. Los acercamientos diplomáticos con Canadá, el otro socio comercial, han sido un factor decisivo para modificar el enfoque en la negociación con los Estados Unidos. Gracias a ello, la canciller canadiense Chrystia Freeland, en una conferencia celebrada en Toronto expresó con todas sus letras “Canadá no renegociará el Tratado de Libre Comercio sin México. Creemos firmemente que el TLC es un acuerdo de tres naciones y que cualquier negociación tiene que ser a tres bandas”.

Así, en lugar de una negociación uno-a-uno, ahora se vislumbra la alta probabilidad de entrar en un proceso de acuerdos bajo una orientación estratégica distinta, que en lugar de ver el engrandecimiento de alguna de las partes lo haga hacia el de América del Norte. Si tal giro se concreta, como los indicios permiten suponer, le habremos dado “vuelta a la tortilla“, al trasmutar el escenario fatalista de un juego de suma negativa en uno de ganar-ganar. Ya sólo por eso, vaya a la diplomacia mexicana un reconocimiento especial por su atinada gestión y a la diplomacia canadiense por su solidaridad, el aprecio que manifiestan hacia nosotros como socio comercial y por su visión estratégica.

Sin menoscabo de lo anterior, justo es reconocer que prevalecen desafíos cruciales por superar. El acercamiento con la diplomacia canadiense y la posibilidad de un enfoque de negociación distinto no abole el énfasis estadounidense de una revisión bilateral de los impactos de las nuevas clausulas en los patrones de intercambio comercial, lo que necesariamente implicará someter a una evaluación las zonas en las que las asimetrías son mayores.

A propósito de lo anterior, para nadie es un secreto que el énfasis estadounidense girará en torno a la reversión del déficit comercial con México, cuyas implicaciones prácticas son amplias y de enorme complejidad. Tan cierto como ello resulta que existen buenas razones para evitar el pánico. El tamaño del déficit con México es un problema menor, comparado con el que tienen con China, India, Japón y Alemania, de tal suerte que es posible encontrar salidas recíprocamente aceptables y que permitan dinamizar ramas de la economía que hasta ahora no han sido debidamente aprovechadas.

Hasta donde es posible entrever, los cambios siempre deparan oportunidades. A la distancia de más de 20 años, se requiere una buena dosis de necedad para no aceptar que existen necesidades de evaluación y ajustes, con posibilidades de mejora. La lección histórica para quienes sostuvieron que la firma del TLC nos llevaría a la ruina, dado su entender corto de que “el pez grande siempre se come al pequeño“, es que el futuro está abierto a las posibilidades y el ingenio creativo. Mi apuesta es que hoy, como al inicio, saldremos fortalecidos.

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