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Increíbles son los sucesos que se han visto desde la toma de protesta del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El peso mexicano ha ganado terreno en el intercambio con el dólar, de hecho la moneda mexicana hasta la semana pasada fue la divisa que tuvo un mejor desempeño con respecto al dólar americano. La diplomacia entre México y Estados Unidos se dio por momentos hasta por redes sociales, la sociedad mexicana se unió en contra del gasolinazo realizando marchas en toda la república y protestas por todos los medios de comunicación posibles.

Un excelente momento para distraer la atención de los mexicanos y olvidar por un momento los escándalos de corrupción e ineficiencia del gobierno mexicano. El caso de corrupción de Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, pasó a segundo plano, y en su lugar se posiciono en primer plano de la agenda el muro de la frontera norte y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan). Sin duda estos dos temas son de alto impacto para la vida nacional, pero no pudieron llegar en mejor momento para atraer la atención de todos.

Este proceso dio cabida a la reconciliación parcial de la sociedad y el presidente Enrique Peña Nieto, gracias a que el presidente mexicano se rehusó a acudir a la reunión que tenía con el presidente Trump, donde según palabras de DT (Donald Trump por sus siglas en ingles) el propósito de la junta era para cerrar los mecanismos que se utilizarían para que los mexicanos pagáramos el muro de la frontera con Estados Unidos. Sorpresivamente la presidencia armo un gran plan para proteger al país de los problemas que parece están a la vuelta de la esquina, y construyo el eslogan “Hecho en México” para que consumamos lo hecho en México, porque está bien hecho.

Realmente no dudo que el trabajo de la mano de obra mexicana sea de buena calidad, el problema que tenemos es que no todo lo que necesitamos lo producimos en el país. Por ejemplo nuestra dieta básica se basa en el maíz, y desde hace muchos años importamos maíz de diversas partes del mundo, lo que nos impediría solo consumir maíz hecho en México. Si intentáramos dividir el maíz producido en México para todos los mexicanos el precio sería muy alto, por lo que es más conveniente comprar lo que falta en el exterior y poder mantener lo más bajo posible el precio del maíz. Otro ejemplo claro es que necesitamos combustibles para poder desplazarnos a nuestras actividades, así como las mercancías necesitan transportarse del productor al consumidor. La gasolina es un caso similar donde dependemos de la compra a otros países para poder abastecernos.

Estos dos ejemplos nos permiten ver la incapacidad que tenemos como nación para consumir lo hecho en México, y no porque no queramos entrar en esta dinámica nacionalista en pro del bienestar de nuestra sociedad, pero realmente no la tenemos fácil. La mayoría de marcas que consumimos son extranjeras, y lo que se hace en México en su mayoría solo es armado intermedio o final. Tratar de unirnos y generar un mercado interno fuerte es esencial para lograr crecimiento y desarrollo. Pero se necesita más que discurso y trucos espontáneos para que funcione.

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