Columnistas-MarcoAntonioRoviraTorres

El gobierno de Enrique Peña Nieto sigue dando muestras de su férrea voluntad de no enfrentar firmemente las acciones y el racismo que Trump dirige hacia nuestro país.

El caso más claro de esta línea conciliadora, que raya con el más insultante de los servilismos, es la reciente designación de Luis Videgaray Caso, extitular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), como jefe de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).

Además del papel mediocre que desempeñó al frente de la SHCP, Videgaray también es recordado por haber sido el supuesto artífice de la polémica visita de Trump a México, en la cual éste reiteró su voluntad de hacer el muro, y que le hizo muy bien el juego al magnate, quien aprovechó para lucirse como jefe de Estado –sin serlo aún−, y para mostrar su voluntad de imponerse a los mexicanos, todo esto ante la actitud timorata de un defenestrado presidente mexicano.

A pesar de que cada vez hay más señales de que Trump va en serio con sus promesas de campaña –basta recordar que ésta misma semana consiguió que Ford suspendiera la instalación de una planta en México, misma que iba a representar una inversión de mil seiscientos millones de dólares−, Peña Nieto y su grupo no parecen entender la gravedad de lo que esto significa para México, y siguen apostando por pensar que será posible atemperar los efectos de la crisis manteniendo lo más contento posible al nuevo presidente de los Estados Unidos, actitud que refleja no sólo su incapacidad como gobierno, sino también la marcada condición colonial y subalterna de las élites mexicanas, y en este caso del gobierno federal, respecto al vecino del norte.

A lo anterior hay que añadir la tendencia de la administración peñista a rodearse de gente leal como estrategia para atrincherarse frente a los grandes problemas nacionales y la opinión pública, lo mismo que a conceder puestos importantes a personajes cercanos que parecen tener una relación directa con el presidente, tales como Carlos Salinas de Gortari, quien también es cercano a Videgaray.

A cuatro años de haber iniciado su sexenio el país le hace agua al presidente por todas partes, y el contexto internacional no resulta menos preocupante, situación frente a la cual Peña ha perdido cada vez más respaldo y se ha ido quedando cada vez más solo.

Todo lo anterior permite entender por qué el presidente optó por el polémico extitular de Hacienda para hacerse cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, misma que antes estaba bajo la dirección de la inexperta en temas internacionales, Claudia Ruíz Massieu, otra persona fuertemente vinculada al expresidente Carlos Salinas.

Si el gobierno sigue optando por asumir posiciones servilistas y complacientes frente a las exigencias inmorales de los grupos de poder locales y los Estados Unidos, como parece estar dispuesto a hacerlo, en vez de desarrollar una estrategia de defensa que ponga siempre en el centro la dignidad nacional, corre el riesgo de precipitarse al vacío, especialmente si no sabe leer a tiempo las señales, mismas que indican una fuerte descomposición de la autoridad del Estado frente a una sociedad civil cada vez más harta de la situación del país en su conjunto; así lo ratifican las protestas crecientemente incendiarias contra el alza en los combustibles que han marcado estos primeros días del año.

Seguir negando la realidad con discursos vacíos de contenido, optar por la represión contra la sociedad y por el entreguismo al régimen filo-fascista de Trump, son decisiones erradas que conducirán al gobierno a un suicidio que se llevará entre los pies al resto del país.

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