A pesar de que Jalpan descuella por su pobreza de los municipios de la Sierra Norte poblana, el alcalde Humberto Olarte Romero está a punto de dejar perder 7 millones de pesos, porque el señor se niega a firmar la documentación necesaria para que cinco obras puedan ser construidas en el municipio que él considera de su propiedad.

Durante todo el  2016, la dirigencia de nuestra organización en Jalpan intentó de una y mil maneras convencer al alcalde, pero ningún razonamiento pudo hacerlo entrar en razón y romper su terca necedad.

Las obras de las que hablamos -dos en escuelas, dos pavimentaciones y un sistema de drenaje- fueron gestionadas por el Movimiento Antorchista en la Cámara de Diputados a finales del año pasado y el dinero etiquetado y entregado al Gobierno del estado de Puebla, para que sea él quien lo aplique.

De tal manera que es el gobierno estatal quien debe impedir que ese dinero se regrese a la federación con el “argumento” de que el alcalde de Jalpan no quiere firmar. Nuestra organización ha hecho todo lo humanamente posible para intentar convencer al dictadorzuelo de Jalpan, Humberto Olarte; es tiempo de que el gobierno poblano haga valer su título y meta en cintura al presidente. A final de cuentas, ¿quién es el responsable último de lo que suceda en Puebla?

Pero me interesa, además, decir algunas verdades más sobre este presidente municipal. Hace casi tres años, en febrero de 2014, cuando el señor Humberto Olarte Romero tomó posesión en el cargo de presidente municipal de Jalpan, los antorchistas del municipio le entregaron un pliego de peticiones con demandas urgentes, como apoyos a la vivienda, redes de drenaje y energía eléctrica y pavimentación de calles y caminos.

Todas las demandas, que podemos detallar de ser preciso, están plenamente justificadas por las escalofriantes cifras que, sobre la pobreza en el municipio, reportan los organismos expertos en medir los grados de marginación y desigualdad en México.

Han pasado, pues, tres años desde que el presidente municipal firmó de recibida la lista de peticiones y se comprometió a resolver de inmediato todas y cada una de las obras.

La estampa de la rúbrica del edil en la lista de peticiones nos revela que él, tras analizar a detalle la lista, estuvo completamente de acuerdo con que en ningún caso se trata de un exceso o lujos, sino de problemas derivados de la pobreza que desde hace muchos años azota a los jalpenses y que, por tanto, merecen su inmediata intervención.

Además, también demuestra su completo acuerdo con que todas las demandas son de su competencia y que es su obligación darles solución. Y muy a pesar de eso, el presidente municipal no ha resuelto absolutamente nada: ni un agua, ni una calle, ni una vivienda.

Así que después de esperar pacientemente, y de intentar una y otra vez un diálogo con el edil, los antorchistas se vieron obligados a acudir en comisiones a la presidencia municipal para ver si así se dignaba a recibirlos y solucionar sus necesidades.

En total, 15 veces las comisiones antorchistas se presentaron al palacio municipal y en la última de ellas el señor Humberto Olarte se negó en redondo a resolver y en tono bravucón, pedante y soberbio, preguntó: “¿Y?, ¿qué van a hacer?, ¿me van a hacer marchas?”, y así terminó la reunión. Desde entonces, las puertas de la presidencia están cerradas para los antorchistas.

Obnubilado por los dos centímetros de pedestal en que se ha subido, el señor se niega a ver la pobreza en que vive la mayoría de la población que gobierna. Humberto Olarte ha sido cuatro veces presidente municipal de Jalpan en distintos periodos desde 1993, lo que demuestra que es un buen vasallo de caciques y políticos de la Sierra Norte de Puebla que han depositado en él su plena confianza para someter a la población mayoritariamente campesina de la zona.

¿Alguien cree que sus “méritos” le han valido el apoyo popular en cuatro ocasiones? Es necesario ser un analfabeta político para verlo así. Pero veamos los datos: según el “Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2016”, publicado por la Sedesol, el 86 por ciento de las viviendas en el municipio presentan “carencia por acceso a los servicios básicos”; por ejemplo, dice el informe, 34 por ciento de las familias no tiene agua entubada y 27.4 por ciento no tiene drenaje.

Además, de acuerdo con el Coneval, en Jalpan el 79.4 por ciento es pobre y el 34.3 por ciento de la población presenta “carencia de acceso a la alimentación”, es decir, padece esa enfermedad mortal propia de los sistemas económicos opresivos llamada hambre crónica, que hace que los pueblos reduzcan la talla, no aprovechen la escuela, no puedan hacer deporte, no puedan hacer cultura, no sean productivos, y un largo etcétera, que termina con una muerte prematura por enfermedades curables que cualquier cuerpo sano resistiría sin mayores complicaciones.

Así se explica, por ejemplo, que el grado de escolaridad promedio en Jalpan sea de 6 años, ¡apenas la primaria! Entre el mar de cifras vergonzantes, hay una que es escalofriante: el 15 por ciento de las viviendas, dice el Coneval, carece en absoluto de todo bien; es decir, esas familias no tienen nada, viven en un cuarto completamente vacío. Estas cifras verdaderamente insultantes, son todas y cada una resultado de los cuatro periodos de gobierno del actual presidente municipal.

En efecto, Olarte Romero no puede argumentar que “otros” han hecho el trabajo mal y que él está tratando de “remediar” la situación.

A pesar de ello, el presidente no sólo muestra tozudez para solucionar, sino que orquestó una sucia campaña de redes sociales en la que nos agreden sin fundamento alguno. Pero como la campaña no tuvo el impacto previsto, en defensa del presidente salió su hijo, Humberto Olarte Fajardo, preso desde hace 9 años por el homicidio del antorchista Antonio Amador Jerónimo, crimen perpetrado el 10 de noviembre de 2007.

Un programa de noticias, transmitido por la radiodifusora Fiesta Mexicana, ofreció espacio para que el hijo fijara postura en torno a las demandas de los antorchistas en Jalpan. Se trata, pues, de una campaña para espantar y desalentar a los antorchistas dado que en la zona todo mundo conoce la probada conducta criminal del entrevistado. O, ¿cómo se explica entonces que no sea el edil quien responda por las demandas? ¿Acaso no es el presidente quien debiera fijar postura pública al respecto? Pues bien, ante la pregunta de si es cierto que él tiene metidas las manos en el ayuntamiento, el preso afirmó que está “ayudando” a su padre: “sí lo ayudo”, dijo, y acto seguido explicó: “de que meto las manos, sí las meto en las cuestiones administrativas”.

¿Es esto legal? ¿Cómo es posible que un asesino tenga tanta libertad como para dar entrevistas desde la cárcel? ¿Es que las leyes toleran que un criminal ande “metiendo las manos” en asuntos “administrativos” de un ayuntamiento? Es obvio que alguien, con mucho poder en el gobierno, permite estos ilícitos.

Sea como fuere, nosotros exigimos que se resuelvan las demandas de los antorchistas, y nada más. Hace tiempo que hemos pedido la intervención del Gobierno del estado y parece que gritamos en el desierto. Pero insistimos en que el gobierno debe usar el poder que le da su investidura para que los 7 millones de pesos se apliquen, se resuelvan nuestras demandas y se frene cualquier intento de agresión contra cualquiera de los antorchistas de Jalpan y nuestro dirigente en la Sierra Norte de Puebla, Fernando López Palacios. De otra manera, el antorchismo estatal se movilizará con toda su fuerza; vamos a defender a nuestros compañeros tope donde tope. Que conste.

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