Fidel Castro estuvo llamado a ser la gran figura política de la segunda mitad del siglo XX, pero al final terminó sus días como El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez: espantando zopilotes en su palacio tropical.

Castro no supo leer la historia de la realidad. El siglo XX habría de estar dominado por dos figuras señeras de la ideología: Lenin en la primera mitad y Castro en la segunda, los dos atropellados, paradójicamente, por la historia que pretendían cabalgar como domadores de potros salvajes.

A lo largo de su vida, Castro tuvo dos fases: la del combatiente revolucionario en la guerrilla en la Sierra Maestra y su obstinación de derrotar a los EU y con ella su dominación del periodo simbólico de la caliente guerra fría y la del combatiente gobernante que terminó sus días encabezando una dictadura peor que la de Fulgencio Batista.

El saldo histórico está a la vista: la familia Castro ha dominado la vida de Cuba con riendas absolutistas durante sesenta y tres años desde el ataque al Cuartel Moncada y cincuenta y siete años desde que tomaron el poder, por cierto más de los escasos cincuenta y seis años que tuvo Cuba desde su independencia en 1903.

Fidel Castro fue el guerrillero que quiso ser estadista, pero resultó el estadista que ejerció el poder como guerrilla. El pueblo cubano en su mayoría cayó bajo el embrujo de la obstinación antiestadunidense de Castro, pero el guerrillero no supo administrar el poder para el bienestar de su pueblo. Hoy Cuba es más pobre que en 1959, aunque el pueblo cubano quedó sumido en el desconconcierto cuando Raúl Castro, el hermano menor de Fidel que heredó el poder político, decidió regresar a Cuba la órbita política, geopolítica, económica y de seguridad nacional de la Casa Blanca. Cuba se había cerrado al mundo en 1961 cuando el gobierno de John F. Kennedy patrocinó una invasión de cubanos anticastristas y Castro respondió declarando a Cuba como país comunista.

El tiempo se detuvo en Cuba; con muchos sacrificios, los cubanos resistieron el embargo de los EU luego de la ruptura de relaciones diplomáticas; la vida cotidiana en Cuba en la actualidad es la misma de 1961. El único resquicio hacia el mundo fue el apoyo de la Unión Soviética fortalecido en 1962 cuando Moscú quiso instalar en Cuba bases de misiles apuntando hacia los EU y los gobiernos de Kennedy y Kruschev estuvieron a minutos de estallar la tercera guerra mundial; Moscú aceptó retirar los misiles a cambio de que Washington firmara el acuerdo de nunca invadir Cuba ni derrocar a su gobierno socialista.

Castro murió varias veces: cuando comenzó la represión en el liderazgo de la guerrilla para quedarse como el único líder, cuando destrozó la economía cubana y la isla tuvo que vivir de los rublos soviéticos, cuando apoyó la represión del Kremlin al socialismo democrático en Checoslovaquia, cuando patrocinó movimientos guerrilleros fracasados en América Latina, cuando la política de desarrollo fracasó en Cuba y cuando Raúl Castro, obviamente que con el apoyo de Fidel, decidió pactar relaciones diplomáticas con la Casa Blanca.

Pero la última muerte de Castro, la definitiva, ocurrirá cuando su utopía simbólica y luego autoritaria termine con el regreso de los EU al control de la isla ya con el líder guerrillero incinerado con su idea comunista.

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Política para dummies: El poder es una ilusión cuando se aspira a escribir la Historia porque no es más que la suma de pequeñas historias contradictorias.

Sólo para sus ojos:

  • A pesar de filtraciones, interpretaciones y desmentidos, lo que queda claro es que el gobierno federal carece de una estrategia viable en la relación con el presidente electo Donald Trump y que esperan a que llegue para que el nuevo gobernante tome la iniciativa. Lo único cierto es que la relación no pasa ni pasará por la cancillería de Claudia Ruiz Massieu y que la gestión se dará en torno a un especialista en tratados comerciales.
  • El gobernador con licencia Javier Duarte de Ochoa ilustra la sentencia de Juárez que descubrió Héctor Aguilar Camín: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
  • Se tambalea la posición de Luis Enrique Miranda como secretario de Desarrollo Social por su desastrosa presentación en la Cámara de Diputados. A su insensibilidad para tratar a legisladores de oposición se agregó el desconocimiento de cifras, planes y tendencias de la pobreza en México.

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@carlosramirezh

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Periodista desde 1972, Mtro. en Ciencias Políticas (BUAP), autor de la columna “Indicador Político” desde 1990. Director de la Revista Indicador Político. Ha sido profesor universitario y coordinador...