Columnistas-VeronicaMastretta

En medio del inquietante alud informativo provocado por los sucesos del día 8 de noviembre, que quizás pasará a la historia como el que marcó un antes y un después entre el aparente rumbo del mundo hacia más libertad y tolerancia y la cruda realidad de sociedades furiosas, divididas y llenas de miedo que se hicieran más evidentes con el triunfo de Trump. No sé si al pasar el tiempo esta fecha tendrá el peso que hoy le estamos dando. Desde que se empezó a documentar la historia humana existen días marcados por la fortuna o la desdicha.

La diferencia de esta época nuestra es que los días aciagos o buenos nos serán más comunes y conocidos, aunque la forma de verlos dependerá del lugar que ocupemos en el mundo. El día 8 de noviembre no será igual para un miembro del nefasto Ku Kux Klan que para un inmigrante ilegal o un miembro de la raza negra.

Tampoco para países como México o Siria, cuyos destinos están poderosamente atados a las decisiones que se tomen en Estados Unidos, por más que existan quienes pretenden minimizar lo que para el mundo significa la llegada de Trump y su grupo extremista al poder.

El saber que en otros momentos de la historia existieron personas que se sintieron amenazadas, inquietas y asustadas ante un mundo impredecible y el conocer cómo reaccionaron ante eso, puede dar luz a nuestra desesperanza.

Tengo guardados en un lugar aparte los libros que han marcado mi vida. Entre esos libros busqué Cartas a Theo, una larga autobiografía escrita a lo largo de casi 20 años formada por la correspondencia entre Vincent Van Gogh y su hermano.

Ellos también vivieron en un mundo convulsionado, siempre presionados por falta de dinero y por la búsqueda de un destino que imaginaban mejor, no solo para ellos, sino para los futuros habitantes del mundo. En las cartas a Theo encuentro los motivos e ideas para iluminar el presente.

Dentro de la sencillez y austeridad de sus vidas, tuvieron la inteligencia de darse cuenta de cómo se sentían en el mundo – “como gatos en un almacén extraño”,- escribió Vincent pidiendo ayuda- porque supo que solo juntos podrían superar la obscuridad de ese lugar hostil.

Gracias a los lazos de afecto indestructibles de estos dos hermanos fue posible que Vincent creara un poderoso legado estético y una forma de ver el mundo a través de unos ojos apasionadamente enamorados de la tierra y todo lo que en ella habita o la rodea:personas, árboles, agua, flores, y días y noches llenos de soles , lunas y estrellas deslumbrantes.

Sus cartas son un viaje a través de los valores estéticos pero también de la compasión y la solidaridad. Aunque Vincent se entregó con pasión a la pintura no renunció a su gusto temprano por la escritura y sus Cartas a Theo son en sí mismas una impresionante obra literaria.

Sin Theo, Vincent no hubiera sobrevivido para pintar los 850 cuadros y los cientos de dibujos de su legado. Aunque se suicidó a los 37 años, el apoyo de Theo fue suficiente para crear una de las obras artísticas más deslumbrantes y auténticas de la historia del arte. Sin Theo , la leyenda del pintor de los girasoles y los cielos alucinantes no hubiera podido ser.

Vincent siempre sintió un enorme compromiso social hacia su comunidad. Se acercó a la vida religiosa pero fue destituido como clérigo de una comunidad minera por su excesivo celo en defender los derechos mínimos de las personas  a las que servía. ¡Qué bueno que la iglesia lo encontró inconveniente! La humanidad perdió un clérigo y ganó un artista imprescindible. Trabajando en la mina empezó a dibujar y a pintar escenas de la vida diaria de los mineros, cuadros tan obscuros como la vida que llevaban, pero que ya tenían el embrión de las pinceladas de Vincent.

Poco después se iría a París en donde entró en contacto con el movimiento impresionista y descubrió el color y la luz. Todo lo demás es historia. Cuadros a cambio de pinturas, consultas médicas a cambio de un retrato que casi nadie tomaba en serio. Diez años de un trabajo incansable porque él sabía ya hacia donde se dirigía ; tuvo la lucidez de vislumbrar junto con Theo su destino y el de su obra. En 1889, Vincent escribió: “Hermano, habrás vivido siempre pobre por darme de comer, pero yo devolveré el dinero o entregaré el alma en mis pinturas…”

El artista verdadero suele ser considerado un sujeto peligroso, empeñado en subvertir el orden del mundo. El artista es el enfermo, el considerado amoral, el desdichado, el excéntrico, el solitario, el revoltoso, el amoral, el vagabundo. A ese apoyó Theo con todo lo que tuvo. – “Theo, no debemos hacernos ilusiones, sino prepararnos a no ser comprendidos e incluso despreciados. A pesar de todo debemos conservar nuestro optimismo y nuestro entusiasmo.”

En 1886 tuvieron lugar las trágicas huelgas en las minas donde Vincent había servido, dejando decenas de muertos. Vincent lo supo y siguió pintando con más furia.- “Estamos al final de un siglo violento que terminará en una tragedia antes de que lleguen tiempos de libertad. Ciertamente no alcanzaremos a ver los tiempos de aire puro y renovación de la sociedad, pero es importante no dejarse engañar por la falsedad de la época. Aunque uno diga que vivimos en plena angustia, creo que las generaciones futuras podrán respirar más libremente….”

La breve vida de Van Gogh fue una odisea interior, una de las grandes aventuras artísticas y humanas de los tiempos modernos, en la que triunfó la soledad, pero también y sobre sobre ella, la luminosidad de su obra y los lazos de hermandad. El día que Vincent murió encontraron en uno de los bolsillos de su ropa la última carta a medio escribir dirigida a su hermano .-“Theo, en mi obra arriesgo mi vida y mi razón… pero tu no estás entre los mercaderes de hombres y has tomado partido procediendo con humanidad…” Ninguno de los dos hermanos encontraría el éxito material .

Theo se suicidó seis meses después que Vincent. Fue la esposa de Theo la que recuperó su obra, la ordenó y logró vivir para ver el éxito de la obra de su cuñado. Vincent no tuvo más reconocimiento en vida que el de su hermano y su cuñada y el de algunos amigos que vislumbraron el tamaño de su revolución artística. Sin embargo supo hacerse a sí mismo una pregunta clave a lo largo de su vida: ¿Para que sirvo yo? ¿Para qué estoy aquí? Cómo puedo ser útil?”. Siempre y sobre todo “¿Cómo puedo ser útil?”.

La respuesta la encontró en su pintura. Nunca se hubiera imaginado que entre los motivos que tuvo un general alemán para desobedecer la orden de Hitler de bombardear París en 1944 pudiera estar el deseo de no destruir sus pinturas. Qué inesperada y sorprendente manera de ser útil.

Cómo ser útiles es lo que nos preguntamos hoy millones de seres en el mundo. Las Cartas a Theo, escritas desde la sencillez y la austeridad de dos vidas aparentemente insignificantes mientras estaban vivos, nos dan muchas respuestas. Sus cartas son puentes tendidos sobre la soledad y el dolor, un mensaje de solidaridad para la humanidad en uno de sus momentos más obscuros.

Theo y Vincent están enterrados juntos en una sencilla tumba en Auvers Sur Oise, el pequeñp pueblo francés en el que Vincent murió.

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