Columnistas-VeronicaMastretta

En una entrevista que Trump diera a la revista People Magazine, en 1998, dijo lo siguiente: ” Si yo fuera a competir lo haría por el partido republicano. Son el grupo más tonto de votantes del país. Se creen todo lo que dice Fox News. Podría yo decir toda clase de mentiras y me las creerían. Y les aseguro que obtendría yo magníficos resultados”. En el año 2000, en el programa de Los Simpson dedicaron un ácido capítulo en el que Trump era electo presidente de Estados Unidos. Las profecías de ambos se hicieron realidad.

En marzo de este año el presidente Obama dio sus argumentos del porqué él pensaba que Trump no ganaría. En ese discurso habló sobre las realidades que le hacían pensar que ese escenario no era muy probable, pues pensaba que la gente se daría cuenta de lo complicado y sofisticado que es gobernar a un país tan complejo, desigual y poderoso como lo es Estados Unidos. Tan lo es, que después de que un candidato gana la elección, la primera reunión formal que tiene es con los altos mandos de la CIA. Ahí, con toda puntualidad ponen sobre la mesa del presidente electo los problemas, amenazas y desafíos más urgentes que el país enfrenta.

Ese primer encuentro con la plana mayor de la CIA es un baño de realidad. Obama relató cómo esta primera lección fue acompañada por el sudor frío que le recorrió la espalda al dimensionar el tamaño de su responsabilidad.

Es interesante releer lo que Obama dijo en marzo:

Sigo creyendo que Donald Trump no será presidente. La razón por la que creo esto es que tengo fe en la sensatez del pueblo americano y en que sabrán diferenciar a la hora de la verdad. Confío en que saben y reconocen que ser presidente es un trabajo serio, no un show de invitados a un programa de entrevistas ligeras, no es la diversión de un reality show, no es mercadotecnia, es algo duro y muy difícil y la gente lo sabe; mucha gente cuenta con el presidente para hacerlo bien; no es cuestión de hacer o decir lo que te hace parecer simpático, audaz y popular en las cabeceras de los periódicos o en los noticieros; tengo confianza en que la gente sabe que muchas veces tienes que hacer cosas que no son populares, pero sí las correctas. Significa defender a personas que son vulnerables y que no tienen a quien los represente porque no tienen poder político alguno. Ser presidente significa tomar muchas decisiones impopulares, que a muchos no les gustarán, pero que son las que darán mejores resultados para la mayoría.

Ser presidente requiere estar preparado para trabajar con líderes de todo el mundo,de modo que se refleje la importancia y seriedad del cargo; requiere que conozcas a esos líderes y sus distintas realidades, los hechos que los preocupan, sus historias; esperan que conozcas sus nombres como ellos conocen el tuyo y que sepas dónde están sus países en el mapa . No esperan que te regodees y centres en tu propio país, ellos tienen sus propios problemas , igual que nosotros, y como líderes debemos tener el nivel de conocimientos que se requiere para resolver problemas juntos.

Al principio la gente participa y sigue a las elecciones primarias, y trata las noticias sobre ellas como si fueran entretenimiento superficial; pero conforme va avanzando la carrera, la realidad debe imponerse en las personas ; y es en esas personas en las que también tengo fe. Fe en que entiendan que el presidente está en una posición en la que hay mucha presión, frente a decisiones complejas que pueden mandar a la guerra a muchachos de solo 20 años. Una posición que requiere tomar las medidas adecuadas para que el sistema financiero no se colapse. Una posición en que debes saber que a veces no solo somos responsables de nuestro país sino de otros países en problemas serios, que están a punto de desmoronarse y nos miran para que hagamos algo. Creo que el pueblo americano es inteligente, y que por eso, tomarán una decisión inteligente al final.

Obama habló del pueblo americano como un todo, y resultó que no es así.

En votos directos, la mayoría tomó la decisión que Obama esperaba, pues la diferencia entre Trump y Hillary fue de casi un millón de votos a favor de ella, pero allá los votos cuentan distinto. Sobre ese conteo obsoleto las esperanzas de Obama se estrellaron; afortunadamente un partido serio no se da a robado ante unas reglas reconocidas y aceptadas.

La otra realidad es que Hillary obtuvo seis millones de votos menos que los obtenidos por Obama en su última elección y que Trump ganó con menos votos que los que obtuvo Mitt Romney contra Obama en 2012, 60 millones 900 mil votos, contra los 59 millones 500 mil votos que obtuvo Trump el martes.

Con todo y el enorme ruido mediático alrededor de la elección, lo cierto es que hubo menos votantes y que se alejaron de las urnas particularmente los jóvenes de entre 18 y 35 años. Pareciera que el desencanto hacia los partidos es un síndrome que va creciendo en muchos países del mundo.

Se rechaza el modelo partidista sin que exista una alternativa que permita renovar los gobiernos sin llegar a las manos o a la parálisis, como sucedió este año en España. El disgusto ante el sistema abre los espacios para las promesas vanas, la superficialidad y la venta de imágenes sin fondo ni formación de muchos actores que llegan a la escena política de manera improvisada.

Así es como acaban ganando personas que no tienen el rigor ni el conocimiento para gobernar sus países. En la hora de la verdad que mencionaba Obama, los votantes se partieron casi exactamente en dos.

La primera lección ha llegado para Trump ahora que se ha sentado con los directivos de la CIA a escuchar verdades que seguramente desconoce. Si algo hay que reconocer en Hillary es que en su discurso después de la derrota llamó a la unidad y ofreció colaborar desde la fuerza ahora no representada cabalmente de los millones de votos que su partido obtuvo.

Unidad dentro de la variedad. Diferencia sutil que esperamos que Trump entienda. El discurso de Trump festejando su triunfo también fue moderado, aunque él y su conducta impredecible en materia política son territorio ignoto que le deparan a su país y al mundo muchísimas sorpresas; una muy desagradable es que el Ku Kux Klan, a quien Trump no ha descalificado, ya tiene programado un desfile de la victoria republicana para principios de Diciembre.

Trump llega con mayoría en las cámaras y podrá tener mayoría en la Suprema Corte de Justicia, algo que Obama ni en sueños tuvo. Sin embargo existen otros contrapesos poderosos, como los gobiernos y congresos de los estados, que ahí si son verdaderamente independientes de sus gobernadores y del presidente del país; estará el contrapeso de las corporaciones multinacionales.

El peso del rechazo de los más jóvenes de Estados Unidos que se ha manifestado en todo el país de diferentes maneras, el valor jurídico y la palabra empeñada de una nación que ha firmado tratados en muchos temas y que no se pueden desconocer con un simple no del nuevo presidente.

Estarán también las fuertes y diversas realidades internas de su país ; estarán los enormes grupos étnicos a los que agredió en su campaña y que serán una poderosa y activa oposición. Contarán y mucho los grupos que se sumaron a las reivindicaciones más ambiciosas y progresistas del programa que Obama encabezó y que obtuvieron más votos directos que el presidente electo . Nada de eso dejará de existir ni podrá desaparecer con discursos agresivos o ingeniosos.

La propia realidad mundial será también su contrapeso, esa que le habrá mostrado la CIA en un enorme mapa digital en su primera lección de realidades difíciles y amargas.

Por lo pronto tendrá que apurarse a estudiar y comprender no solo el mapa del mundo, los nombres de gobernantes y naciones que hoy desconoce, sino también el mapa de las diferentes realidades de su propio país.

Supo mover, entender y convocar a la mitad de los votantes. Ahora tendrá mucho que conocer y que aceptar de la otra mitad. Mucho que aprender para un hombre formado en la farándula, el reventón y los negocios depredadores. Mucho que aprender para el rey del entretenimiento superficial. Ojalá resulte, contra todo pronóstico, un buen estudiante.

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