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Entre más grande es una ciudad, más complejo se vuelve mantener un entorno seguro. Esto debido al anonimato que prevalece, la descomposición del tejido social por falta de oportunidades laborales y educativas, degradación de espacios públicos y altos niveles de corrupción.

Existen principios básicos que permiten transformar el entorno, sin requerir de grandes inversiones públicas o privadas; estos han sido probados en las ciudades más seguras del mundo, entre ellas Tokio, Toronto, Nueva York y Londres.

Visibilidad

Las condiciones de seguridad de las personas incrementan en la medida en que pueden ver claramente a las personas que están a su alrededor y a su vez ser vistos por ellas. En ese sentido, se requiere eliminar al máximo los espacios de acecho, es decir aquellos puntos donde alguien puede ocultarse y tomar a un pasante por sorpresa, tales como entradas a edificios, espacios oscuros entre árboles, terrenos baldíos.

Toda medida que vuelva más transparentes los espacios los hará más seguros, tales como elevadores y cubos de escalera de vidrio, esquinas redondeadas en los pasillos de estaciones del metro, iluminación suficiente en parques y banquetas.

Señalización

Toda persona debe saber en dónde está y a dónde va. En la medida en que se coloquen letreros indicando cómo regresar a los espacios comerciales, principales avenidas, qué calles son cerradas, en qué dirección están las salidas de los edificios, habrá menos riesgo de que las personas se extravíen y deambulen en espacios expuestos.

Por ejemplo, durante la noche es importante que los establecimientos que cierran tarde coloquen sus horarios de apertura visibles, de manera que alguien en situación de peligro los pueda tener ubicados y usarlos como refugio.

Afluencia

Entre más gente hay en la calle, menor riesgo que un delincuente se decida a actuar ante un gran número de testigos. Por ello, se debe procurar que ningún espacio quede sin actividad y se vuelva peligroso. Una medida para conseguirlo es evitar que existan áreas especializadas que detengan por completo la afluencia de gente fuera de horarios regulares. Por ejemplo, se pueden construir parques, espacios deportivos y de convivencia familiar en medio de una zona industrial, a fin de que en horarios no laborales continúe la circulación de personas.

Supervisión formal y acceso a ayuda

Si bien la instalación de cámaras no es una garantía de que se conseguirá disuadir a los delincuentes, combinadas con la existencia de botones de pánico o teléfonos de emergencia, sensores de movimiento, iluminación automática, casetas de vigilancia en lugares estratégicos y patrullaje aleatorio, conseguirán que el delincuente sepa que la capacidad de respuesta es suficiente para volver baja la probabilidad de salir impune una vez cometido el delito.

Orden y limpieza

Un lugar que se ve cuidado muestra el interés de sus habitantes por protegerse entre ellos. Y viceversa: en una calle donde los graffitis no son borrados, hay coches abandonados, basura, vidrios rotos y luminarias descompuestas, quedará claro que es una “zona de nadie” que el delincuente puede invadir sin mucha resistencia.

Participación ciudadana

La comunicación y cooperación que se establezca entre los miembros de la comunidad es el pilar más sólido de una comunidad segura. Se requiere crear espacios de interacción donde se expongan las inquietudes, se consulte a cada miembro y se fomente la denuncia de cualquier conducta reprochable por parte de vecinos y foráneos.

La mera presión social puede resultar suficiente para corregir a conductores irresponsables, pandillerismo y violencia de género, tanto en espacios públicos como privados.

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