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Sin lugar a dudas, los católicos que se manifestaron los días 12 y 24 de septiembre en diversos lugares del país y en la Ciudad de México, convocados por el Frente Nacional por la Familia (FNF) y la Unión Nacional Cristiana por la Familia (UCF) tienen desde su punto de vista razón, como también quienes en las mismas fechas salieron a las calles para defender al estado laico, derechos humanos y al matrimonio igualitario.

Mediante un manifiesto maniqueo de 10 puntos publicado el sábado 24 de septiembre por el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, quienes son auspiciados por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, anuncian que se constituyen como “un movimiento cívico permanente que buscará incidir, con argumentos y por la vía del diálogo, en la agenda pública de nuestro país”. Se quitan la careta y se muestran tal cual son, el brazo político de la iglesia católica.

Argumentarían que habrían asistido a los dos eventos “convencidos que el futuro de México depende del futuro de sus familias”. Tras señalar que marcharon jóvenes, adultos, adultos mayores, padres y madres solteras en pos de una “familia como la de Nazaret, acotarían (1) que su movimiento es “propositivo” y que no estarían “en contra de las personas con atracción al mismo sexo”.

Empero, resaltarían su creencia “en la institución del matrimonio natural, constituida como una relación estable y complementaria entre un hombre y una mujer” y su oposición al matrimonio igualitario. Sin embargo, la realidad rebaza mitos, creencias de fe y de la familia ideal conformada por un padre, una madre y sus vástagos.

Datos estadísticos del Consejo Nacional de Población (Conapo) muestran que las familias conformadas tan sólo por la madre y por su descendencia se incrementan por múltiples razones (decisión personal, separación, divorcio, viudez). Una de cada cuatro casas están jefaturadas por una mujer (5.3 millones de hogares), casi un millón más están conformadas por padres solteros y sus hijos e hijas y una de cada tres progenies monoparentales se apartarían del modelo sacramental propugnado por el FNF.

¿Coincidencia de por medio? No. Los punto dos y cinco del manifiesto redactado por algún cura o por algún prelado católico, apostólico y romano (Queridas familias de México), reivindican “el derecho que tenemos los padres de familia a la educación de nuestros hijos” y externan un “profundo desacuerdo con la ideología de género; ideología que, careciendo de sustento objetivo quiere imponerse en las leyes, en las escuelas, en las familias, en los medios de comunicación”, concurriendo con una vieja aspiración de la curia para retomar el control de lo que se enseña e impartir educación religiosa en las escuelas públicas, en contravención de los establecido en el artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos:

“Para dar pleno cumplimiento a lo dispuesto en el segundo párrafo y en la fracción II, el ejecutivo federal determinará los planes y programas de estudio de la educación primaria, secundaria y normal para toda la república. Para tales efectos, el ejecutivo federal considerará la opinión de los gobiernos de las entidades federativas y de los diversos sectores sociales involucrados en la educación, en los términos que la ley señale”.

Tan claro como el agua que la iglesia a través del movimiento cívico permanente busca “incidir” en la agenda pública del país, como ya lo hace por intermedio de algunos personeros del Partido Acción Nacional (PAN). Ahora lo hace faltando a la palabra escrita en el manifiesto que redactara, recurriendo a falacias y no a argumentos tal cual era su premisa.

No sólo Felipe Arizmendi Esquivel habría reconocido en el artículo la “Educación sexual en las escuelas“, publicado por El Observador de la Actualidad, que sobre el tema “hay una información suficiente, científica y respetuosa, sobre las diferencias sexuales, y algo de formación ética, aunque sesgada en algunos puntos, incompleta y peligrosa”. También Aurelio Nuño Mayer habría señalado que en materia de enseñanza de la educación sexual en las escuelas no hay nada nuevo y que se imparte, sin considerar el atraso que reconoce implícitamente, tal cual se abordara desde los años 90 del siglo pasado.

Sin duda alguna, la iglesia pretende regresar por sus fueros. Lanza ahora, ante sus fracasos por detentar un monopolio que le quitara la constitución de 1857 a pesar de las concesiones que les hiciera Carlos Salinas de Gortari, una ofensiva “ciudadana” para recuperar el control ideológico de la educación pública en México, cuestión que pretende lograr a través de una iniciativa de modificación constitucional que reconozca “el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos conforme a sus convicciones éticas, de conciencia y de religión”, promovida por el Partido Encuentro Social (Proceso No 2082).

La confrontación ideológica que pretendiera alejar a la iglesia y a los ministros de cualquier culto, lo mismo que a la influencia perniciosa que pudiesen tener por intermedio de los padres de familia, se encuentra vigente. El carácter atribuido al clero de ser “el más funesto y el más perverso enemigo de la patria” (Francisco J. Mújica) quedó limitado por el constituyente del 17 mediante el artículo 3 de la constitución, al establecer que la enseñanza “primaria, elemental y superior” que se impartiera -tanto a cargo del estado como de los particulares- sería libre pero laica, marginando de la enseñanza a cualquier corporación religiosa o ministro del culto, y sujetando a los particulares a “vigilancia oficial”. El artículo 3 vigente recuerda que “el criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios.”

La iglesia se quita la careta y se muestran tal cuál es. Aunque recurra a la demagogia, se escude en principios democráticos, se victimice y pretenda imponer una forma de pensar basado en dogmas de fe, sigue siendo la misma. Pero, como ella señala de sus críticos, no soporta el disenso, se cree dueña de las instituciones civiles y pretende imponer formas de pensar y actuar. Aunque el cura se vista de seda, cura se queda.

*Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente la línea editorial del portal de noticias Ángulo 7.

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