Columnistas-MayraSanchezGarcia

Hasta hoy, el derecho político femenino no ha sido ni en equidad, ni en igualdad, ni en un ejercicio democrático; pese a los varios intentos, la congruencia de las cúpulas partidarias no concuerda.

Hagamos un poco de historia: es con la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que prohíbe la discriminación y afirma la igualdad entre hombres y mujeres, a excepción de tres países musulmanes que se volvieron independientes; después de esa fecha extendieron el sufragio a hombres y mujeres.

Pero, te preguntarás,  ¿Por qué en México ha llegado todo tardíamente?

Si bien es cierto que pese a la definición de que en 1953 las mujeres mexicanas pudiéramos votar y ser votadas; la idiosincrasia misma del ser mexicano, a las mujeres nos margina. Por un lado los roles sociales totalmente anclados a la sociedad “patriarcal” y, por el otro lado, el ser herederas de una tradición católica.

Y, con esto, no juzgo, simplemente analizo la manera en que las generaciones de hombres y mujeres hemos estado si no limitados, sí condicionados a un pensamiento judeo-cristiano, siempre y cuando el partido en el poder no sea un partido de “derecha” o de “ultra derecha”.

Esta relación de sufragio y catolicismo fue retrasada por el hecho del conservadurismo al que hemos estado expuestas las mujeres y más en ciertos estados mexicanos como Puebla.

Ahora bien, existieron hasta la década de 1970, factores socio económicos que condicionaron el quehacer de la mujer mexicana en la sociedad. Fue el tiempo de crecimiento de muchos de nosotros, donde el papel de la mujer/madre/esposa apenas empezaba a bifurcarse. El trinomio agregó un nuevo concepto: el de “mujer trabajadora”.

Las campañas de fertilidad empezaron a impactar en aquella sociedad mexicana. El número de hijos disminuyó, de 6 hijos antes de los 70 a hasta 2 hijos en la actualidad; las estadísticas marcan 5 hijos para 1980; 4 para 1985; 3 para 1995; casi 2 para el año 2000 y, para ¿el 2016?

Muchos hogares mexicanos están envueltos en una dinámica diferente, la mujer es madre trabajadora, investigadora, académica y/o deportista entre muchas otras.

EL Inegi marca los cambios en la escolaridad femenina; para 1960 tenían las mujeres 2 años de escolaridad; en 1970, 2.6 años de escolaridad; en 1980 el 3.61; en 1990 el 4.57; en 2000 apenas 5.56 y para 2015, el grado promedio de escolaridad de los hombres es un poco más alto que el de las mujeres: hombres 9.3 y mujeres 9.0. Amén de los posgrados que muchas de nosotras tenemos.

¿En qué hemos fallado como sociedad?

Pese a que las mujeres hemos hecho cambios comunicativos y actitudinales, no han impactado favorablemente en nuestro destino político; este hecho aunado a las pocas intenciones de apoyo de las mujeres que actualmente ocupan un cargo de poder.

Para 1970, el lenguaje cambió de “derechos políticos” a “mujeres en la toma de decisiones políticas”. En 1990, cambió a la búsqueda de una “masa crítica”, a “cuotas de género” y a “balance de género”. Y se impulsó en este año el 30% de mujeres en el legislativo. Hoy día hablamos de “equidad de género” “violencia política de género” entre otros temas de mujer y política y la paridad en las cámaras apenas empieza a llegar.

En 1975, fue la primera Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre las Mujeres, asistieron 133 delegaciones nacionales y la Federación Democrática Internacional de Mujeres motivó a las Naciones Unidas a declarar 1975 el año de las mujeres, y 1975-1985 la década de las mujeres. En 1995 se hizo la cuarta conferencia Mundial de Mujeres, en Beijing, donde asistieron 189 países.

Este escenario en Beijing ha generado debates sobre una nueva “Agenda 2030” , cuyo objetivo es en favor del desarrollo sostenible; ella deberá contribuir a una reflexión crítica sobre cómo acelerar los cambios necesarios para avanzar hacia una mayor justicia social y de género, reafirmando los derechos de las mujeres, y por otro, generar una oportunidad más que un riesgo para repensar las dimensiones económicas, sociales, culturales y políticas de la transformación hacia un desarrollo sostenible.

Pero, volviendo a nuestra realidad mexicana, hemos equivocado el derrotero y el discurso; muchas mujeres son las primeras en violentar la equidad y la cuota de género. Seguimos desde las casas y las aulas educando a hombres misóginos y mujeres machistas. Con esta actitud, se niega con los hechos la oportunidad a mujeres que adquieren valor, congruencia, son generadoras de respeto y dimensionan una perspectiva social, política, cultural y económica de verdadera equidad.

La igualdad de género, hoy día va de la mano del desarrollo social, de la democracia, de la legalidad, de la responsabilidad, de la capacidad y no de los compromisos de la retórica que todavía nos guía. No abonemos a esta brecha de desigualdad, donde lo ejecutado sigue marginando a este sector femenino del que tu servidora forma parte.

¡Construyamos en unidad y en equidad! Y no seas tú, mujer, la que niegues la oportunidad a otra igual que tú.

Al tiempo.

@mayrusmayrus7
@divandelamujer

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