Entre las demandas que esgrimen algunos grupos vinculados con la jerarquía católica que se manifestaran el sábado 10 de septiembre por la defensa del matrimonio tradicional, se encuentra el rechazo a la enseñanza de la educación sexual en las escuelas públicas y privadas.

Enmarcadas en una supuesta defensa de la familia tradicional y en el rechazo al aborto, las manifestaciones públicas realizadas en 5 regiones y en 119 ciudades por el Frente Nacional en Defensa de la Familia, sirvieron como pretexto para que los prelados de la iglesia católica, apostólica y romana, tomaran las calles y revivieran un añejo conflicto que les privó de una parte de sus riquezas mal habidas así como del monopolio de la enseñanza y de la educación.

Pero a los curas parece que la historia no les interesa como tampoco los enfrentamientos que originaron y de los que salieron a la postre derrotados. Quizá olvidaron que cerraron iglesias y suspendieron “el culto” (agosto 1926), acción que les enfrento con un gobierno que a la postre impulsó una reforma que impulsara una educación con un perfil socialista. Casi 70 años atrás (1857), al pretender revertir las Leyes de Reforma, originaron una guerra de tres años entre liberales y conservadores, conflicto que se prolongó hasta 1867 por la intervención francesa y la invitación que la iglesia católica, entre otros, hiciese a Maximiliano de Habsburgo para gobernar al país. Pocos años (1848-9) antes rindieron tributo en la ciudad de México a los invasores norteamericanos.

Pretensos dueños de pensamiento y la consciencia de mexicanos y mexicanas, mezclan maliciosamente lo público con lo privado sin importar que en sus ínfulas pasen sobre los derechos de quienes discurren de manera diferente. Mediante el garlito “Defendemos la familia”, los curas y su séquito pretenden conculcar derechos de mujeres a decidir sobre su propio cuerpo a pesar de que investigadores señalan que casi 450 mil mujeres al año podrían ser obligadas a sostener relaciones sexuales en contra de su voluntad.

Oficialmente 15 mil denuncias por violación (una de cada cinco de las que ocurren), de las que se desprende que muchas de las víctimas que resultan embarazadas y son obligadas moral y jurídicamente a procrear al producto de su agresor.

Pretenden evitar la enseñanza de la educación sexual en las escuelas de educación obligatoria para hacerlo de “acuerdo a la convicción” de padres y madres de familia a pesar de que otro de sus prelados, Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, reconociera que “los contenidos en los libros de texto de educación básica, respecto al papel de las relaciones sexuales de manera bien informada se sustentan en una recomendación ética adecuada”: El 60 por ciento (2/3) de los abusos sexuales a mujeres menores de 15 años, se llevan a cabo por familiares o allegados. En el 5.5 por ciento de los casos es el padre y en el 6.9 por ciento es el padrastro quien comete el abuso”.

Empero, si las cifras demuestran la pertinencia de la enseñanza de la educación sexual desde el preescolar hasta la educación media superior y los derechos que cualquier ciudadano tiene para casarse con quien y cuando se les venga en gana, valdría la pena recordar que los argumentos utilizados por la iglesia católica a tras mano, siguen siendo los mismos:

Por allá de los años 20 del siglo pasado, relata Ernesto Meneses (Tendencias Educativas Oficiales en México 1911-1934, edit. Centro de Estudios Educativos) surgió la Asociación Católico Nacional de Padres de Familia “con el propósito de defenderse contra el laicismo del art. 3º de 1917”. Años más tarde la Asociación Católica de la Juventud Mexicana se “convierte en el baluarte” del enfrentamiento armado propiciado por la iglesia católica en contra de Plutarco Elías Calles y el rechazo a la aplicación del artículo 3 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que “limitaba la libertad de educación y participación jurídica al clero“.

En los primeros años de la segunda mitad del siglo XX destacan en el ámbito universitario, organizaciones de extrema derecha que recurrieron al uso de la fuerza para la defensa de su ideología y la reivindicación de la enseñanza religiosa en las escuelas; el Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), la Guardia Unificadora de Iberoamérica (GUIA), el Frente Universitario Anticomunista de Puebla, filial del MURO, entre otros. Previamente, en los años 30 surgirían los Tecos, una sociedad secreta enraizada en la Universidad Autónoma de Guadalajara y la Unión Nacional Sinarquista, herencia de los grupos cristeros que se enfrentaran a Calles.

Pero si como antaño la lucha en contra de la educación sexual que se imparte en las escuelas fuera tan sólo una falacia esgrimida por la iglesia católica y sus grupos filiales en torno a la sucesión presidencial -a la que recurrieran para fortalecer al Partido Acción Nacional (PAN)-, se provocaría un gran encono entre quienes pretenden imponer una forma de pensar (por muy mayoría que fuesen) y aquellos a quienes intentan defenestrar con argumentos extraídos de la fe y sus creencias.

En tanto que la iglesia y la derecha preparan una marcha nacional en defensa de su credo, artilugios e intereses, pretexto de prelados, resultaría imprescindible dotar de herramientas a la niñez y a la juventud, que les permitieran concientizarse sobre los riesgos que implicaría una relación sexual forzada o consensuada así como necesario también, disminuir la tasa de natalidad en mujeres menores de 20 años y aminorar mediante la educación la deserción escolar de las adolescentes originadas por un embarazo temprano. Valdría la pena que recordaran quienes son movilizados desde el púlpito que como reza el refrán “con los curas y los gatos pocos tratos”.

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