El trabajo desde la escritura me ha llevado a muchas reflexiones; mismas que he decidido compartir en varias entregas, ¿cuáles podrían ser los alcances?, ni siquiera yo misma lo sé; lo que me queda claro, es el objetivo de plasmar este hecho reflexivo que muchas personas podemos compartir. Dejar cubierto a través de la palabra el silencio generador de ideas; compartir el pensar y el sentir de muchas mujeres que estamos en movimiento, en un franco crecimiento y en la madurez de nuestro horizonte de investigación.

Luego de estar cerca de algunas lecturas obligadas de temas de género, feminismo y democracia; la mente y el corazón  me dicen que debo generar esos derroteros, esa evolución de las ideas en favor de la construcción de una mejor sociedad.

Abordo recientemente a Marcela Lagarde y, he sufrido un impacto a mis sentidos desde la primera letra que ella plasma. Es la voz como la de muchas mujeres que hemos iniciado el trabajo permitido desde este mundo patriarcal.

Nos debe quedar claro que la lectura desde el feminismo es viable y permisible desde varios enfoques; y entender estos conceptos desde cualquier arista que asumamos. El objetivo último, es asumir la participación de la mujer, “en pie de igualdad con el hombre, en todos los niveles de la adopción de decisiones, es indispensable para el logro de la igualdad, el desarrollo sostenible, la paz y la democracia” -ver Mujer y Democracia, ONU-.

Y, si bien es cierto que el trabajo de la igualdad parte para la mayoría de las culturas, desde las raíces etnológicas donde el ser mujer causa su efecto primigenio en la praxis cultural. Ser mujer para nuestra cultura mexicana, es volver la mirada a la cultura judeo-cristiana y quiero pedirte  que no infieras que me encasillo en el concepto de religiosidad per sé, sería acotar el concepto mismo al provenir de cunas donde la formación de un patriarcado es determinante para esta cultura formativa, donde lo sustantivo son la serie de mitos y ritos que se vuelven una impronta ideológica y cultural.

Provenir de una cultura mexicana que forma y conforma nuestro universo femenino es también de mucha carga significativa. La cultura nos determina. La cultura nos conforma. La cultura nos marca, nos relaciona y nos interrelaciona. Nos dice cuál es el sesgo social de la concepción de lo genérico,  nos permite roles, nos condiciona a muchos de ellos, y nos limita a muchos más. En general este concepto desde la etnia nos aproxima de alguna manera a lo femenino.

El concepto de cultura, nos lleva a acentuar y a marcar los alcances y los límites de nuestra vida desde lo femenino y lo masculino. Este pensamiento me remite a la cita obligada de la praxis, la forma en que, a través de mis sentidos, evoco y aprehendo el mundo; del cómo hago valer mi realidad cerca de mis características biológicas, culturales, formativas, afectivas, psíquicas, comunicativas, políticas  y económicas entre muchas otras.

El trabajo de todos, es construir una sociedad en movimiento, con una sinergia que permita el diálogo, la inclusión, el respeto desde la barrera de género, es decir, retomar un cauce social donde estemos abiertos a todas las posibilidades de interacción y suma. De fortalecimiento de un orden en equilibrio, donde la naturaleza nos ha mostrado su sabiduría misma en términos de complementariedad; si existe el día y la noche, la luz y la oscuridad y todo fluye en armonía; entonces,  valoremos los términos de organización genérica en este horizonte histórico, donde nos permita aproximaciones interesantes de inclusión, respeto y evidentemente proximidades diarias generadores de experiencia.

@mayrusmayrus7

@Divandelamujer

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